La reencarnación del astuto Ulises

Si me hubieran dicho que Pedro Sánchez sería la reencarnación del mitológico, astuto y ladino héroe de la Guerra de Troya y el artífice del engaño bélico más recordado de la historia de la humanidad –Ulises y su famoso «Caballo de Troya»– jamás me lo hubiera imaginado y mucho menos creído.

La reencarnación es la «creencia consistente en que la esencia individual de las personas (alma o espíritu) empieza una nueva vida en un cuerpo o forma física diferente después de la muerte biológica». La creencia en la reencarnación ha estado siempre presente en la humanidad desde la antigüedad y en la mayoría de las religiones.

A semejanza de Ulises –Rey de Ítaca– Sánchez es un auténtico y experto maestro en hacer uso de la palabra para engañar y seducir a todos los que se cruzan en su camino político. Es en lo único en que se parece. Su capacidad para engañar y mentir raya en lo patológico, sobre todo si con ello consigue su fin: mantenerse en el poder a toda costa, pese a quien pese y caiga quien caiga. Para conseguirlo y conservarlo es inmisericorde hasta con sus propios amigos y compañeros de partido. No olvidemos cuál es su naturaleza y cuáles son sus principios. Y ya saben lo que decía Groucho Marx: «Estos son mis principios y si no les gustan... tengo otros».

Su poder de engaño se parece muchísimo al de Ulises y radica en su astucia. En relación con lo anterior se reafirma el carácter falaz y embustero de lo que dice y hace. No actúa mostrando de frente sus intenciones, sino de modo sigiloso y subrepticio e, incluso, pareciendo enemigo de su propio bando, si eso le favorece. Por eso suelo afirmar que Sánchez miente hasta cuando nos miente.

Se cuenta que Ulises antes del viaje a Troya, para evitar ir a la guerra, quiso engañar al mensajero de los hermanos Atridas disfrazándose de chica. Sin embargo éste lo descubrió al mostrarle una cantidad de juguetes entre los que iba una flamante espada y diciéndole que eligiera el que más le gustaba de todos. Ulises cayó en la trampa, pues sin dudarlo, se decidió por la espada. Sánchez –en las elecciones a secretario general del PSOE, en la sede madrileña de Ferraz– también intentó engañar a sus propios compañeros falsificando votos a su favor detrás de una cortina.

Ulises engañó a los troyanos construyendo un gran caballo de madera en cuyo vientre se ocultaron los más aguerridos hoplitas griegos y les convenció de que el caballo era un regalo que la diosa Atenea les hacía, e incluso –simulando una falsa retirada de las naves griegas– les hizo creer que el asedio a Troya –tras diez largos años– había llegado a su fin. Una vez introducido el caballo dentro de los muros de la ciudad, llegada la noche, los «mirmidones» –que tras la muerte de Aquiles se convirtieron en el ejército de élite acaudillado por Ulises– salieron del caballo y pasaron a cuchillo a los troyanos.

Sánchez no ha tenido que recurrir a ninguna de las astutas estratagemas urdidas por el sagaz Ulises. Le ha bastado con mentirnos en todo y a todos, derogando o modificando leyes constitucionales punitivas, creando nuevas leyes (las de la memoria histórica y democrática), pactando con los partidos separatistas e independentistas –que quieren ver a España desunida y rota– y ofreciéndoles generosas prebendas políticas, jurídicas e incluso económicas para con su apoyo seguir gobernando, mantenerse en el poder y, sobre todo, seguir teniendo bajo su control los pilares de la democracia: el poder ejecutivo, legislativo, el judicial y también el llamado «cuarto poder» o de libertad de prensa. Le ha bastado con convocar elecciones generales un 23-J, en plena canícula y que, además, en esa fecha no solo la mitad de España estaría de vacaciones, sino que, además de ser el principal puente del verano –el de Santiago Apóstol–, era festivo en las comunidades de Castilla y León, Galicia, Navarra y el País Vasco.

Aparte de contar con la posible abstención, Sánchez ha aprovechado la misma fuerza electoral, la condición de favorito de Feijóo, y la casi certidumbre que mostraban muchos medios y encuestas demoscópicas de que PP y Vox alcanzarían la mayoría absoluta, para convertir todo ello en flaquezas del PP. El grito de: «¡A las barricadas que viene la ultraderecha!» ha surtido efecto.

Aparte de todo esto, el PNV –el partido de la derecha liberal y demócrata cristiana cuyo lema tradicional es «Jaungoikoa eta lege zaharra» («Dios y la ley vieja»)– fue uno de los partidos políticos que, en 2020, tras traicionar a Rajoy, votó a favor de la investidura de Pedro Sánchez a presidente de gobierno. Ha vuelto, sin ser Vellido Dolfos, a traicionar otra vez a Alberto Núñez Feijóo bajo la inconsistente excusa de un futuro pacto con Vox, el partido de Abascal, a quien el gobierno Frankenstein de Sánchez se ha preocupado muy mucho en calificarlo de «ultraderecha». Ahora que Abascal ha dicho que va apoyar la candidatura de Feijóo sin pedir «nada a cambio», es cuando vamos a descubrir la auténtica cara del PNV, sin caretas ni tapujos.

El PNV no es un partido político convencional; es, más bien, un movimiento (una religión, y no precisamente laica) capaz de amoldarse a las circunstancias de cada momento para obtener las máximas ventajas políticas y los mejores privilegios económicos.

Y, más allá de que a veces muestre su rostro más independentista y en otras ocasiones ofrezca una cara más pragmática y autonomista, su único objetivo es el fortalecimiento de Euskadi como entidad política y seguir obteniendo más y mejores ventajas políticas y económicas a través de su representación en el Congreso de los Diputados, ventajas que siempre hace valer muy hábil e inteligentemente. De ahí que yo cuando me refiero a él, lo hago con el calificativo del partido «fenicio» por excelencia. Yo que Feijóo confiaría en el apoyo del PNV del mismo modo que confío en las palabras de Sánchez cuando nos dice que «España y su economía van como una moto». Aunque toda comparación es odiosa, en esta ocasión, me quedo con la personalidad del héroe troyano glosado por el gran Homero en la Odisea y en la Ilíada.

Pedro Manuel Hernández López es médico jubilado, periodista y exsenador por Murcia.

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