La reinhumación de Europa

Se encuentra hoy Europa, en cierta medida, desmoralizada, invertebrada, desalmada, deshumanizada. Lo primero, desmoralizada, en el sentido etimológico más literal, porque se ha quedado sin moral. Ha abandonado la que profesaba, pero no se ha adherido aún a ninguna otra nueva, salvo una vaga forma de hedonismo relativista. Y una persona, una sociedad o una civilización no pueden vivir sin una moral. Invertebrada, porque se ha quedado sin el esqueleto cultural que la vertebraba o, si se prefiere, lo tiene afectado por una especie de osteoporosis cultural. Lo que la mantenía vertebrada -la filosofía griega, el derecho romano, la religión cristiana, la ciencia pura y la democracia liberal- ha perdido consistencia en ella, ya no es vigente, ya no se vive de esas realidades, y el cuerpo se encuentra invertebrado, sólo atento al placer y al bienestar. Desalmada, porque al renunciar a sí misma, no sólo a lo que ha sido sino también a lo que es, a lo que tiene que ser, a lo que debería ser, ya sólo queda de ella el cuerpo inerte, ausente el alma. Y, en resumen, deshumanizada. Europa se encuentra, aunque no definitiva ni irremediablemente, deshumanizada. Se encuentra en proceso de perder su condición humana. Lo humano se nos escapa como el agua en un cesto. Apenas hay hombres; abundan las sombras de la caverna. Cuerpos sin alma que deambulan buscando derechos y placer, para ellos la misma cosa.

Esta es la situación. Si no lo es ya, está pronto a ser: la deshumanización de Europa. No es la primera vez, ni mucho menos, en la historia que una gran civilización se encuentra amenazada de barbarie y en riesgo de extinción. En este caso, además, los bárbaros no acechan sólo desde fuera. Los más aguerridos se encuentran en nuestro interior, en muchos casos gobernándonos y educándonos.

Este es, si no me equivoco, el diagnóstico. La etiología es la renuncia de Europa a ser ella misma, fiel a sus principios y valores, a los elementos constitutivos de su ser como civilización. Los cinco mencionados se encuentran en crisis: la filosofía es negada o, lo que es peor, suplantada por otras cosas, acaso estimables, pero que no son ella, que son otra cosa. El sentido del derecho romano, el arte de lo justo y de lo bueno, es sustituido por el poder. Mala cosa, aunque se trate de un poder democrático. Lo dijo con claridad Tocqueville, la naturaleza del amo me importa menos que su existencia. La libertad consiste en la obediencia a la ley, pero no en el sometimiento a la voluntad de otros, aunque sean muchos. La ciencia pura es desdeñada en favor de la técnica. No importa el saber sino la utilidad. La democracia liberal es suplantada por el populismo y la demagogia, por la acción directa, por la renuncia a convencer. Pero, sobre todo, el mal deriva del rechazo del cristianismo. Sin él, no hay Europa. Una Europa no cristiana es una contradicción en los términos. Si alguien piensa que esto significa hacer del cristianismo la religión oficial de Europa o la negación de la libertad religiosa, sólo le pediría que pensara un poco más. Pero la «muerte de Dios» sólo puede producir el envilecimiento y la deshumanización del hombre.

Los síntomas de la patología se encuentran, sobre todo, aunque no sólo, en el ámbito de la vida. Recordemos. La aceptación del aborto como un derecho, la legalización de la eutanasia, la justificación de la experimentación con embriones humanos aunque miles de ellos perezcan, la gestación subrogada o, para no ceder al eufemismo, la compraventa del seno de la mujer. Por cierto, en tiempos de apoteosis feminista, la cosificación de la maternidad, la gestación como beneficio y el útero como mercancía. Y la abismal caída de la natalidad. Pocas cosas expresan con tanta nitidez el nihilismo de una época como su suicidio demográfico. Decae hasta el instinto de supervivencia. Si la vida carece de sentido, ¿para qué reproducir nuevas vidas sin sentido?

La muerte es en nuestro tiempo escamoteada, como algo doloroso que debe ser ocultado, pero reaparece sin cesar y se enfrenta a la vida. Todos defendemos el derecho a la vida, pero cada vez se abre camino, más y más, un pretendido derecho a la muerte, a matar y a ser matado. Se defiende un deber de matar, y surge una nueva rama jurídica: el derecho luctuoso.

¿Está todo, acaso, perdido? ¿es la enfermedad que padece Europa una enfermedad mortal, sin remedio ni curación posibles? No, absoluta y radicalmente, no. La curación depende del diagnóstico certero y de la terapia adecuada. En este caso, resulta muy fácil de prescribir. Otra cosa es que el enfermo haga caso.

El pasado sábado, en Santiago de Compostela (¡nada menos!) ha tenido lugar una nueva reunión de la Plataforma de pensadores europeos «One of Us». La organización nació para defender la vida en el ámbito de la Unión Europea, con un conjunto de reivindicaciones morales y jurídicas. Recientemente se ha constituido esta plataforma que tiene como objetivo la recuperación de una Europa basada en la defensa de la vida y de la dignidad de la persona. Existe un manifiesto y una organización. Pero no se trata sólo de esto. En Santiago, lugar europeo y cristiano por excelencia, hemos constituido un Observatorio de Valores, que analizará el estado de estos valores europeos y las amenazas que se ciernan sobre ellos. También se trata de proponer un método para estar presentes en la opinión pública europea (acaso para formarla propiamente, pues es dudoso que exista) mediante la celebración de seminarios y otros actos públicos. Pero nada será posible ni eficaz sin la colaboración de las universidades. Y todo ello, por supuesto, en el ámbito europeo.

En «One of Us» sabemos que vamos contra corriente. Pero también sabemos que lo mejor siempre se ha hecho contra corriente. Nos oponemos, pero no porque vayamos contra nada ni contra nadie. Intentamos ir a favor, a favor del bien y de la verdad. Sólo nos mueve el entusiasmo, y todo entusiasmo es positivo: la defensa de los clásicos valores y principios europeos, especialmente la dignidad de la persona y el valor de la vida.

Ignacio Sánchez Cámara es catedrático de filosofía de la Universidad Rey Juan Carlos. Coordinador de la plataforma «One of US»

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