La reforma de la ley electoral

En los últimos meses se habla de desafección de los ciudadanos respecto a la política. Dicha desafección se manifiesta, entre otras formas, mediante la abstención, aunque las causas de la abstención electoral son diversas y no podemos saber el porcentaje de abstencionistas que tiene como causa real la desafección política.

Téngase en cuenta que la media de participación en las sucesivas elecciones al Parlamento de Catalunya está entorno al 60% y que en las encuestas del Centre d'Estudis d'Opinió (enero del 2008), el 68% de los encuestados consideran que los políticos buscan su propio beneficio, y el 71%, que los políticos no tienen en cuenta lo que piensa la gente. Por otra parte, hay un voto claramente desafecto que es el voto en blanco: personas que acuden a votar, pero que no desean hacerlo por ninguna de las opciones que se presentan a las elecciones.

Actualmente, para elegir a los diputados, ya sea en las elecciones generales o en las elecciones al Parlament, se utiliza un sistema electoral que se denomina de listas cerradas y bloqueadas, mediante el cual los electores podemos elegir una de las listas que presentan los diversos partidos políticos. Salen elegidos los candidatos en función del número de votos obtenidos por cada lista, según el orden que ha establecido la dirección del partido político correspondiente.

Con el sistema actual, prácticamente ningún elector conoce a sus representantes, más allá del cabeza de lista. Se vota a un partido o a un líder político. Este sistema ha colaborado en la consolidación de la democracia, fortaleciendo notabilísimamente a las respectivas direcciones de los partidos políticos. Actualmente, este sistema se aplica solo en Portugal y en países que han accedido recientemente a la democracia, como Bulgaria, Polonia, Rumanía y Serbia.

Como un elemento más para favorecer la participación electoral y hacer una democracia más participativa, sería conveniente modificar el sistema electoral, para que los ciudadanos puedan elegir no solo a la opción política que deseen, sino también directamente qué personas deben ejercer su representación. Los ciudadanos deben poder elegir a su candidato por las razones que estimen convenientes: su interés por los asuntos de la circunscripción, su mejor preparación, etcétera, porque, sin duda, hay candidatos mejores y candidatos peores. Sería muy interesante ver cuántos votos obtiene cada candidato, es decir, quién tiene mayor representatividad.

Hace algunos meses, un grupo de expertos compareció en el Parlament para exponer una propuesta técnica que sirviese de base para la elaboración de una ley electoral para Catalunya, que, por cierto, es la única comunidad autónoma del Estado que no tiene ley electoral propia.

Los expertos abogaron por las denominadas listas desbloqueadas con voto preferencial. En este sistema de voto, cada elector podría marcar, de entre la lista de un partido determinado, aquellos candidatos que considerase más adecuados. De cada lista saldrían elegidos los candidatos más votados. Los diputados deberían su escaño, por una parte, a que su partido los habría incluido en la lista electoral y, por otra, a que los electores, directamente, los habrían elegido frente a otros candidatos del mismo partido.

Un sistema de efectos parecidos al anterior, que facilita un mayor conocimiento de los candidatos por parte de los electores, es el sistema de doble voto, que se utiliza en Alemania. En él, los electores disponen de dos votos. Con el primero votan la lista del partido político que desean, y del recuento total de estos votos se establece proporcionalmente el número de escaños que corresponden a cada partido político. Con el segundo voto se elige, en circunscripciones de pequeño tamaño, a un candidato de entre los presentados por los diversos partidos políticos. Sale elegido el candidato que obtiene más votos. El pequeño tamaño de la circunscripción permite que los votantes conozcan a los candidatos que se presentan. Del total de escaños que corresponden a cada partido, de acuerdo con el primer voto, el otorgado a una lista, se atribuyen en primer lugar los escaños a aquellos candidatos que han ganado en las circunscripciones pequeñas. El resto de escaños, hasta completar el número total que corresponde a cada partido, se atribuyen a los candidatos de la lista del partido.

El resultado de esta operación es que la Cámara es proporcional al número de votos obtenidos por cada formación política, y que una buena parte de los diputados han sido elegidos personalmente por los electores.

Aunque ningún sistema electoral es perfecto, las fórmulas expuestas otorgan mayor poder a los electores, porque con su voto eligen personalmente a buena parte de los diputados, y estos, para ser reelegidos, deberán atender en primer lugar a los electores de su circunscripción, sin perjuicio de su vinculación al partido político del que forman parte.

Francesc Pau Vall, profesor de Ciencia Política de la Universitat Pompeu Fabra.