La inteligencia artificial (IA) está en todas partes, generando entusiasmo sobre cómo podría aumentar la prosperidad y transformar nuestras vidas de múltiples maneras. Pero la tecnología también tiene efectos disruptivos. Por ello, las autoridades y las empresas deben tratar de aprovechar todo el valor que la IA tiene que ofrecer, al tiempo que evitan los riesgos de sus desventajas.
Durante más de medio siglo ha estado presente la idea de la IA: ya hemos vivido periodos de entusiasmo, seguidos de largas rachas de desilusión (“los inviernos de IA”), cuando la tecnología no estuvo a la altura de las expectativas. Sin embargo, los últimos avances en las técnicas y algoritmos de IA, combinados con un enorme aumento de la potencia informática y una explosión en la cantidad de datos disponibles, han generado avances significativos y tangibles que prometen generar valor para las personas, las empresas y la sociedad en su conjunto.
Ya las compañías están aplicando técnicas de IA a las ventas y el mercadeo para hacer recomendaciones personalizadas a clientes individuales. Y en el sector manufacturero, la IA está mejorando el mantenimiento predictivo mediante la aplicación de un “aprendizaje profundo” (deep learning) a altos volúmenes de datos procedentes de sensores. Con el despliegue de algoritmos para detectar anomalías, las firmas pueden reducir el tiempo de inactividad de sus máquinas y equipos, en ámbitos tan variados como los motores a reacción o las líneas de montaje. Nuestra investigación he destacado cientos de casos de negocios, que en su conjunto tienen el potencial de crear entre $3,5 billones y $5,8 billones en valor por año.
La IA puede además aportar al crecimiento económico mediante la optimización y la sustitución de entradas de capital y mano de obra, fomentando la innovación e impulsando la creación y la reinversión de riqueza. (La IA también creará algunas externalidades negativas y costes de transición, pero se compensarán con sus beneficios).
Estimamos que la IA y el análisis de datos podrían elevar la producción total del planeta en cerca de $13 billones para 2030, aumentando la tasa anual del crecimiento del PIB global en más de un punto porcentual. Más aún, nuestros estudios sugieren que la IA rendirá sus mayores beneficios si se centra en el crecimiento impulsado por la innovación y su difusión va acompañada de medidas de gestión proactiva. En particular, volviendo a capacitar a los trabajadores para que tengan las habilidades necesarias para prosperar en la nueva era.
A medida que la IA contribuya a un mayor crecimiento del PIB, es probable que se eleven las prestaciones sociales. Estimamos que la IA y las tecnologías relacionadas con ella podrían mejorar el bienestar social entre un 0,5 y un 1% al año entre hoy y 2030. Sería similar al impacto social de las olas previas de adopción tecnológica, incluida la revolución de la información y las comunicaciones.
La IA podría ayudar a mejorar muchos aspectos del bienestar humano, desde la seguridad laboral y los estándares materiales de la calidad de vida a la educación y la sostenibilidad ambiental. Su mayor aporte a este respecto bien podría darse en las áreas de la salud y la longevidad: el desarrollo de medicamentos impulsado por IA es mucho más veloz que el basado en investigación convencional. Y la gestión del tránsito por IA puede reducir el impacto negativo de la polución del aire entre un 3 y un 15%.
Uno de los aspectos más interesantes de la IA es su potencial de dar respuesta a una amplia gama de retos sociales. Aunque la tecnología no es ninguna panacea, podría ayudar a que el planeta alcance la totalidad de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Entre las aplicaciones de IA que se están probando en terreno se encuentran iniciativas para ayuda para catástrofes, seguimiento de contrabandistas (incluidos los traficantes de seres humanos) y ayuda para el desplazamiento de las personas no videntes. Y el sistema de detección de enfermedades por IA puede identificar el cáncer de piel igual o mejor que un dermatólogo profesional.
Sin embargo, con todo este potencial, la IA también representa importantes desafíos a los que hay que responder. Las tecnologías mismas todavía están en las etapas tempranas de su desarrollo y se necesitan más avances para hacer que estén más ampliamente disponibles. Y existen considerables problemas de disponibilidad de datos, lo que afecta la calidad de los modelos de IA.
Un área crucial de preocupación es el impacto de la IA y la automatización sobre el trabajo. En general, creemos que habrá trabajo suficiente para todos, y que se ganarán más empleos que los que perderán como resultado de las nuevas tecnologías. Pero las autoridades deberán gestionar transiciones y retos significativos ocasionados por la adopción de la IA a niveles nacional, regional y local.
En el escenario de adopción más rápida, hasta 375 millones de trabajadores en todo el mundo deberán cambiar de categorías ocupacionales para 2030, mientras unos 75 millones se verán afectados en un escenario intermedio. La naturaleza de casi todos los empleos cambiará, a medida que las personas interactúen más estrechamente con máquinas inteligentes en el lugar de trabajo. Para ello serán necesarias nuevas habilidades que plantearán a las empresas y autoridades el gran desafío de formar y volver a capacitar a gran escala a la fuerza de trabajo. Y a medida que crezca la demanda de empleos de alta cualificación, los trabajadores con habilidades más básicas podrían quedar atrás, lo que empeoraría la brecha de desigualdad de los ingresos y los salarios.
La propagación de la IA también dará origen a difíciles dilemas éticos, algunos de los cuales se relacionan con el uso y potencial abuso de la tecnología en áreas como las aplicaciones militares y de vigilancia, las redes sociales y la política. Los algoritmos y los datos que se usan para entrenarlos pueden introducir nuevos sesgos, o perpetuar e institucionalizar los actuales. Otra preocupación crucial es la que representan la privacidad de los datos y el uso de información personal, la ciberseguridad y los deep fakes (“engaños profundos”) que se podrían usar para manipular resultados electorales o perpetrar fraudes a gran escala.
A pesar de estos retos, la IA puede generar un inmenso valor para todos nosotros, si las autoridades y las empresas actúan con rapidez e inteligencia para aprovechar sus beneficios y mitigar sus inevitables riesgos. La largamente esperada “primavera de la IA” puede estar llegando finalmente, pero debemos estar preparados para manejar su inicio con cuidado.
James Manyika is Chairman of the McKinsey Global Institute and a senior partner in McKinsey & Company’s San Francisco Office. Jacques Bughin is a director of the McKinsey Global Institute and a McKinsey senior partner based in Brussels. Traducido del inglés por David Meléndez Tormen.