La pregunta que nos hace humanos

La pregunta que nos hace humanos

Muchos de los problemas en el mundo actual, si uno se detiene a pensar en ellos, exigen contestar una pregunta antigua: ¿qué es ser humano?

Me parece que no hay una respuesta inmutable. Nosotros, los humanos, somos lo que concebimos que somos, y con ello me refiero a dos cosas: lo que queremos ser y lo que decimos que somos. Nuestras autoconcepciones son, a su vez, respuestas a condiciones que encontramos en nuestros entornos y esas condiciones cambian todo el tiempo dependiendo del tiempo y el lugar. La única forma de contestar esta pregunta es analizar cómo se ve una persona a sí misma y a los demás en el contexto de las condiciones sociales, culturales, económicas y políticas de su época.

El ser humano no puede concebirse de manera abstracta. Solo cuando vemos a la gente inmersa en sus experiencias —su posición social, educación y recuerdos, en busca de sus propios ideales— la pregunta “¿Qué es un ser humano?” tiene sentido en su cabalidad.

Todo mundo parece estar de acuerdo con que hoy vivimos en una época totalmente peculiar. Podemos etiquetarla de distintas formas —la era de la globalización, de internet, del capitalismo tardío, del colapso de la ideología de la Guerra Fría—, pero todos esos términos buscan describir la nueva situación del mundo. La característica más sorprendente de esa situación es que tenemos más libertad que nunca de tener acceso a la información, al conocimiento y a la tecnología. Al mismo tiempo, las fuerzas que tienden a limitar nuestras libertades personales —llámense Estado, religión, identidad étnica, grupos de intereses económicos, entre otros— están disolviéndose y reorganizándose. Algunas están muriendo mientras que otras se están volviendo extraordinariamente fuertes.

Dichos cambios pueden ser alucinantes. Pueden dificultarnos recordar dónde está nuestro hogar, reconocer el idioma y las costumbres que alguna vez dimos por hechos y descubrir a dónde pertenecemos ahora. La pregunta: “¿Qué es un ser humano?” o “¿Qué significa ser humano?” adquiere un rostro totalmente nuevo. Las respuestas hoy tendrán que ser distintas de las respuestas del pasado.

Nuestros recursos para buscar respuestas a esta pregunta también varían de manera inevitable dependiendo de nuestras experiencias personales. En mi caso, por ejemplo, es evidente que, debido a mi paso por distintos entornos sociales, políticos, culturales y económicos —como artista en China, como prisionero político y ahora como expatriado—, me he visto obligado varias veces a modificar y ajustar mi comprensión de lo que es un ser humano.

Simplemente evitar la pregunta es un error terrible. Debemos hacerla y de manera reiterada. Los debates y los juicios que condujeron a la sabiduría humana en el pasado fueron respuestas, cada una en su tiempo, a esta misma pregunta, planteada en el contexto político y social de cada época, y pertinente en todos los niveles sociales: personal, comunitario, familiar y nacional. Muchos de los desacuerdos políticos y culturales que vemos en el mundo de hoy emergen de la renuencia a enfrentar esta pregunta clave con honestidad y a llegar a definiciones claras en relación con ella.

La humanidad nos incluye a todos. Sin importar qué tan aterradoras puedan volverse las afrentas políticas y culturales que produzca la historia, nuestra última posesión irreductible, algo que sería obvio para nosotros si de repente nos pusieran en un desierto árido, es el respeto a la dignidad humana.

Todo depende de cómo nos definimos y cómo tratamos a aquellos con los que compartimos nuestro entorno, donde abundan distintas etnias, religiones y culturas. Estamos condenados si perdemos el pensamiento independiente o la capacidad de evaluarnos y definirnos con libertad.

En mi opinión, la autodefinición debe ser el principio más sólido de cada uno de nosotros. Es la piedra angular de la moralidad, la estética y la filosofía práctica. Si desaparece, incluso por unos segundos, entonces la respuesta a la pregunta “¿Qué significa ser humano?” será: “Nada”.

Ai Weiwei es un artista que reside en Berlín.

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