La Primavera Demográfica ha comenzado

El interior de España lleva años vaciándose ante la alicaída mirada de los vecinos que, por edad o por arraigo, deciden permanecer en sus pueblos. Un cajero automático que desaparece, una línea de autobús que reduce su frecuencia, una tienda que echa el cierre... Las señales de alerta han sido muchas y muy variadas, pero ha hecho falta tiempo para concienciar al conjunto de la sociedad. Hoy ya no cabe dudar: la pérdida de población no es asunto sólo de los municipios que mueren, sino que se trata de un problema cuya solución nos atañe a todos.

A Europa, en ocasiones, se le reprocha que haya llegado tarde a esta cita. La lucha contra la despoblación, al fin y al cabo, pudo parecer materia secundaria en tiempos en que se tuvo que lidiar con una inmensa crisis humanitaria o con las consecuencias de la crisis económica, a pesar del extraordinario trabajo que se hizo en el Comité de las Regiones y otros foros.

Sea como fuere, lo cierto es que revitalizar nuestras zonas rurales ya no es un mero apunte a pie de página en la agenda europea, ni lo volverá a ser jamás. Este miércoles aprobamos la posición de la Eurocámara sobre el nuevo Reglamento de los fondos FEDER y de Cohesión. Queda consagrada en un informe -del que he sido ponente en nombre del Partido Popular Europeo- que será clave para poder combatir la despoblación con financiación comunitaria.

No en vano, en el texto pedimos que sea obligatorio destinar el 5% de los fondos FEDER a luchar contra los desafíos demográficos que ponen en jaque nuestro futuro. El objetivo es estimular el desarrollo rural y la cohesión territorial, para que vivir en Mieres (Asturias) o Candeleda (Ávila) no suponga mayores dificultades que hacerlo en Madrid o Barcelona.

La sede de la soberanía europea reconoce así que la realidad no se puede ignorar por más tiempo: el desierto demográfico avanza sin pausa y la lista de provincias en agonía es cada vez más extensa. Ya no es sólo que el vaciamiento rural afecte a los servicios esenciales o al empleo, sino que también puede tener graves consecuencias de carácter medioambiental y cultural. La conservación del medio natural depende de la presencia de personas que se dediquen a ello; necesidad que se hace vital en verano, cuando las altas temperaturas elevan el riesgo de incendios. De la misma manera, nuestro patrimonio histórico y artístico requiere de cuidados sin los cuales nos arriesgamos a perder iglesias, castros celtas y demás maravillas.

Por todo ello, era imperativo sentar las bases para que podamos adentrarnos en una primavera demográfica que frene la despoblación y consolide un sistema de bienestar basado en la libertad, las oportunidades y la igualdad de todas las familias, independientemente de dónde vivan. Hay que fijar población en el campo, y debe hacerse de la mejor manera posible.

A mi juicio, toda estrategia de repoblación debe poner a las personas en el centro. Esto es, la solución pasa por garantizar que quienes deseen construir su proyecto de vida en los núcleos rurales, puedan hacerlo. Hay que facilitar la inversión empresarial; mejorar las infraestructuras, el transporte y los servicios públicos, sobre todo en relación a la educación y la sanidad; ofrecer salidas laborales a los jóvenes y a los parados de larga duración; y habilitar más y mejores ayudas para las familias que quieran criar a sus hijos lejos de la ciudad.

En 2019, a todo ello hay que sumarle el empoderamiento digital. Vivimos en un mundo híper conectado en el que la accesibilidad a internet es clave para cerrar la brecha geográfica, pues con buena conexión se puede trabajar casi desde cualquier lugar. Además, reforzar la competitividad de las áreas rurales empieza por facilitar la exportación de productos locales.

Así, entre las medidas impulsadas desde Bruselas en los últimos años destaca especialmente el programa Wifi4EU. Gracias a él, unos 2.800 municipios medianos y pequeños -entre ellos Yecla (Murcia), Talavera la Real (Badajoz) o Fuenterrebollo (Segovia)- recibirán bonos de hasta 15.000 euros para habilitar puntos de acceso gratuito a internet.

Esta iniciativa se enmarca dentro de la apuesta comunitaria por los Pueblos inteligentes, pensada para hacer más fácil emprender en el campo. Por ejemplo, en el área del ecoturismo, que tan bien se sirve de la economía colaborativa y de las plataformas digitales; o en la de la excelencia alimentaria, potenciando la agricultura inteligente y el comercio electrónico.

La clave está en fomentar los modelos que mejor estimulen los tejidos locales. Hace dos años, propuse a la Comisión que explorase fórmulas para apoyar decididamente el coworking rural y los hubs digitales más allá de las ciudades, desde la convicción de que espacios de este tipo resultan cruciales para atraer a la juventud. No en vano, que los jóvenes se marchen y los mayores permanezcan hacen dos caras de una misma moneda: mientras en las ciudades sube el precio de la vida, la falta de gente dificulta mantener los servicios básicos en el campo.

En todo caso, para que las estrategias contra el vaciamiento puedan tener éxito a largo plazo, es preciso incentivar los estudios demográficos; y no sólo en España, sino a lo largo y ancho de la Unión. Máxime cuando toda Europa se enfrenta al shock de la demografía diferencial: mientras la población del resto del mundo crece rápidamente y se vuelve más joven, la de Europa mengua y envejece.

En el caso concreto del trabajo de los eurodiputados españoles, investigaciones como la de Serranía Celtibérica han resultado claves. Gracias, por ejemplo, a su mapa de áreas escasamente pobladas, hemos constatado que “la zona cero” de la despoblación europea es el Señorío de Molina de Aragón, con sus 2,63 hab/km2. Ello nos ha permitido reforzar nuestros argumentos de cara a las negociaciones, que no han sido ni mucho menos un camino de rosas.

Así las cosas, finalmente esta semana hemos logrado no sólo que se reconozca la lucha contra la despoblación como una prioridad a nivel europeo, sino también que se blinden recursos presupuestarios para llevarla a cabo. Lo que queremos es que no haya excusa y que todos los niveles de la Administración tengan que pasar, sí o sí, del dicho al hecho.

Pero aún no está todo ganado. Para que lo aprobado por la Eurocámara llegue a buen puerto, en la próxima legislatura será clave continuar por esta senda. Tendremos por delante arduas negociaciones interinstitucionales en las que será crucial contar con aliados -también en el Gobierno de España- que conozcan en profundidad el problema.

Tras las elecciones europeas de mayo, habrá que volver a pelear por que nuestro país tenga voz -y una voz protagonista- en este proceso. El camino será duro, pero al menos sabemos que ya no podrá haber marcha atrás: las primeras piedras las hemos dejado puestas. La primavera demográfica que devolverá la vida a la España vaciada ha comenzado.

Ramón Luis Valcárcel es eurodiputado del PP y vicepresidente del Parlamento Europeo.

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