La redefinición del desarrollo sostenible

Albert Einstein dijo en una ocasión que en caso de tener sólo una hora para encontrar una solución de la cual dependiese su vida, pasaría los primeros 55 minutos de dicha hora definiendo el problema. Una vez que supiera cuál es la pregunta correcta a formular, podría resolver el problema en menos de cinco minutos.

Hoy en día, la humanidad se enfrenta a un problema análogo que amenaza la vida: ¿cómo vamos a proporcionar nutrición adecuada y calidad de vida digna a una población mundial que se prevé va a superar los nueve mil millones hasta el año 2050, sin dañar irreparablemente nuestro sistema de soporte vital planetario? Para encontrar una solución, debemos empezar por aclarar el problema.

Los seres humanos han alterado de manera fundamental los ecosistemas de la Tierra. Al interferir con los ciclos del carbono, nitrógeno, agua y fósforo, la actividad humana cambia la atmósfera, los océanos, los medios acuáticos, los bosques y las capas de hielo, y disminuye la biodiversidad. De hecho, los efectos de la conducta humana sobre los ecosistemas del planeta han llegado a ser tan significativos en los últimos siglos que muchos científicos creen ahora que el planeta ha entrado en una nueva era geológica, denominada como el Antropoceno.

Como las consecuencias ambientales de la actividad humana son cada vez más evidentes, también lo es la responsabilidad que la humanidad tiene para mitigarlas. El año pasado, en la Cumbre de la Tierra de las Naciones Unidas en Río de Janeiro, los líderes mundiales acordaron la creación de un conjunto de Objetivos de Desarrollo Sostenible que sean universales, mismos que modificarían el ámbito en el que se desenvuelva la política económica en el futuro con el fin de salvaguardar nuestro sistema de soporte vital. Esto es fácil de decir. Pero ¿por dónde se debe empezar?

Durante casi tres décadas, se ha definido el desarrollo sostenible como el desarrollo que satisface las necesidades del presente, sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer sus necesidades. Las políticas relacionadas han reflejado el punto de vista que indica que el desarrollo sostenible se apoya sobre tres pilares iguales: la economía, la sociedad y el medio ambiente.

Pero ya no se puede mantener esta visión. Tal como indica el proyecto de informe sobre cambio climático del Programa de Investigación sobre Cambio Global de los Estados Unidos, algunos tipos de manifestaciones climáticas se han tornado más comunes y más intensas en los últimos años. En el año 2012 solamente, el hielo marino del Ártico cayó a un nuevo mínimo derritiéndose un área mayor a la extensión de los EE.UU.; olas de calor sin precedentes golpearon a Australia y otras áreas; inundaciones nunca antes vistas afectaron a China y Japón, y el Reino Unido tuvo su año más húmedo en la historia documentada. Sin embargo, las respuestas a nivel mundial continúan siendo inadecuadas.

Se necesita un nuevo enfoque. En lugar de columnas separadas de desarrollo sostenible, se debe ver a la economía como una ciencia al servicio de la sociedad, misma que a su vez se desarrolla dentro de un ambiente natural seguro. Visto de esta manera, se debe redefinir el desarrollo sostenible como “el desarrollo que satisface las necesidades del presente, y que al mismo tiempo salvaguarda el sistema de soporte vital de la Tierra, del cual depende el bienestar de las generaciones actuales y futuras”. Después de todo, un planeta saludable y pujante es un requisito previo para una vida sana y próspera.

Se ha iniciado de forma seria el proceso de identificación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, mismos que se planifica entren en vigor en el año 2015. La semana pasada, se reunieron representantes de 69 países en la ONU en Nueva York, y un grupo de expertos se reúne esta semana. Los objetivos deben representar metas medibles y alcanzables que se extiendan más allá de las políticas nacionales; dichos objetivos deben servir de inspiración a los gobiernos regionales y locales, a las empresas, a la sociedad civil y a las personas que se encuentran todo el mundo para que cambien su comportamiento. Todos ellos deberían crear objetivos para la humanidad que se basen en valores compartidos –y en la ciencia pertinente.

Esta semana, mis colegas y yo publicamos un informe denominado Sustainable Development Goals for People and Planet (Objetivos de Desarrollo Sostenible para las personas y el planeta), que describe lo que se requiere. Identificamos seis objetivos universales para el desarrollo sostenible: vidas y medios de subsistencia, seguridad alimentaria, sostenibilidad del agua, energía limpia, ecosistemas saludables y buena gobernanza. El siguiente paso es definir metas mensurables, tales como una mejor vida para los habitantes de los barrios pobres o la reducción de la deforestación. El progreso auténtico en cualquiera de las seis áreas meta requiere de un enfoque integral, con políticas que abarcan los ámbitos económico, social y ambiental.

Por ejemplo, la erradicación de la pobreza implica la provisión de alimentos, agua, energía y acceso a un empleo remunerado. Sin embargo, para suministrar energía a todos, será necesario suspender los subsidios a los combustibles fósiles y a la agricultura no sostenible. Además, el logro de la seguridad alimentaria es imposible si no se tienen sistemas y prácticas agrícolas que no sólo apoyen a los agricultores y produzcan alimentos suficientes para satisfacer las necesidades nutricionales de las personas, sino que también preserven los recursos naturales; por ejemplo, al prevenir la erosión del suelo y depender del uso de fertilizantes de nitrógeno y fósforo que sean más eficientes.

Los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que concluirán en el año 2015, tuvieron éxito porque condujeron la financiación y los recursos internacionales hacia el abordaje de un conjunto específico de temas relacionados a la pobreza. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible deben ir un paso más allá. De manera similar al ejercicio de reflexión de Einstein, muchas vidas dependen de esto.

David Griggs is Director of the Monash Sustainability Institute (MSI) in Australia. Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos.

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