La reforma del sistema político español

La campaña electoral más caliente y abierta de la joven democracia española se acerca a su final y a pesar de que los resultados previsibles causarán llantos y lamentos de ingobernabilidad e inestabilidad, está claro que la ingobernabilidad no existe. Muchos lamentarán que no hubiera una mayoría clara, dando por hecho que esa mayoría clara les debería haber tocado a ellos.

Cuando pase el show electoral y se sequen en las papeleras los Klínex de las primeras lágrimas de los que soñaron con más, habrá que volver o empezar a hablar de política. Tras tres años de insinuaciones de reforma constitucional e improvisaciones al respeto toca poner la carne en el asador y no basta con lanzar campanas de 140 caractéres al vuelo.

El sistema político que mana de la Constitución provisional del 78 fue bueno para el momento crucial en el que el pueblo español cambiaba sin muertos ni guerras por medio su destino. Pocas veces en la historia lo habíamos logrado y ese es el gran mérito de aquella constitución inacabada, sus padres y quienes la aceptaron. Hoy no tenemos que empezar de cero ni hay militares y terroristas que nos hagan temer por el éxito de nuestro proyecto, no obstante fue necesaria una tremenda crisis política e institucional y su consecuente crisis económica, para que reconociéramos la necesidad de seguir desarrollando la constitución provisional que tan grandes servicios nos ha prestado.

Es evidente que habrá que arreglar el tema territorial en la dirección que sea. Alguien tendrá que explicar lo que es un estado federal y cuál es la diferencia de un estado descentralizado. Si vamos hacia un estado federal habrá que definir las competencias que los estados le darán a la federación, si optamos por un estado central descentralizado tendremos que definir las competencias que el Estado cederá a las Comunidades Autónomas. No quedará más remedio que introducir instrumentos de control democrático y participación ciudadana en una constitución que estaba prevista para pasar los poderes de un caudillo a unos partidos fuertes y dirigidos por políticos profesionales. En definitiva, habrá que entrar en la segunda fase de democratización de España.

Uno de los temas será sin duda reforma el Senado, para que la constitución que lo declara representación territorial no quede en papel mojado, pisado por quienes pretende defenderla.

El tema que también saldrá a relucir, precisamente en los resultados del 20D será el obsoleto sistema electoral. La forma de elegir el Congreso de España padece dos graves errores e injusticias. Una, la menor, es el famoso sistema de recuento D'Hondt, un método matemático que favorece en el reparto de los escaños dentro de la circunscripción electoral a los partidos más grandes. Esta injusticia tiene fácil remedio ya que este problema se ha dado en muchos países y los matemáticos han desarrollado modelos más representativos. Desde 'www.reforma13.es' se propone el método de Saint e-Laguë que se aplica en la mayoría de los países nórdicos, en varios Bundesländer alemanes y cantones suizos. Resolver un problema matemático debería de ser lo de menos, bastante más difícil será el acuerdo sobre la injusticia mucho más grave que residen en el reparto de las circunscripciones y sus tamaños.

En este tema se enfrentan dos visiones completamente opuestas. Por un lado hay quienes defienden la circunscripción unipersonal de distrito y en el otro bando luchan los defensores de la circunscripción única. Como casi siempre en política ambas partes tienen un poco de razón, los dos conceptos tienen grandes ventajas y grandes inconvenientes. Para facilitar la comprensión se pueden imaginar los lectores que en un caso España sería un bote en el que entre todos metemos 350 bolas de colores y en el otro caso España serían 350 botes con una bola cada uno.

Elegir a los diputados en circunscripciones unipersonales de distrito garantiza el vínculo directo entre el ciudadano que delega y el ciudadano que obtiene el mandato. El diputado sabe a qué distrito se debe y sus vecinos sabe quién es su diputado, esta cercanía mejora el contacto y la permeabilidad de la política a la vez que favorece el rendimiento de cuentas y la asunción de responsabilidad. La inmensa desventaja es que lleva directamente al bipartidismo (véase USA y UK) y viola insoportablemente el concepto de la representatividad. Aparte es una gran pérdida de potencial y recursos humanos, ya que si coinciden 2, 3 o 4 ciudadanos en el mismo distrito que destacan por sus cualidades políticas solo uno puede llegar a ser diputado mientras en distritos con menos talentos, forzosamente tendrá que salir elegido alguien, aunque sea "malo".

La elección de un parlamento en una circunscripción única es ideal para que la composición del parlamento sea casi representativa (la representatividad perfecta no es posible, porque sería cruel cortar diputados en lonchas). En este modelo se garantiza que un partido que obtiene un 15% de los votos tenga más o menos un 15% de los escaños, mientras que en el modelo anterior y muy posible y probable que el partido que tiene 15% de los votos no tenga ni un diputado o puede tener mucho más del 155 de los escaños, según lo repartidos que estén en el territorio sus votantes. Las inmensas desventajas de la circunscripción única es que la responsabilidad se diluye y no existe ningún vínculo entre el ciudadano elector y el ciudadano electo. Aparte existe el gran peligro, de que al final todos los diputados sean de la provincias más pobladas, sobre todo si hubiera (y ojalá haya algún día listas abiertas).

Desde Reforma13, proponemos un compromiso (deformación de quienes aprendimos la política en Suiza). Consideramos oportuno que haya circunscripciones electorales lo suficientemente grandes como para poder representar su variopinto electorado, pero que a la vez sean lo suficientemente pequeñas como para que no se diluya la responsabilidad y siga habiendo un vínculo de cercanía entre los electores y los electos. En principio consideramos que las provincias son en la mayoría de los casos una unidad casi ideal para formar una circunscripción electoral. Solo habrá que corregir mediante subdivisión de la circunscripción en aquellas provincias que tengan más de 12 escaños, para garantizar que estas queden divididas en subcircunscripciones de entre 6 y 12 escaños. En estas circunscripciones se elegirían los 350 diputados del Congreso (con el método de Sainte-Laguë en vez del de D'Hondt) y posteriormente se haría un cálculo de los escaños que hubieran correspondido a cada partido a nivel nacional, si España fuera una circunscripción electoral única. Tras este recalculo se le concederían a los partidos infrarepresentados escaños compensatorios hasta completar el número de escaños que le hubieran correspondido en una circunscripción única. Así se garantiza una alta representatividad ya dentro de la circunscripción electoral, pero premiando la idiosincrasia y la responsabilidad de la cercanía y a la vez se garantiza la representatividad a nivel nacional.

Soy consciente de que este artículo no es divertido, algunos lamentarán haber perdido el tiempo leyéndolo y otros lo tendrán que releer dos veces, pero créanme, verme bailar, cocinar, tocar la guitarra o en cueros hubiera sido más aburrido.

Daniel Ordás, abogado.

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