La regeneración de España

Por GRACIAN, colectivo que reúne a 60 intelectuales y profesores de reconocido prestigio (ABC, 29/10/06):

Si queremos que España viva, y viva bien, en paz y en progreso, los españoles debemos aplicar nuestra prudencia (esa prudencia para construir comunidades políticas que Aristóteles llamaba «prudencia arquitectónica») para organizar nuestro proyecto en común de forma lógica, coherente y estable. Y todo está ya inventado, el único camino es establecer un buen sistema de leyes, que permita que la comunidad política goce de buena salud. La causa del mal actual está clara, radica en una mala planificación del Estado con Autonomías y, sobre todo, en una construcción muy deficiente, construcción que además no acabamos de terminar nunca. Pues bien, detectado el mal, estamos a tiempo: derribemos lo que está mal hecho y construyamos bien. Ese es el camino para regenerar España. ¿Cómo construir bien? Una Comunidad de hombres libres que, no obstante, se halla bajo leyes comunes, únicamente puede erigirse o modificarse, por eso que Kant y Rousseau llamaban la «voluntad popular», de la que habla la Constitución española.

Está claro que en democracia la causa eficiente del cuerpo político somos todos los que lo componemos. Y dado que cuarenta millones de personas no podemos reunirnos en la plaza pública, y votar juntos, necesitamos diputar en hombres políticos la representación del pueblo español, que de esta forma queda representado por las Cortes Generales. En consecuencia, el artífice del Estado somos todos, juntos, no cada comunidad parcial (autónoma) por su cuenta, haciendo un estatuto que, afectando al todo, no está construido por todos. La primera conclusión parece obvia: lo democrático es que la construcción del Estado de las Autonomías la hagamos todos los españoles a través de las Cortes, no cada comunidad autónoma por su cuenta y riesgo.

Construcción que requiere un gran pacto. No un simple acuerdo entre partidos políticos, sino un gran pacto de Estado en el que participen todos los españoles. El pacto social era una mera idea de la razón para Kant, pero para Rousseau y para Locke hay muchos ejemplos históricos que muestran que los estados de guerra, confusión o imperio de la fuerza, se han sustituido por Comunidades políticas en las que manda la ley, precisamente mediante un Acuerdo común o Pacto social. Locke se refiere a Roma, Venecia y Perú y, sin ir más lejos, Estados Unidos comenzó existiendo como confederación, hasta que los delegados de 13 Estados acordaron establecer un Estado Federal. Es lógico, por tanto, pensar que la modificación del Estado español debe hacerse mediante un gran pacto o acuerdo entre los españoles.

El gran problema radica en los intereses creados. La situación actual tiene unas fuertes barreras de salida y encauzarla requerirá vencer lo que Friedman ha llamado la tiranía del statu quo, haciendo referencia a grupos con clientelismo político que se oponen al cambio. Al estar ahora beneficiados, se oponen al interés general. Hay un «triángulo de hierro», dice, compuesto por políticos interesados, burócratas que gastan lo de todos, y beneficiarios directos de la situación, que lógicamente no quieren que ésta cambie (Tyranny of the Status Quo, 1983). Aunque hoy se habla mucho de solidaridad, no es fácil levantar la mirada de lo particular y pensar en el fin de la comunidad española como un todo. Pero si lo intentamos, si anteponemos el interés de España al de sus comunidades particulares, lógicamente concluiremos que el «cuerpo político» España debe intervenir en lo que afecta a todos los españoles, dado que es una comunidad de vida entre personas libres e iguales.

Esta reconstrucción supondrá, con toda probabilidad, que el Estado tendrá que avocar o volver a asumir determinadas materias que ahora, dada la vía confederal que se está desarrollando, están en manos de las comunidades autónomas. En democracia, lo que afecta al interés del todo debe estar en manos del todo: asuntos exteriores, delitos, unidad económica y social, tributos estatales, justicia... Y, en especial, la enseñanza en lo que se refiere a la historia común, al régimen común y al fin común, ya que nada puede ser aprendido si no se enseña, y las partes no se ocupan de enseñar lo que corresponde a la totalidad. Esa es la razón por la que la Constitución de la República Federal de Alemania establece que «el sistema escolar, en su totalidad, está sometido a la supervisión del Estado». Si aquí no se hace así, ¿qué idea de convivencia común van a tener unos jóvenes a los que no se les habla de España?

Lo que se busca con la regeneración de España es la convivencia libre y civilizada entre todos los españoles, y conseguirla está en función de este término medio: por una parte, el gran pacto social deberá dar a cada uno lo suyo, lo que incluye dar realmente a cada comunidad autónoma lo que le corresponde, ya que sin justicia no hay paz permanente. Su lengua, su cultura, su propio modo de ver las cosas, es un patrimonio común que todos deberíamos querer y preservar. Y, por otro lado, ese gran pacto debería dar una solución definitiva, permanente y duradera en el tiempo, cerrando así la cuestión del modelo territorial, y las eternas disputas acerca de lo tuyo-mío entre las partes de España.

Unas leyes sabias son el regalo más valioso que podemos dejar a las generaciones futuras. Y nosotros, cabe decir con Aristóteles, gracias a ellas no permitiremos que nos mande un hombre ni una comunidad autónoma particular, sino la razón, porque el hombre o la comunidad mandan en interés propio, y así se convierten en tirano; mientras que la razón sin deseo atiende a la justicia política o total, que es la que establece la igualdad en toda España, no simplemente en uno de sus miembros. Sólo regenerando España podremos tener una comunidad de vida entre ciudadanos libres e iguales. Esto es, una auténtica Nación española.