La reconquista en España no es de Vox, es de las mujeres

 El 15 de enero de 2019, en Madrid, se organizó una protesta feminista contra el partido de extrema derecha Vox. Credit Susana Vera/Reuters
El 15 de enero de 2019, en Madrid, se organizó una protesta feminista contra el partido de extrema derecha Vox. Credit Susana Vera/Reuters

La ultraderecha salió definitivamente del clóset en España. Y lo ha hecho a través de un partido llamado Vox, que en las reciente elecciones autonómicas en Andalucía, una de las comunidades más influyentes del país, sorprendió al irrumpir con doce escaños, lo que permitió una alianza con los otros dos partidos de derecha para formar gobierno en el sur.

En el discurso de su líder, Fernando Abascal —un hombre que en un anuncio titulado Reconquistar España aparece montado en un caballo— puede encontrarse todo el paquete de intolerancias y discriminaciones de la derecha sumado a su perfil nacionalcatolicista, pero lo que mejor le ha funcionado ha sido mostrarse abiertamente antifeminista. Esa retórica, sin embargo, ha encontrado un freno poderoso: el movimiento de mujeres.

Entre los acuerdos a los que llegó Vox con sus aliados de la derecha tradicional en Andalucía, el Partido Popular y Ciudadanos, está la eliminación de la ley de memoria histórica por los crímenes del franquismo, la deportación de migrantes e impulsar la reforma educativa. Pero hasta ahora no han podido con su afrenta legal contra las mujeres que prometieron en campaña: eliminar la ley de violencia de género ahora mismo podría ser una jugada demasiado temeraria.

Los miembros de Vox han apelado a la nostalgia por los tiempos franquistas y han legitimado un conservadurismo sin complejos. Por lo mismo no han dudado en posicionarse en contra de las llamadas “feminazis” y su “ideología de género” —su discurso también es homófobo y tránsfobo— para atraer a esos hombres reaccionarios, que son quienes mayoritariamente los votan: de diez votantes de Vox, siete son hombres.

Ante este panorama, las únicas que parecen estar en situación de oponer un relato propio y de gran alcance son las mujeres: fueron ellas las que encarnaron las luchas que hicieron posibles conquistas en España como el voto femenino, el divorcio, la ley de identidad de género, el matrimonio igualitario, el aborto legal y la defensa de estos avances cuando sucesivos gobiernos conservadores intentaron dar pasos atrás.

En la batalla retórica que ahora afronta el feminismo español con Vox es indispensable no aminorar la defensa de los casi noventa años de reivindicaciones y derechos que han hecho de España un país conocido por su progresismo.

En la península algunas cosas habían cambiado en los últimos años: dos mujeres —las alcaldesas Manuela Carmena y Ada Colau— están al frente de los gobiernos de las dos ciudades más importantes de España, Madrid y Barcelona— y el Consejo de Ministros del gobierno de Pedro Sánchez tiene mayoría femenina. Quizás ese cambio es precisamente lo que ha terminado de encender las alarmas de la masculinidad en crisis: la demostración de fuerza del movimiento feminista en las calles y en las instituciones en el país tenía que detenerse.

Para regresar a los tiempos en que la mujer estaba relegada al papel de buena esposa, madre y católica, Vox ha diseñado un plan de gobierno muy específico, que incluye, además de derogar la ley de violencia de género, la abolición de la ley del aborto e incorporar incentivos a la natalidad.

¿Cómo convencer al resto de la población de la necesidad de esas reformas? Su estrategia ha sido hasta ahora apoyarse en un puñado datos dudosos y noticias falsas.

Los representantes de Vox mienten al decir que existen tantos hombres agredidos violentamente como mujeres, mienten cuando aseguran que es una violencia equivalente, mienten cuando dicen que se deben implementar medidas para evitar denuncias falsas por violencia de género y mienten cuando dicen que los hombres que son víctimas están siendo discriminados por las políticas de Estado. Lo cierto es que el año pasado se perpetraron 47 feminicidios en España, frente a una decena de hombres asesinados por mujeres, de los cuales 20 por ciento fueron en defensa propia. Según la Fiscalía, de las 1.055.912 denuncias por violencia de género que hubo entre 2009 y 2016, apenas el 0,0075 por ciento fue falsa.

Lo más peligroso del discurso de Vox no es que sus seguidores llamen a la cacería de feminazis, sino que ha conseguido que lo que antes eran consensos generales en España ahora se pongan en duda: la convicción de que el Estado debe combatir la violencia de género, la noción de que las mujeres son maltratadas y asesinadas solo por el hecho de serlo y que ese es un problema estructural. Lo han hecho al confundir la terminología —han querido mezclar violencia intrafamiliar y de género, por ejemplo— o al amenazar con cambiar la constitución.

Hace unos días asesinaron a una mujer de 25 años que paseaba a sus perros. Unas semanas antes, la violación y brutal crimen de otra joven, Laura Luelmo, a manos de su vecino, volvieron a sacudir a la sociedad española. Podrán usar cifras falsas para atacar a quienes denuncian la violencia de género, pero los cuerpos de mujeres asesinadas siguen apareciendo cada semana como recordatorios de que no se está haciendo lo suficiente para erradicarla.

En 2018, seis millones de trabajadores acataron la huelga feminista del 8 de marzo y se calcula que medio millón de personas marcharon en distintas ciudades españolas ese día. En aquel momento, todos los partidos políticos reconocieron la influencia del feminismo, se subieron al carro de color morado en busca de votantes y manifestaron empatía por nuestra lucha, incluso la derecha que ahora pacta con Vox.

El día en que juramentaron al partido ultra en el parlamento andaluz, se organizó una manifestación nacional feminista contra el pacto de las tres derechas y ya se ha anunciado una protesta masiva para el próximo 8 de marzo. Además, se han sumado a la marcha de mujeres los movimientos antirracistas y por los derechos de los migrantes.

Pero no solo las manifestaciones y las organizaciones de base son herramientas de lucha, también la participación electoral empieza a verse como una alternativa más o menos inevitable para detener los avances de los partidos misóginos. Cuando están a punto de cumplirse 88 años desde que las mujeres lograron el voto en España, y a pocos meses de los decisivos comicios municipales de mayo, las votantes podrían lograr hacer frente común contra la derecha antifeminista y ganarles en las urnas.

Al final, sin embargo, queda lo fundamental: la batalla por el relato. Las mujeres y los colectivos oprimidos, migrantes y LGBTQI+, que la ultraderecha ataca en su agenda discriminatoria, deberán trabajar en bloque para neutralizar el mensaje emocional, provocador y falso de los reaccionarios y contraponer un relato igual de eficaz pero verdadero que haga impensable volver sobre los derechos ya conquistados por las mujeres.

Gabriela Wiener es escritora y periodista peruana. Es autora de los libros Sexografías, Nueve lunas, Llamada perdida y Dicen de mí.

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