La recuperación educativa en Asia después de la COVID

En toda la región de Asia y el Pacífico, los alumnos y sus padres respiran con alivio al ver que las escuelas vuelven a abrir sus puertas y regresan gradualmente a las clases presenciales. Pero ahora viene el momento de la verdad: si no logran recuperar las significativas pérdidas educativas que sufrieron durante la pandemia de la COVID-19, los alumnos podrían ver reducidas sus posibilidades de generación de ingresos a lo largo de sus vidas, y eso podría crear un perjuicio económico sustancial para toda la región.

El nuevo año académico comenzará en muchos países asiáticos en unos pocos meses y los gobiernos deben mitigar con urgencia esos déficits de aprendizaje fortaleciendo las escuelas y las redes de seguridad social. Aunque muchas escuelas ofrecieron aprendizaje remoto durante la pandemia, fue un sustituto inadecuado de la capacitación presencial, especialmente en los países en vías de desarrollo. Según las estimaciones del Banco Asiático de Desarrollo, los alumnos perdieron en Asia más de medio año de aprendizaje real, en promedio.

Los costos de la inacción son elevados. Si no se soluciona la pérdida de educación de los estudiantes, su productividad será menor a lo largo de sus vidas laborales y eso implicará una pérdida de ingresos agregada estimada en USD 3,2 billones (en dólares constantes de 2020), lo que equivale al 13 % del PBI de los países asiáticos en vías de desarrollo en 2020.

Las pérdidas educativas durante la pandemia no se distribuyeron de forma pareja, por lo que revertirlas será un desafío aún mayor. Las niñas y los alumnos de los hogares más pobres tienen problemas desproporcionadamente mayores con el aprendizaje remoto (debido a su menor acceso a computadoras, Internet, padres u otros adultos que puedan ayudarlos, y un entorno favorable al estudio en el hogar). Por otra parte, a menudo los hacen abandonar la escuela cuando pasan dificultades económicas, algo que muchos hogares asiáticos experimentaron durante la pandemia.

Por ello, las pérdidas de aprendizaje estimadas para los estudiantes del 20 % de los hogares más pobres en los países asiáticos en vías de desarrollo superan por un tercio a las de los estudiantes del 20 % de los hogares más ricos, y se estima que las pérdidas en su capacidad de generar ingresos a lo largo de sus vidas sean un 47 % mayores. Se prevé que las niñas perderán un 28 % más de sus ingresos futuros que los varones.

Para reducir esas disparidades y minimizar las pérdidas totales, los gobiernos de la región deben mejorar la calidad educativa, cubrir las brechas de aprendizaje y brindar apoyo a los estudiantes desfavorecidos. Como primer paso, es fundamental garantizar la vuelta segura a las clases presenciales y evitar así una mayor pérdida de aprendizaje. Esto puede implicar la ampliación de las aulas para permitir una distancia social adecuada, garantizar la ventilación apropiada, instalar estaciones sanitarias y para el lavado de manos, programar las comidas para evitar los amontonamientos, y detectar síntomas de COVID-19. Las escuelas a las que principalmente asisten alumnos con bajos ingresos tienen necesidades de inversión mayores para implementar esas mejoras y debieran recibir más apoyo financiero.

Un segundo paso es utilizar la educación dirigida y el seguimiento frecuente del progreso de los alumnos para contrarrestar la pérdida aprendizaje. En Bangladés, por ejemplo, las mentorías individuales durante la pandemia permitieron mejorar las nociones elementales de cálculo aritmético el 33 %, y el alfabetismo en inglés, el 52 %, respecto de los alumnos que no tuvieron acceso a ellas. Los beneficios fueron mayores en el caso de los alumnos pobres, más atrasados en los estudios y cuyos padres tenían un menor nivel educativo.

Incluso antes de la COVID-19, los estudios con grupos de control aleatorizados en la India, Ghana y Kenia revelaron que los programas educativos que ajustan la educación a los niveles de aprendizaje específicos de los alumnos (en vez de usar un plan de estudios uniforme e invariable) mejoraron significativamente sus resultados en las evaluaciones. Algunas tecnologías, como el programa informático MindSpark, pueden personalizar el contenido educativo para los alumnos y ofrecer una enseñanza personalizada y muy eficaz. La experiencia durante la pandemia también mostró que movilizar a la familia, las comunidades y los voluntarios para apoyar los resultados educativos puede acelerar el aprendizaje de los niños.

Para mejorar las oportunidades de aprendizaje de los alumnos más pobres —y, con ello, sus oportunidades en la vida— también es necesario reducir la brecha digital. Con la pandemia, la infraestructura digital se tornó aún más importante para la educación y las comunicaciones, y es más probable que los alumnos desfavorecidos prosperen si cuentan con acceso adecuado al equipamiento, los programas informáticos y la conectividad que necesitan.

Se pueden implementar campañas de alfabetización digital específicas para las niñas, y los gobiernos pueden trabajar con los proveedores de servicios de Internet para ofrecer un acceso más asequible, incluso mediante subsidios. En Sri Lanka, el gobierno llegó a un acuerdo con los proveedores de servicios de Internet para brindar acceso gratuito a los sistemas de gestión del aprendizaje de universidades mientras las escuelas están cerradas, aumentando así más del 90 % la participación de los alumnos de educación superior en el aprendizaje en línea.

Fortalecer las redes de seguridad social para alentar la asistencia a las escuelas también es algo fundamental. Los programas de alimentación en la escuela y de transferencias de efectivo para cubrir los gastos educativos reducen las tasas de deserción de los alumnos desfavorecidos y alientan a quienes dejaron de asistir a la escuela a reinscribirse. Antes de la pandemia, un programa de transferencias de efectivo destinadas a la educación de niñas en Bangladés aumentó en más de tres años, en promedio, la asistencia escolar de las participantes.

Finalmente, los responsables de las políticas en Asia deben incorporar flexibilidad y capacidad de recuperación ante las emergencias en los sistemas educativos. Habrá nuevos problemas. Los países deben tener la capacidad de pasar a la educación remota en poco tiempo y todos —los docentes, padres, alumnos y administradores— deben estar preparados. Las innovaciones educativas derivadas de los cierres de escuelas debido a la pandemia, como las mentorías telefónicas de los alumnos, se pueden incorporar a los planes de estudios regulares para preparar a los alumnos para la próxima interrupción de las clases presenciales.

Las alternativas son claras: podemos dejar que una generación de estudiantes asiáticos quede aún más rezagada y pague el precio de la pérdida de aprendizaje, o asegurarnos de que todos los alumnos reciban la educación que necesitan. Ayudar hoy a los jóvenes a hacer realidad su potencial es la mejor manera de garantizar que la región sea más equitativa y próspera para todos.

Albert Park is Chief Economist at the Asian Development Bank. Traducción al español por Ant-Translation.

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