La regla huele a negocio

¿A qué huelen las cosas que no huelen? A finales de los años 90 un espot de 'salvaslips' utilizaba un tono naíf para comercializar un producto que neutralizaba el olor de la regla. ¿A qué huelen los sueños? ¿Y las risas? ¿Y las nubes? Aunque la publicidad fue largamente parodiada, formaba parte de una estrategia de comunicación que trabajaba por liberar la regla y sus productos de higiene del lastre del tabú. Se trataba de hablar de la menstruación no solo de un modo directo, sino también amable, divertido e, incluso, poético.

Ya nadie –o casi nadie– en nuestra sociedad se incomoda al plantarse frente al lineal de productos para la regla y elegir entre la variada gama de envases y marcas. Las novedades se suceden. Compresas con alas. Con perfume. Envoltorios de llamativos colores… Su normalización la ha cubierto de un aura de frivolidad, de moda. Quizá demasiado, con esa tendencia a infantilizar los productos de uso femenino. A utilizar un lenguaje tan simple como emotivo, tan ñoño como insultante. Pero, en cualquier caso, más allá de la comunicación, el uso de compresas y tampones dista mucho de ser un capricho. Es un producto básico. Necesario. Imprescindible.

Hoy, la regla no huele a aire ni a nubes ni a risas. Huele, básicamente, a negocio. Y de los gordos. Cada mujer tendrá una media de 507 periodos a lo largo de su vida. 507 veces que deberá introducir en su cesta de la compra unos productos que, aunque su uso es inevitable, están penalizados por un IVA del 10%. La periodista Celia Blanco inició una campaña para exigir que en España se reduzca al 4%, el tipo que grava los productos de primera necesidad. Su iniciativa en change.org ya suma más de 111.000 apoyos.

Como EL PERIÓDICO ha informado en las últimas semanas, el debate está abierto en numerosos países. En Canadá, después de una campaña de movilización en la red, se consiguió la exención del impuesto. En Francia, el tipo ha bajado del 20% al 5,5%. En Inglaterra, donde el gravamen es del 5%, se aspira a su eliminación. La lista se extiende a más países de Europa y, ahora, son nuestros políticos los que empiezan a incluir la palabra menstruación en su vocabulario. Durante la campaña electoral, solo Alberto Garzón (IU) la utilizó.

La menstruación solo la tienen las mujeres, pero ¿es cosa de mujeres? La pregunta sería peregrina si la expresión cosas de mujeres no estuviera cargada de connotaciones reduccionistas. Frente a la universalidad de las cosas de hombres, los asuntos de las mujeres a menudo se enfrentan a una contradictoria visión excluyente. O bien son rebajados a cuestiones de segundo orden y tratados con un tono de condescendencia, de frivolidad, con ese paternalismo tan patriarcal, o bien se cambia de foco y pasan a incluir temas de gran calado social como la violencia machista. Lacra que nos afecta a todos y que seguirá lacerando a la sociedad si el compromiso para combatirla no lo lideran hombres y mujeres.

Detrás de la llamada 'tasa del tampón' hay mucho más que un simple tanto por ciento de IVA. Ese producto elaborado con materiales absorbentes, fibras prensadas de rayón o algodón, que recoge los restos de sangre, tejido endometrial y otros fluidos vaginales, forma parte, desde hace más de 30 años, de la vida cotidiana de la mujer. Al darle el tratamiento fiscal de producto no necesario, se está considerando la menstruación como algo superfluo, no importante o, peor aún, se la pone en el saco de las menudencias de las que no hace falta hablar. Una forma de contribuir a su silencio. A esa antigua asociación con la impureza que ha prevalecido durante siglos. A su vergüenza social.

Hay otros puntos de vista. También se alzan voces detractoras de la reducción del IVA. Algunas, no tanto por el producto en sí, sino por las consecuencias de la rebaja de gravámenes en general. Es evidente que si disminuyen los ingresos públicos, también se reducen las posibilidades de invertir ese dinero en proyectos sociales, de contribuir al bienestar de todos.

El razonamiento sería impecable si la cuestión de género no se intuyera detrás de ese inexplicable 10% de IVA a un producto cuyo uso resulta imprescindible. Lo cierto es que la tasa del tampón viene a engrosar la llamada 'tasa rosa', esa que encarece los productos que son pasados por el tamiz femenino. Así, unas cuchillas indicadas para mujeres son más caras que el mismo producto en su versión masculina.

Ser mujer es más caro, pero ganamos menos que los hombres. En España, la brecha salarial entre unos y otros ya alcanza el 24%. No ha dejado de crecer durante la crisis y ahora es la más alta de los últimos seis años. Por sectores, las mujeres se concentran en aquellos de salarios más bajos y van desapareciendo según se incrementan los sueldos. Para cobrar lo mismo que un hombre, una mujer tendría que trabajar 88 días más. Encima, en ese tiempo extra tendría tres veces la regla. Un chollo, ser mujer…

Emma Riverola, escritora.

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