La reprogramación de células humanas

Dos equipos de investigación de Japón y Estados Unidos acaban de publicar un resultado de gran relevancia científica. Han tomado células de un individuo adulto, de la piel en un caso y del tejido conectivo en otro, han introducido en ellas un reducido número de genes (cuatro en cada caso, pero no todos iguales) y han conseguido que tengan propiedades de las células embrionarias. Esto quiere decir que debería ser posible obtener a partir de ellas diferentes tipos de tejidos con los que reparar órganos dañados o que no funcionan correctamente en un paciente. Tienen, además, la gran ventaja de que son genéticamente iguales a los de este. Se habría conseguido, de esta manera, el sueño de la medicina regenerativa, pero sin necesidad, como hasta la fecha, de recurrir al uso ni de embriones ni de óvulos humanos, una cuestión que plantea un fuerte rechazo para algunos grupos significativos de la población en Europa y Estados Unidos. Sin embargo, esta nueva aproximación no está libre de problemas éticos.

El resultado obtenido por los dos equipos es de una importancia científica excepcional, y prueba de ello es que dos de las más prestigiosas revistas científicas del mundo, Cell y Science, publican los resultados de los dos grupos. Desde que se publicó que se podía obtener una oveja adulta, la famosa oveja Dolly, a partir de un óvulo al que se transfiere la información genética de una célula adulta, ya sabíamos que era posible reprogramar el mensaje ge- nético de las células hasta sus etapas embrionarias. Ahora se demuestra que esta vuelta atrás en el reloj de la célula puede hacerse muy fácilmente, y comenzamos a saber cómo se hace. Con solo introducir cuatro genes logramos que células adultas vuelvan a tener las propiedades de las células que tienen la potencialidad de producir diferentes tipos de tejidos. Este fenómeno, que demuestra la gran plasticidad que tiene el genoma incluso en los vertebrados, ya se había publicado en ratones hace unos meses, y ahora se confirma en humanos, cosa que, sin duda, abre todo un abanico de posibles aplicaciones médicas.

El resultado hace volar la imaginación. Si tenemos un infarto, con la aproximación que ahora se abre, podríamos tomar unas células de nuestra piel, desprogramarlas con el método descubierto y, después, con métodos que también vamos conociendo, obtener células del corazón y regenerar nuestra función cardiaca. Algo parecido se puede decir de la diabetes, de nuestras articulaciones gastadas o de la enfermedad de Parkinson, por ejemplo. En todos estos casos, se trabaja para conocer cuáles son los procesos que permiten obtener las células que podrían curar la enfermedad.

Que obtener estos tejidos era posible ya se demostró hace tiempo, pero implicaba el uso de embriones humanos o de óvulos de donantes. Ello crea problemas importantes de tipo ético a una parte significativa de la población en diferentes países. Por tanto, la investigación en estas direcciones solo puede hacerse en un número limitado de países, y con condicionantes muy estrictos. La nueva aproximación evitaría estos problemas.

Pero la cuestión no es tan sencilla. Lo que se ha hecho es introducir genes en células adultas con técnicas que utilizan fragmentos de virus y que son bastantes impredecibles. En una aproximación similar, la llamada terapia génica, se han presentado problemas importantes de seguridad. Tengamos en cuenta que algunos de los genes introducidos se sabe que producen tumores. Por tanto, se plantean otro tipo de problemas éticos: los problemas de seguridad. Antes de poder utilizar estos métodos habrá que estar seguros de que realmente funcionan y que no acaban produciendo algún problema peor que el que quieren resolver. Aunque no hay duda de que las vías de investigación que se abren son enormes y de que van a tratar de resolverse los problemas que se presentan. En cualquier caso, ya sea por unas razones o por otras, problemas éticos se plantean en las diferentes vías que tenemos por delante en nuestro camino hacia la medicina regenerativa.

Hay que tener en cuenta, por otra parte, que en cualquiera de las aproximaciones que se están estudiando, incluyendo otras que utilizan células madre adultas o fetales, habrá que diseñar ensayos clínicos adecuados, algo largo y costoso. Y todo ello plantea también unas cuestiones de coste que abren problemas éticos de accesibilidad a unas tecnologías que son, sin duda, prometedoras.

El actual avance en nuestro conocimiento de cómo se controla el programa genético de las células es un progreso científico importante y abre una nueva vía para alcanzar este gran objetivo que está en el horizonte de la medicina regenerativa. Todas las aproximaciones actuales, el uso de embriones humanos, de células fetales o umbilicales, de células adultas o el actual sistema de reprogramación, tienen sus problemas particulares. Lo que nos jugamos es de gran interés y, por tanto, en este momento histórico vale la pena proseguir la investigación en cualquier dirección que plantee una esperanza.

El debate biológico, médico, ético y social continúa, y ahora se enriquece con una nueva posibilidad prometedora.

Pere Puigdomènech, laboratorio de Genética Molecular Vegetal CSIC-IRTA.