La prensa tiene que molestar

Las libertades se siguen escapando por donde siempre: los sumideros son ‘numerus clausus’. Esta semana le ha tocado a la prensa. Destaca el manotazo del Gobierno a dos medios pequeños que le buscan las cosquillas al sanchismo en las ruedas de prensa. Harta de la modalidad de periodismo que ella misma se inventó, la izquierda se ha puesto a retirar acreditaciones. Este régimen no tolera las preguntas irritantes porque crispan.

No tanto, por cierto, como las planteadas tradicionalmente a representantes del PP por las Pastor, los Évole y sus empleados. Por no mencionar a aquel grupo de jóvenes coñones e intrépidos con traje oscuro, camisa blanca y gafas de sol que fabricaban escenas de desencuentro para sus programas de humor  informativo. Los asaeteados podían resultar más o menos amables, más o menos bordes en sus respuestas, pero las daban porque los políticos están obligados a contestar. Si no lo aceptan, no son políticos democráticos. La legitimidad del voto no es una patente de corso. Al elegido le acompaña siempre el deber de someterse al escrutinio de la opinión pública. Esto no lo entiende o no lo acepta el régimen sanchista, que va a borrar del mapa a cualquiera que se atreva a la décima parte de lo que se atrevían ‘Los hombres de negro’. Pero claro, la derecha es ilegítima según la premisa fundacional del sanchismo, heredada vía ouija de la facción intransigente y sectaria de la Segunda República. Y si hay que darle un guantazo a un periodista, Sánchez dispone al efecto de un fotógrafo oficial que hace las veces de gorila de discoteca. Hasta el gran Narciso sabe que un escolta con placa de policía nunca haría tal cosa, por eso tiene que traerse al matón de casa.

A EDATV y a 7NN se les despacha por las bravas en medio del incomprensible silencio de la profesión. Para los medios consolidados han inventado la sopa de ajo, el mecanismo promesa-amenaza. Cuando ofrece el autócrata su balance del año, sale un señor del PSC colocado en Comunicación y concede la palabra solamente a unos pocos medios amigos. Qué lametones. La autocracia está reñida con la transparencia, y el derecho a la información es una rémora que el traje vacío de La Moncloa no piensa aguantar. Puede que la nueva técnica se consolide porque, al final, el PSOE se ha integrado en el PSC. Si no se han dado cuenta es porque Sánchez no tiene acento catalán, pero yo creo que al final adquirirá un deje.

El año que empieza amenaza con mantener las tendencias del que ha acabado; los medios que no loen al Ejecutivo, no aplaudan sus gracias y no repitan frenéticamente las consignas oficiales asistirán a las ruedas de prensa como convidados de piedra. Calladitos mientras el formato se transforma. Hasta que se cansen. ¿Para qué abrir interrogantes cuando lo que se espera del periodista es un aval al Gobierno? ¡Afirmen sin más! Canten las virtudes de la banda de Sánchez, nieguen la subida de la luz con trampas de trilero verbal, valoren las bondades de la inflación, blanqueen a Bildu y abominen de la oposición. Y a esperar tan indignamente que el Gobierno les eche alpiste.

El alpiste del Gobierno puede llover o no, pero, tratándose de medios de comunicación, lo suyo es utilizar baremos ideológicamente neutrales: la tirada, la audiencia, las visitas. El Gobierno se siente Papá Noel y los Reyes Magos, y considera normal dejar carbón a unos y a otros la bicicleta. O todos (con criterios técnicos), o nadie. Lo de ahora es arbitrariedad, abuso de poder, amiguismo y premio a la docilidad. Con todo, lo del alpiste no explica por sí solo el aletargamiento de la crítica. Oye, si no te dan la palabra, te la tomas. Y si te silencian, y es sistemático, deberías poder contar con el apoyo de todos los medios decentes en forma de retirada general. Si el sanchismo solo tolera a la prensa zalamera, o sea, a la prensa que no merece el nombre porque está hecha por propagandistas, lo digno es levantarse todos y dejarlos a solas con sus pelotilleros. Que comente Sánchez con ellos lo bien que lo está haciendo, lo mucho que está acertando, la puntualidad con que se cumplen sus previsiones económicas y demás fantasías.

Manual de instrucciones sanchista para el cuarto poder: echar a cajas destempladas a los que hagan preguntas descaradas como si fueran de izquierdas. Valerse de la fuerza física si fuera necesario. No dar opción a preguntar a ningún medio con una línea editorial crítica. Contar con el proverbial escoramiento de las asociaciones de periodistas; estas nunca fallan. Dar por hecho que los profesionales destacados no se rebelarán por mucho que se les amordace. Administrar el alpiste según la regla habitual: al amigo todo, al enemigo nada, al tibio tres granos, a ver si entiende el mensaje.

A cada arbitrariedad, a cada cacicada le corresponde un tipo de respuesta especializada. Los editores conocen su papel, y siempre es una satisfacción trabajar en una casa que entiende el periodismo como sistemática generación de incomodidad al poder. Los periodistas parlamentarios están en general formados y no tienen miedo. Me refiero a los periodistas de verdad, no a los activistas destacados. Les animo al coraje. Pregunten lo que tienen que preguntar, como sea. Un portavoz parlamentario, un ministro o un presidente tienen el deber de responder algo. Insistan. Salvo que el político sea imbécil, poseerá recursos suficientes para largarle un rollo sin relación con su pregunta haciendo ver que cumple. Es lícito, no se trata de un interrogatorio. Pero es que el gremio tuvo un momento bajo y perdió fuerzas cuando se sentó en el suelo con Pablo Iglesias.

Juan Carlos Girauta

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *