La Princesa en los Ejércitos y la Armada

Los ciudadanos acabamos de recibir la noticia de los planes del Rey, junto a la Reina, aprobados sin ambages por el Gobierno, sobre la formación y carrera militares de la Princesa de Asturias, «con la satisfacción de conocer su voluntad, interés e ilusión en recibir esa formación», según reza el comunicado de la Casa de Su Majestad el Rey.

La importancia de la formación militar de la Heredera de la Corona se puede sintetizar racionalmente en tres binomios de cualidades. Preparación y responsabilidad; porque la Jefatura del Estado implica la condición de mando supremo de las Fuerzas Armadas. El hecho de que la Princesa Leonor, como futura Reina, vaya a ser, además de Jefa del Estado, «mando supremo de las Fuerzas Armadas» (artículo 62.h de la Constitución), requiere que tenga un conocimiento exhaustivo y profundo de los Ejércitos y la Armada, y su misión como garantes de la soberanía, independencia y defensa de España. Y dado que la posición del Rey se basa en la 'auctoritas', para que la futura Reina pueda ejercer como «capitán general del Ejército de Tierra, de la Armada y del Ejército del Aire», y constituirse en natural y efectivo enlace entre los poderes civil y militar, debe ser respetada. Y la mejor forma de ganarse el respeto en dicho ámbito es mediante una adecuada formación militar. Se trata casi de una obligación y una necesidad constitucionales.

La Princesa en los Ejércitos y la Armada
NIETO

Por otro lado, la educación castrense proporcionará a la Princesa de Asturias una enseñanza integral, muy valiosa en diversos aspectos, que aporta virtudes y capacidades excepcionales, como liderazgo, austeridad, trabajo en equipo, disciplina y defensa de los valores de la Constitución, «y facilita los cometidos de representación que deberá asumir, como Heredera de la Corona»; y la ayudará también a conocer mejor España y a los españoles, a los que está llamada a integrar en el futuro como Reina.

Continuidad y ejemplaridad; porque mantiene la senda de Su Majestad el Rey Don Felipe VI, su padre, y está en consonancia con la tradición de las otras casas reales europeas. Muestra el compromiso y la voluntad de Doña Leonor con las obligaciones que asumirá un día y con las características de la Institución monárquica. La Familia Real tiene una larga tradición de servicio y vinculación con las Fuerzas Armadas. Se debe proseguir con este largo y relevante nexo. Felipe VI recibió una formación similar y está verificando un reinado excepcional. Una educación así forma seguramente parte de los ingredientes de una receta de éxito para la Heredera de la Corona.

La dureza y exigencia de tal formación serán también nítidos ejemplos para todos los españoles de la dedicación y preparación de la Princesa en su devenir, «teniendo en cuenta las exigencias de su alta representación y su condición de Heredera de la Corona de España». Además, en las otras monarquías occidentales «es una tradición ampliamente observada y compartida que los futuros Jefes de Estado desarrollen una carrera militar y, en ese marco, reciban una formación de esa naturaleza».

Modernidad y empatía; porque la presencia de la mujer en las Fuerzas Armadas constata la realidad de igualdad y vanguardia en la sociedad. Es un auténtico gesto y ejemplo de igualdad –esto sí– entre mujeres y hombres, y, en términos de opinión pública, en el juego de contraste entre una Princesa y el Ejército, esta aproximación vence incluso al antimilitarismo más recalcitrante.

En una sociedad avanzada y democrática como la española, gran parte de la vigencia de la Corona pasa por la legitimidad de ejercicio de sus titulares (actual y potencial) y, en ese sentido, que la Princesa adquiera su formación militar tal y como está previsto es una acción legitimadora. Diferentes encuestas realizadas por entidades solventes, tanto públicas como privadas, consideran a las Fuerzas Armadas entre las instituciones mejor valoradas de España; ello pese a la crisis de credibilidad que atraviesan muchas instituciones democráticas (especialmente, los partidos políticos y los sindicatos). Aspecto que realza la excelente impresión que la ciudadanía española tiene de sus Ejércitos y su Armada.

Cumple también subrayar el valor simbólico de la decisión anunciada el 14 de marzo, desde la libre aceptación de Doña Leonor; porque es incuestionable el horizonte icónico desde el que se configura la Jefatura del Estado en la Monarquía Parlamentaria. Y una Princesa no puede ni debe olvidar la incidencia de sus actos en el simbolismo en que se fundamenta su condición presente y en el que descansará su 'auctoritas', cuando sea la Reina. Y más en un país como el nuestro, donde la Corona y su significado simbólico son un «elemento de la Constitución sustancial española» (Lucas Verdú).

Sería importante y necesario que, habiendo como hay tantos centros públicos y privados de enseñanza, desde infantil hasta universitaria y, en algunos niveles, asignaturas obligatorias orientadas a la formación cívica de los ciudadanos, se contemplen de forma suficiente y veraz en sus planes o acometan iniciativas específicas para explicar adecuadamente la dimensión constitucional de la Monarquía Parlamentaria y de la Corona, y, dentro de ella, la importancia de una formación militar de la Princesa Heredera, para que las generaciones españolas del presente, ciudadanos del mañana, comprendan un aspecto clave para la realización de una sociedad basada en la libertad y la democracia.

Y todo esto sin perder la perspectiva de que, siendo la formación militar importantísima, es parte del servicio a España de la Heredera de la Corona y de lo que la Constitución establece como funciones y competencias del Jefe del Estado. Ese todo es completo y, a buen seguro, la Princesa de Asturias, luego de su decisivo trienio en las Fuerzas Armadas, continuará con un proceso educativo y de formación que aborde los demás aspectos necesarios para convertirse en una extraordinaria Reina de España.

La notoria dimensión pública de los actos de la Heredera de la Corona está, pues, sometida al cumplimiento de unas exigencias que sólo le afectan a ella. Como escribió Pedro de Vega en esta misma página, «gravita sobre los Reyes y los Príncipes del presente una singular paradoja. Liberados constitucionalmente de responsabilidades políticas en su comportamiento como hombres públicos, para no perder su configuración simbólica, no están exentos, sin embargo, de las obligaciones y responsabilidades que la dignidad y la majestad reales imponen a su conducta». Nada ha variado veintidós años después de esta afirmación. Dicha paradoja, si cabe, se ha perfilado con más fuerza.

Daniel Berzosa López es jurista y embajador de la Marca Ejército.

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