La reaparición mortal de la malaria

La impresionante disminución en la cantidad de muertes a causa de la malaria desde inicios del presente siglo es uno de los grandes éxitos de salud pública de los últimos años. Gracias a inversiones concertadas y destinadas a la prevención, diagnóstico y tratamiento, el número de personas que mueren debido a esta enfermedad cada año ha disminuido en un 60% desde el año 2000, salvándose así más de seis millones de vidas.

Y, sin embargo, el momento en el que el sueño de eliminar la malaria parece estar más cerca de hacerse realidad, una creciente resistencia a los medicamentos se constituye como una amenaza a estos notables logros. En Camboya  surgió la resistencia al más eficaz medicamento contra la malaria, la artemisinina y dicha resistencia se está propagando a lo largo de la región del delta del Mekong.

Si no se llevan a cabo acciones eficaces y oportunas, esta nueva forma de malaria resistente se propagará – un patrón que ya ha ocurrido dos veces con los antiguos medicamentos contra la malaria. Los gobiernos, las organizaciones internacionales, los grupos de la sociedad civil y las empresas deben tomar medidas urgentes para evitar una epidemia de malaria resistente y, consecuentemente, evitar que se repita un suceso doloroso.

Con el fin de retrasar la propagación de la resistencia por un período de tiempo que sea lo suficiente largo como para permitir que nuevos fármacos sean puestos al servicio de las personas, se debe lograr un objetivo urgente a corto plazo: prevenir que la resistencia se asiente en el sur y el sudeste de Asia, evitando que la enfermedad se propague a otros lugares. Si la historia sirve de guía, la resistencia a la artemisinina podría desplazarse hacia la India y de allí al África subsahariana y al resto del mundo, poniendo millones de vidas en riesgo y décadas de avance en peligro.

En la década de 1950, surgió una resistencia a otro medicamento, la cloroquina, a lo largo de la frontera entre Tailandia y Camboya. Lo mismo sucedió en la década de 1970 con la sulfadoxina-pirimetamina (SP). Desde el sudeste de Asia, la resistencia a la cloroquina y a la SP se extendió a la India, y desde allí a África y a gran parte del resto del mundo. Millones de personas murieron a consecuencia de ello, la mayoría de ellas fueron niños pequeños africanos.

Las consecuencias de una resistencia generalizada a la artemisinina serían igualmente devastadoras. Incluso los cálculos más conservadores pintan un panorama sombrío. Un estudio determinó que su propagación podría dar lugar a más de 116.000 muertes adicionales cada año y a aproximadamente $417 millones de dólares en costos médicos y pérdidas de productividad que se vinculan a dicha situación – una cifra que se adiciona y aumenta los $12 mil millones en pérdidas de productividad que la malaria ya cuesta en el África subsahariana cada año.

A pesar de que la preocupación ha echado amplias raíces durante los últimos ocho años, no se ha contenido la resistencia a la artemisinina. Por el contrario, ahora se ha detectado en Camboya, Vietnam, Laos, Tailandia y Myanmar, en la frontera oriental de la India.

Se ha dado un muy bienvenido aumento en el apoyo de los donantes, en particular el apoyo que brinda la Iniciativa Regional contra la Resistencia a la Artemisinina, financiada por una donación de $100 millones del Fondo Mundial de Lucha contra el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria. Pero, el lento fortalecimiento de las intervenciones de control convencionales no está demostrando ser capaz de avanzar a un ritmo que supere al de la propagación de la resistencia.

Para dar fin a la malaria, necesitamos un frente mundial unido contra los impulsores de la resistencia. De manera adicional a los esfuerzos para contener la resistencia a la artemisinina en la subregión del Gran Mekong, se necesita una acción que vaya más allá. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, a partir de noviembre del año 2015, las autoridades sanitarias nacionales en seis países africanos y en Colombia aún no habían retirado sus autorizaciones de comercialización de monoterapias de artemisinina oral – que es un importante impulsor de la resistencia.

Será necesario un mayor compromiso del sector privado. Hasta diciembre del año 2015, veintiún fabricantes de medicamentos que fueron consultados por la OMS todavía no habían aceptado mediante acuerdo detener la producción de monoterapias de artemisinina oral. Más de dos tercios de estas empresas se encuentran en Asia.

Las empresas farmacéuticas que se basan en la investigación también deben invertir en la próxima generación de medicamentos contra la malaria. Mientras que muchos tratamientos basados en la artemisinina siguen siendo eficaces, en algún momento tendrán que ser reemplazados – o dichos tratamientos correrán el riesgo de convertirse en parte del problema.

A través de una asociación público-privada con el Consejo de Desarrollo Económico de Singapur, el Instituto Novartis de Enfermedades Tropicales ha llevado a la formación de un consorcio de investigación con este objetivo preciso. El esfuerzo ya ha encontrado dos prometedores nuevos candidatos a fármacos antimaláricos que en la actualidad se encuentran en la Fase 2 de ensayos clínicos – estas nuevas clases de compuestos tratan a la malaria en formas distintas a las formas que la tratan las terapias de hoy en día y, por lo tanto, tienen el potencial para combatir la resistencia que surge a los fármacos.

En términos más generales, las asociaciones de desarrollo de productos, tales como la Iniciativa Medicamentos para Enfermedades Olvidadas y la “Medicines for Malaria Venture” (Empresa conjunta de medicamentos contra la malaria), están reuniendo a socios académicos, farmacéuticos y financiadores para brindar nuevos tratamientos potenciales para enfermedades olvidadas. Estas colaboraciones pueden actuar como guías para que compuestos prometedores atraviesen por el largo y costoso proceso de desarrollo y aprobación de medicamentos.

Hoy en día, se están desarrollando otros dos compuestos antimaláricos en Fase 2 de ensayos clínicos con el apoyo de “Medicines for Malaria Venture” – uno en asociación con Takeda Pharmaceuticals y los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos y otro con la compañía farmacéutica francesa Sanofi.

Podemos estar ganando muchas batallas contra la malaria, pero existen señales de advertencia familiares que indican que podríamos perder la guerra. La actual propagación de la resistencia a la artemisinina en Asia amenaza la vida de los niños en África en el mañana. Es por eso que necesitamos acciones eficaces para prevenir la propagación de la resistencia a la artemisinina, incluyéndose entre dichas acciones inversiones urgentes en la próxima generación de tratamientos contra la malaria. Si no prestamos atención a la historia de la malaria, podemos estar condenados a repetirla.

Thierry Diagana is Head of the Novartis Institute for Tropical Disease in Singapore.
Nick White is Professor of Tropical Medicine at the Mahidol Oxford Tropical Medicine Research Unit in Bangkok.
Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos.

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