La reforma de la reforma bancaria

Por Howard Davies, ex presidente de la Autoridad de Servicios Financieros del Reino Unido y ex gobernador adjunto del Banco de Inglaterra. Actualmente director de la London School of Economics. Su libro más reciente es Banking on the Future: The Fall and Rise of Central Banking. Traducción de Kena Nequiz (Project Syndicate, 18/04/11):

En los últimos tres años se han derramado océanos de tinta (o de bytes) sobre la formulación de programas para resolver el problema de los bancos que son "demasiado grandes para quebrar".  Muchos académicos y expertos han criticado a los reguladores y a los banqueros centrales por su incapacidad para entender los atractivos evidentes de la llamada “banca estrecha”, un restablecimiento de la separación entre la banca comercial y la banca de inversión/mercantil de la era Glass-Steagall, o de aumentar fuertemente los requisitos de capital. Si se adoptara uno solo de esos remedios, el mundo sería un lugar más seguro y feliz y los contribuyentes ya no correrían el peligro de tener que rescatar a los irresponsables financieros.

En respuesta, los banqueros tienden a argumentar que cualquier interferencia en sus negocios sería un ataque inadmisible contra su derecho humano inalienable de perder el dinero de los accionistas y depositantes del modo que más les plazca. Además, sostienen que el costo de cualquier aumento de los requisitos de capital sencillamente se transmitiría a los deudores mediante tasas de interés más elevada, lo que haría que la economía se detuviera en seco.

Lo anterior podría describirse como un diálogo de sordos, pero la mayoría de las personas sordas logran comunicarse bastante bien mediante señas y otros medios.

En este terreno ferozmente disputado hace su entrada la Comisión Bancaria Independiente del Reino Unido, establecida el año pasado por el Secretario de Hacienda, George Osborne, con el mandato de examinar las posibles reformas estructurales al sistema bancario orientadas a salvaguardar la estabilidad financiera y la competencia. Preside la Comisión John Vickers, rector del All Souls College de Oxford, que es de lo más distinguido que hay en los círculos académicos británicos. Participa junto a él Martin Wolf del Financial Times, lo que permite suponer que habrá una buena recepción en las páginas financieras.

El informe provisional de la Comisión, que se publicó el 11 de abril, es lúcido y agudo. También demuestra de modo convincente que todos los remedios propuestos tienen costos significativos. El lector se ve obligado a deducir que, después de todo, tal vez los reguladores no hayan sido tan torpes.

Un punto obvio es que es difícil encontrar una relación clara entre la estructura de la industria financiera y el éxito o el fracaso en la crisis. A algunos bancos universales les fue bien, a otros mal. Algunos bancos de inversión prosperaron (en el caso de Goldman Sachs, tal vez demasiado), otros se colapsaron. Algunos bancos abiertos al público en general quebraron, como Northern Rock, mientras que otros permanecieron a flote (por ejemplo, la filial de Santander en el Reino Unido).

Vickers descarta algunas de las opciones más seductoras. La banca estrecha, que supone que los depósitos del público en general se guarden en entidades separadas, respaldados exclusivamente con activos seguros y líquidos como los bonos del gobierno, no se ve bien bajo el microscopio de All Souls. Advierte que “los costos sociales serían significativos”, puesto que se perderían las sinergias entre la recepción de depósitos y el otorgamiento de créditos. Y es casi seguro que los gobiernos tendrían que hacerse cargo también de algunos bancos de crédito, por lo que los supuestos beneficios en términos de aislar el dinero del público no se harían efectivos.

A Vickers tampoco le agrada la llamada “banca de objeto limitado”, en la que toda la deuda está titularizada de hecho. “Habría una disminución del valor agregado económico debido a la intermediación”, y los créditos a las pequeñas y medianas empresas resultarían perjudicados.

Tampoco hay una opinión favorable en cuanto a limitar directamente el tamaño de los bancos. ¿La norma de Volcker? “Es poco probable que el impacto fuera positivo en el Reino Unido” o, implícitamente, en ningún lugar fuera de los Estados Unidos.

La Comisión se detiene un poco más en el modelo Glass-Steagall, pero tampoco se muestra plenamente satisfecha: “los costos de una total separación podrían ser mayores de lo necesario para abordar los problemas,” en parte debido al potencial surgimiento de "economías de alcance entre los servicios bancarios de inversión abiertos al público en general y los corporativos.” Además, “la total separación eliminaría todos los beneficios de la diversificación intrabancaria y acabaría de ese modo con la posibilidad de que una parte del grupo pueda salvar a otra."

En ese punto del informe, los lectores en las salas de juntas de los bancos británicos esperaban una victoria fácil en tres sets. El profesor, que detenta el título de Sir, recibiría las Llaves de la Ciudad (Freedom of the City of London) –un honor poco conocido pero apreciado que permite al titular cruzar el puente de Londres con un rebaño de ovejas.

Sin embargo, el asunto no acaba bien. Una reforma que sí sería favorecida es lo que la comisión describe como “protección de las operaciones de banca abierta al público en general.” El impacto sería que se impondría a los bancos que llevan a cabo actividades de este tipo en el Reino Unido el requisito de realizarlas en una filial capitalizada por separado. Los requisitos de capital para esa filial serían más onerosos, con un mínimo de capital de nivel 1 del 10%, en comparación con la nueva norma de Basilea 3 del 7%.

Dicho requisito impondría costos a los bancos universales al limitar su capacidad de transferir capital dentro del grupo. Se desconoce la magnitud de estos costos, pero los precios de las acciones de los bancos que podrían verse afectados (Barclays y el Royal Bank of Scotland, en particular) aumentaron cuando se publicó el informe, lo que sugiere que no son tan altos como se temía.

La principal ventaja del esquema es que se combina perfectamente con otras reformas que están en proceso en Basilea. La protección de las operaciones de banca abierta al público en general tiene más sentido si va aparejada con un nuevo régimen de resolución, que permitiría a la filial estar vinculada sin que haya contagio en el grupo. Si se logra llegar a un acuerdo de rescate paralelo que permita a los tenedores de acciones compartir la carga, estaríamos cerca de una reforma inteligente y poco costosa que puede ser bien recibida en el mercado –y que las instancias de regulación tendrían una verdadera oportunidad de gestionar.

Los que quieren bancos a la medida, incluso si ello resultara perjudicial para ellos mismos, no están contentos con Vickers. Sin embargo, al ofrecer una evaluación honesta y rigurosa de las principales propuestas de reforma, la Comisión Bancaria Independiente ha contribuido con un servicio invaluable y merece que se le reconozca por ese trabajo tan elegante.

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