La promesa de una paz duradera

Al asumir Ian Paisely y Martin McGuinness las responsabilidades de gobierno en Irlanda del Norte, vemos finalmente materializarse las esperanzas ofrecidas por el Acuerdo de Viernes Santo de 1998. Para una isla a menudo plagada de un exceso de historia, esto supone un movimiento espectacular y sin precedentes hacia el futuro.

El camino ha sido difícil hasta alcanzar este punto. Desde la firma en 1998 del Acuerdo de Viernes Santo, hemos tenido que abordar muchos temas que afectaban su aplicación. Ha supuesto un enorme reto superar la falta de confianza entre las dos comunidades, separadas por tantos años de enemistad y violencia.

Sin embargo, desde entonces hemos visto acontecimientos que han transformado la situación totalmente. El IRA ha puesto fin a su campaña armada y ha desmantelado sus armas. Ha habido un riguroso proceso de reforma de la policía y el respaldo a ésta por parte todos los partidos. La infraestructura del conflicto ha desaparecido con una enorme reducción en el número de tropas, en las bases militares, y la demolición de las torres de seguridad que habían ido surgiendo en el campo y zonas urbanas.

Los Gobiernos británico e irlandés han trabajado mano a mano para impulsar este proceso hacia adelante hasta llegar a la etapa en que hemos alcanzado hoy, una etapa en la que todos los partidos de Irlanda del Norte, de ambas tradiciones, están plenamente comprometidos y dispuestos a compartir el poder en el Gobierno autonómico.

Esta es la solución: compartir el poder en Irlanda del Norte y un acuerdo marco para la cooperación con el resto de la isla de Irlanda. Se trata de un acuerdo político que respeta los derechos, las opiniones políticas y las tradiciones de ambas comunidades. Aparte de esto, existe un consenso arrollador sobre la forma en la que se llevaría a cabo cualquier cambio en el estatus de Irlanda de Norte: solamente con el consentimiento libre de la población, norte y sur.

Por supuesto que aun hay trabajo por hacer. El conflicto ha dejado su legado, pero el futuro prometedor de este nuevo comienzo es inequívoco.

En este momento es importante que reconozcamos el papel enormemente positivo que ha jugado Europa, ayudando a lograr la paz y el progreso en Irlanda, un papel que queda subrayado por la oportuna visita a Belfast la semana pasada del presidente de la Comisión Europea, señor Barroso.

La Unión Europea ha sido descrita como el mecanismo más importante para la resolución de conflictos en la historia. En el caso de Irlanda del Norte, nuestros socios europeos han dado su inquebrantable apoyo político y material al trabajo para la paz, para hacer de los beneficios de ésta una realidad en Irlanda del Norte.

El proyecto europeo estableció un contexto esencial para Irlanda del Norte, dándoles espacio a las dos comunidades y a sus dirigentes para imaginar nuevas soluciones y nuevos futuros.

Y de esto ha tratado el proceso de paz: los gobiernos, la comunidad internacional, los dirigentes empresariales, los grupos comunitarios, las iglesias y los votantes, todos ellos cambiando el contexto en el que existía la política en Irlanda del Norte hasta que el único espacio legítimo que quedaba fuera un espacio compartido: pacífico y democrático.

Y allí, en ese espacio, los partidos encontraron la libertad y el mandato para entrar a gobernar juntos.

Irlanda del Norte ha pasado de ser un sinónimo de violencia y división a ser la escena de uno de los procesos de paz más exitosos del mundo. Ha tenido muchas ventajas sobre otros conflictos mucho más devastadores, sobre todo en lo relativo a la atención y el apoyo internacionales. Pero el Gobierno irlandés está comprometido a devolver este apoyo haciendo todo lo posible por apoyar los esfuerzos de la comunidad internacional para poner fin a conflictos en otras situaciones alrededor del mundo.

No existe un modelo Irlanda del Norte que se pueda trasponer en su totalidad a otras situaciones, pero sí existe tal vez un ejemplo de un conflicto insoluble, en un momento dado y en un lugar dado, que llegó a solucionarse de manera pacífica y justa.

Reitero que hay aun trabajo por hacer en Irlanda del Norte, y estamos comprometidos a ello, pero creo que los acontecimientos de hoy son una poderosa señal de que existen el consenso y la voluntad para hacer de ésta una paz que resista los retos venideros. Es un día que muchos de nosotros pensamos que jamás veríamos, pero, ahora que está aquí, estamos empeñados en seguir adelante en la construcción de un futuro mejor para todos.

Bertie Ahern, primer ministro de Irlanda.