La princesa asesinada de Pakistán

La han matado, ¿pero quién? Los islamistas son los sospechosos obvios, pero tras el atentado anterior ella dejó muy claro que acusaba al actual dictador militar, el general Pervez Musharraf. Benazir Bhutto era lo que en Europa llamaríamos una princesa. Los Bhutto son una rica y poderosa familia de la oligarquía paquistaní. Crearon un partido cuya retórica estaba calculada para atraerse a la vez a las clases medias ansiosas de un régimen liberal pero estable y también a las masas depauperadas de Pakistán. Ese camino les llevó muy lejos porque en un país donde la población se ha triplicado en poco más de 40 años, y sigue creciendo al mismo ritmo, lo que sobran son masas depauperadas.

En circunstancias normales los Bhutto, los Sharif y otros caciques habrían cumplido su ciclo vital siguiendo un esquema previsible de planteamiento-nudo-desenlace:

Planteamiento: encandilar a las masas con un discurso demagógico y populista.

Nudo: Una vez en el poder, llenar los cargos con parientes y amigos, robar a rienda suelta y en general descuidar las tareas de gobierno.

Desenlace: Las masas desengañadas les echan del poder. Entonces puede surgir en su lugar otra horda de ladrones que repiten el ciclo o una clase política más profesional.

Por desgracia, en Pakistán las circunstancias no son normales. Los militares gobiernan en la sombra y de vez en cuando dan golpes de Estado, lo que impide el normal desarrollo nacional y la maduración de la clase política. Cuando las cosas van mal son los militares los que cargan con la culpa. Un excelente ejemplo fue Zulfikar Ali Bhutto. Cuando la provincia ultramarina de Bangladesh amenazó con declararse independiente, los militares respondieron con una política de aniquilación y exterminio de toda la elite educada, que prefiguraba las masacres de los Jemheres Rojos en Camboya. La crisis llevó a Pakistán a la guerra con India en 1971, a la derrota y a la pérdida definitiva de Bangladesh. Ali Bhutto había respaldado las masacres. Sus manos estaban tan manchadas de sangre como las de los uniformados. Sin embargo, Bhutto subió al poder como gobernante democrático, presentándose como la cara nueva y limpia de un Pakistán humillado y deshonrado. Sus antiguos cómplices le dejaron gobernar cinco años antes de dar otro golpe de Estado y ejecutarle con excusas.

A la muerte sin hijos varones de Ali Bhutto, el liderazgo del Pakistan People's Party -PPP-, recayó forzosamente en la hija mayor del difunto, Benazir. Cuando los militares tuvieron que abandonar el poder en 1988, Benazir pudo ganar limpiamente las elecciones. Durante los siguientes once años, Benazir y su principal rival, Nawaz Sharif, ocuparon dos veces cada uno la presidencia. Ambos líderes robaron a mansalva y la corrupción se expandió por doquier.

Por supuesto hubo algunas diferencias. Benazir Bhutto hizo realmente algunos esfuerzos por los derechos de las mujeres. En cambio, Sharif apoyó con todas sus fuerzas la islamización a ultranza de la sociedad paquistaní y llegó a prohibir que los medios de comunicación mencionasen que las mujeres tenían derecho al divorcio. Sin embargo, ambos se dedicaron a saquear el país. Cuando acababa uno, llegaba el otro y la gente esperaba que las cosas cambiasen para mejor, pero en vano. Al final, la participación electoral cayó por debajo del 25%. Entonces, en 1999, el general Musharraf dio un golpe de Estado, no porque fuera un patriota enérgico que pretendiese meter la escoba a fondo, sino porque Sharif le había destituido. El grueso del ejército le respaldó porque Sharif había cometido la imprudencia de intentar meterles en cintura.

Ocho años después, la historia se ha repetido. Los abusos de los militares han lavado la imagen de la clase política. A estas alturas, Bhutto y Sharif deberían estar totalmente desprestigiados, reemplazados por otros partidos y otros líderes, pero el sistema político caciquil y la represión militar no dejan espacio para que surjan hombres nuevos.

En cuanto al integrismo, es algo ajeno al Islam paquistaní, tradicionalmente culto y moderado. Los integristas jamás votarían por una mujer, pero Benazir lograba mayorías aplastantes. La escuela teológica deobandi, inspiradora de los talibanes, vivía encapsulada en sí misma, sin influencia sobre el conjunto de una sociedad a la que consideraba poco menos que infiel. El integrismo ha crecido por la crisis galopante y el apoyo de los militares, que pretendían usar a sus miembros como carne de cañón y han criado a los cuervos que ahora pretenden sacarles los ojos. Sin embargo, los integristas sólo son realmente fuertes en las regiones fronterizas habitadas por la etnia pastún. Los talibanes afganos eran todos pastunes. Más que un movimiento integrista, el talibanismo podría considerarse un intento de los pastunes de conquistar por la fuerza tanto Afganistán como Pakistán.

Volvamos al principio: ¿Quién ha sido? Ahora que Benazir Bhutto ha muerto y Sharif no puede presentarse porque no fue incluido en la amnistía otorgada a favor de Bhutto, ¿quién sale ganando? Los integristas se llevan la culpa, ¿pero quién se lleva el premio, es decir, el poder? Hay algo muy raro en este atentado. El suicida cargado con explosivos es típicamente integrista, pero lo que mató a Benazir fueron unos disparos.

En 1965, Pakistán tenía 50 millones de habitantes. Ahora son 165 millones. A este ritmo Pakistán tendrá más de 400 millones en menos de 30 años. Piénsenlo y tiemblen.

Juanjo Sánchez Arreseigor