La promoción 2020

En junio de 1992 terminaba mi carrera, y recuerdo aquella primavera con gran intensidad a pesar de los años transcurridos. Me resulta difícil recordar ninguna otra primavera con tanto detalle. Las ultimas clases, los últimos profesores. Los exámenes finales y aquella reválida. Recuerdo la emoción del acto de graduación, las fiestas de fin de curso, los abrazos, las lágrimas. Recuerdo que era el año de la Expo de Sevilla y recuerdo también que cuando terminamos la carrera la gran mayoría de los compañeros no teníamos ofertas de empleo. 1992 fue un año de estancamiento y muchísimo paro, solo aliviado por la Expo, previo a la crisis de 1993. Pero no es comparable a la situación actual.

Hoy miro a la  singular promoción que termina este año sus estudios universitarios y siento empatía. Muchos experimentan frustración. Frustración se define como el sentimiento que se genera en un individuo cuando no puede satisfacer un deseo o una ilusión planteada. Tantos años estudiando, tanto esfuerzo hecho en el caso de tantas familias, tantas promociones previas colocándose en puestos envidiables… y ahora nos encontramos con la mayor recesión de los tiempos modernos, con empresas que cierran o recortan, con tanto paro… ¿Dónde se encontrarán los trabajos de esta generación? Una realidad sin piedad que frustra muchos planes.

Una vez oí a una pedagoga decir que «educar es frustrar en pequeñas dosis». Y me hizo pensar mucho… ¿Por qué hay que frustrar para educar? Y la propia vida me ha ido dando tantas respuestas de este porqué que me he convertido en una conversa a la causa de la frustración, y de su renacer: la resiliencia. Necesitamos entender que no todo es posible ni controlable en la vida, que hay límites, que no somos dioses, que el dinero no lo compra todo, y que no somos ni más ni menos que nuestros compañeros de viaje… que la vida, antes o después, enseñará su lado amargo. La persona entrenada en el reto, en la dificultad, en la superación de las situaciones traumáticas, es sensible, tiene autodominio, ayuda a los demás, crece en humildad, en el momento de la prueba muestra su mejor cara. Pero me he preguntado con frecuencia, en los tiempos modernos, con tantas comodidades, poder adquisitivo, bienestar, ¿dónde está la escuela de la frustración? Esta generación que todo lo tiene, ¿cómo adquiere esos valiosos aprendizajes?, ¿cómo generaran resiliencia?

Y hete aquí que, casi sin margen de maniobra, nos hemos visto arrollados por una pandemia y un virus nos ha traído una crisis cuyas dimensiones aún no podemos calibrar. Hete aquí una promoción (y ¡generación!) que repentinamente se ha visto sumergida en la escuela de la frustración: escasean las ofertas de trabajo, ni rastro de las divertidas despedidas, ni de los viajes al extranjero, ni fiestas ¡ni abrazos! Cosas pequeñas, y no tan pequeñas, que pasan inadvertidas y que ahora valoramos más que nunca.

Pero esta situación se convertirá en una gran ventaja. En una ventaja diferencial. Se atribuye a Albert Einstein haber dicho que «(…) la crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis donde nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar superado». No me atrevo yo a llamar bendición a las situaciones de crisis, pero, siendo que está ya aquí, sí quiero creer que va a traer creatividad y emprendimiento. Por ejemplo, parece que Newton desarrolló gran parte de sus aportaciones científicas por poner pausa a su vida y confinarse en su hogar tras un brote de peste…

Salman Khan, en su libro «La escuela del mundo», se hace eco de las investigaciones que encuentran que el 65 por ciento de los niños tendrá trabajos que aún no se han inventado. Vivimos en una época de constante cambio, cambio que se ve acelerado en las circunstancias actuales, pero que ya estaba aquí. Sigue Salman Khan: «Si no podemos predecir lo que los jóvenes necesitarán saber dentro de diez años, todo lo que les enseñemos es menos importante que cómo les enseñemos a autoeducarse»; y a enfrentarse a la vida, añado. Sus actitudes, sus aprendizajes de superación, colaboración, trabajo en equipo, emprendimiento… resiliencia… al final, ¿será esta una promoción bendecida por aprendizajes tan exclusivos que solo se ofrecen en la escuela del mundo a las generaciones elegidas?

Decía el emperador chino de Fa-Mulan, en la épica película de Disney, que «las flores que han florecido bajo la adversidad son las más bellas». Esta promoción resurgirá como el ave fénix. Creará, apreciará la vida, producirá nuevos modelos de negocios, y nos llenará de esperanza a todos. Las aguas volverán a su cauce, y los aprendizajes de tiempos de crisis no se olvidarán.

María Teresa Corzo Santamaría es decana de la Universidad Pontificia de Comillas.

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