La renovada cooperación española para el desarrollo

El Gobierno acaba de dar luz verde al Plan Director de la Cooperación Española 2013-2016, es decir, a la estrategia en materia de cooperación para los próximos cuatro años, que se caracteriza por ser realista, innovadora y por efectuar un rediseño de la cooperación española apostando por una cooperación enfocada a resultados, que evalúe su impacto y que sea transparente.

Este nuevo plan director es realista porque establece como objetivos aquellos que podemos ser capaces de cumplir durante los próximos cuatro años, sin plantear retos que de partida sabemos que no se pueden cumplir. Es un plan innovador y que apuesta por un rediseño de nuestra política de cooperación, haciéndola más estratégica, más concentrada y más transparente, buscando una mayor rendición de cuentas y una innovación en los instrumentos.

Es por tanto, un plan director distinto, pero que da continuidad y reafirma los objetivos de la Cooperación Española: contribuir al desarrollo humano, la erradicación de la pobreza y el pleno ejercicio de los derechos.

Los españoles somos solidarios y creemos en la lucha contra la pobreza, contra la injusticia y contra la miseria que se dan en grandes zonas del planeta, por eso, y a pesar de la difícil situación económica que nuestro país está viviendo estamos convencidos que hay que seguir apostando por las políticas de cooperación. Pero en este escenario de recursos limitados nuestra cooperación tiene obligatoriamente que ser más efectiva y evaluable, tiene que seleccionar y concentrar las acciones que se realicen, tiene, en definitiva, que ser más eficaz y de calidad.

Durante los próximos cuatro años nuestra cooperación se fortalecerá para responder a la agenda internacional de desarrollo, marcada por la culminación de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) en 2015 y el inicio de la nueva agenda. Estaremos en primera línea para poder contribuir con voz y con criterio propio en las principales instituciones que marcan las reglas del juego internacional (Naciones Unidas, UE, OCDE y G20), algo tan importante como el trabajo del día a día con los pueblos, comunidades y con las personas que son el centro de nuestra acción en los países en desarrollo.

La cooperación española evolucionará también en los próximos años hacia un enfoque orientado a resultados de desarrollo, concentrando las líneas de acción en ocho grandes orientaciones: la contribución a la consolidación de procesos democráticos y del Estado de Derecho, la reducción de la vulnerabilidad a la pobreza extrema, la promoción de oportunidades económicas, el fomento de los sistemas de cohesión social, la defensa de los derechos de las mujeres, la mejora en la provisión de los Bienes Públicos Globales, la acción humanitaria y la educación para el desarrollo.

Evidentemente no se hará todo en todas partes, sino que nuestra acción, de acuerdo con las recomendaciones realizadas desde los organismos internacionales, se concentrará en menos países, al pasarse de trabajar en más de 50 a 23 países, un número similar al de los principales donantes internacionales. Estos veintitrés países son fundamentalmente de América Latina, del Norte de África y África subsahariana (más Etiopía y Mozambique) y Filipinas, y su selección se ha realizado teniendo en cuenta tanto criterios de desarrollo humano, como el valor añadido de nuestra cooperación en todos y cada uno de ellos.

La evaluación del impacto de las acciones de cooperación se configura como uno de los principales elementos de la nueva política de cooperación. Sólo si conocemos el verdadero impacto de lo que hacemos podremos mejorar las modalidades e instrumentos de actuación, podremos innovar e impulsar la coherencia de políticas para el desarrollo y la vertebración de la cooperación responsable en todo el sistema de la cooperación española, y de esta manera conseguir realmente eficacia y calidad de la ayuda al desarrollo. Todo ello marcará el destino de la cooperación durante los próximos años con un objetivo claro: ser más eficaces, ser más transparentes y más honestos a la hora de rendir cuentas a nuestros ciudadanos.

Es imprescindible además la implicación, coordinación y complementariedad de todos los actores, tanto las distintas administraciones (Estado, Comunidades Autónomas y entidades locales), como el resto de actores (ONGD, Universidades, empresas —incluidas las de economía social—, sindicatos, entre otros), lo que permitirá sumar esfuerzos y aprovechar sinergias.

Estos son los objetivos y el renovado perfil de la cooperación española para los próximos años, que se impulsa a través del IV Plan Director, una programación realista de una política de cooperación para el desarrollo responsable y eficaz, estratégica y evaluable.

Gonzalo Robles, secretario general de cooperación MAEC

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