La regulación en tiempos de pandemia

Los años que siguieron a la crisis financiera global de 2007‑09 se caracterizaron por una orgía mundial de formulación de normas financieras, orientada a resolver las debilidades expuestas por el cataclismo. Es importante señalar que el proceso de reintroducir regulaciones se hizo bajo la supervisión de un rebautizado y reforzado Consejo de Estabilidad Financiera (FSB) con responsabilidad de informar al G20 en sucesivas cumbres.

A pesar del impacto económico de las medidas y de lo complejo que es formular reglas adaptadas a las necesidades de sistemas financieros diferentes, se logró un grado notable de coherencia. Aunque Estados Unidos nunca implementó en plenitud el Marco de Basilea II, su sucesor, Basilea III (que incluye elementos como un aumento de los coeficientes de reserva) halló lugar en forma más o menos reconocible en los manuales de los diferentes organismos de regulación bancaria estadounidenses.

Esta vez es diferente. En los últimos dos meses se han introducido en todo el mundo (con comprensible prisa) muchos cambios regulatorios, conforme las autoridades nacionales fueron respondiendo a la crisis de la COVID‑19 con medidas tendientes a mantener el flujo crediticio a los sectores económicos afectados.

Lamentablemente, los indicios de cooperación internacional son escasos. No se han celebrado cumbres de emergencia, ni han acudido los reguladores a Suiza para pasarse la noche en vela a fuerza de consumir rösti, elaborando modificaciones a las normas y recomendaciones del Comité de Basilea. Quizá los supervisores se hayan visitado por Zoom. No hay modo de saberlo. Pero es indudable que las medidas anunciadas han sido fragmentarias.

¿Mantienen los cambios hechos hasta ahora un grado general de coherencia entre países, o será que el consenso internacional creado por el FSB comienza a desintegrarse?

En general, lo que hemos visto no es otra orgía regulatoria, sino más bien un festival de introducción de controles. El Instituto de Finanzas Internacionales se tomó el trabajo de anotar 312 iniciativas (sólo por ahora). Casi todas pueden dividirse en tres categorías: modificaciones a los requisitos de capital; recomendaciones sobre las previsiones para préstamos incobrables; y controles sobre los dividendos y otros mecanismos de distribución de capital como la recompra de acciones.

Los cambios a los requisitos de capital han afectado sobre todo a las reservas obligatorias impuestas a los bancos después de la última crisis en el marco de la regulación macroprudencial. Muchos banqueros estaban convencidos de que cualquier añadido a las normas macroprudenciales sería unidireccional; es decir, que los requisitos impuestos en tiempos de auge crediticio se mantendrían al llegar una desaceleración. Pero enfrentados a un derrumbe, los reguladores económicos han mostrado una bienvenida flexibilidad.

Se han eliminado normas sobre colchones anticíclicos, y ante el aumento de préstamos incobrables se dio vía libre a los bancos para no cumplir los requisitos de capital mínimo anteriores. Hasta ahora han eliminado los colchones anticíclicos diez de los 37 países de la OCDE. Otros han ajustado las normas nacionales sobre reservas de capital o liquidez. Es difícil trazar comparaciones, pero en general los cambios se ven bastante parecidos.

En general se dice que estos cambios son temporales, así que los bancos que puedan hacer uso de la flexibilidad actual están ansiosos de saber cuándo se reimpondrán los requisitos y cuánto tiempo se les dará entonces para volver a cumplirlos.

El Banco Central Europeo declaró que a los bancos de la eurozona se les dará un plazo «amplio» para reconstruir sus niveles de capitalización. El Banco de Inglaterra habló de un tiempo «suficiente». Tal vez puedan los lingüistas debatir cuál de las dos palabras implica un período más largo; pero por desgracia, a menos que los reguladores aclaren sus dichos, habrá trabajo para los abogados.

Sin embargo, lo actuado hasta ahora parece bastante compatible (al menos hasta que haya que tomar las decisiones difíciles respecto de los tiempos). Por el momento ninguna autoridad regulatoria nacional apuntó al núcleo de los requisitos de Basilea.

Pero queda una inquietud potencial. Nicolas Véron, del Instituto Peterson de Economía Internacional, sostiene que los cambios de la Reserva Federal al coeficiente de apalancamiento complementario implican una violación importante de Basilea III. La Fed quitó las tenencias de títulos del Tesoro del cálculo de activos de los bancos, pese a ser parte explícita de la definición de Basilea. Véron advierte que aunque el cambio en sí mismo tal vez no sea trascendente, «si se confirma la tendencia al incumplimiento [de Basilea], las peores consecuencias pueden ser para Estados Unidos mismo».

Es más difícil evaluar los cambios de la segunda categoría (previsiones para préstamos incobrables), en parte porque Estados Unidos no adoptó las Normas Internacionales de Contabilidad, y la Norma Internacional de Información Financiera n.º 9 es nueva y no está probada. Los bancos necesitan alguna orientación respecto de cómo interpretarla, sobre todo en relación con los préstamos con garantía oficial y aquellos para los que se soliciten exenciones de intereses. Habrá que ver que las diferentes interpretaciones nacionales de la NIIF 9 admitan justificación (algo que todavía no se puede dar por sentado).

Es en la tercera categoría, la distribución de capital, donde la divergencia internacional es más evidente. Los reguladores europeos han optado por la suspensión rigurosa de dividendos y recompras de acciones. Pero la Fed y el Banco de la Reserva de Australia dejaron que los bancos decidan en qué condiciones el pago de dividendos no supone riesgo.

Hay algunas explicaciones sencillas para esta diferencia. Por ejemplo, el año pasado, el 73% de las operaciones de distribución de capital de los bancos estadounidenses se dio en la forma de recompra de acciones, y sólo el 27% como dividendos, mientras que en Europa el pago de dividendos constituyó el 96% del total. Los bancos estadounidenses suspendieron las recompras voluntariamente, algo que la Fed tuvo en cuenta al adoptar una postura más laxa en lo referido a dividendos.

Sin embargo, las decisiones a uno y otro lado del Atlántico han suscitado numerosas críticas. El senador Sherrod Brown, miembro del comité del Senado para la banca, dijo a la Fed que había estado «demasiado dispuesta a proveer lo que ustedes llaman “alivio regulatorio” y todos los demás llamamos favores a Wall Street». En tanto, el Instituto de Política Bancaria en Washington sostiene que «es muy probable que las acciones de los reguladores del Reino Unido y la Unión Europea provoquen importantes daños a sus bancos en el largo plazo».

¿Quién tiene la razón? Es demasiado pronto para saberlo. Pero el Comité de Basilea tendrá mucho de qué hablar la próxima vez que tenga ocasión de reunirse. La prioridad debe ser evaluar los cambios que han hecho los miembros durante la crisis y hacer algo respecto de los que hayan desnivelado el campo de juego. Será un trabajo delicado, pero es esencial para sostener la arquitectura financiera global que con tanto esfuerzo se reconstruyó después de la última crisis.

Howard Davies, the first chairman of the United Kingdom’s Financial Services Authority (1997-2003), is Chairman of the Royal Bank of Scotland. He was Director of the London School of Economics (2003-11) and served as Deputy Governor of the Bank of England and Director-General of the Confederation of British Industry. Traducción: Esteban Flamini.

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