La resistente democracia de Senegal

Muchos comentaristas dudaban de que la democracia en Senegal, país cuya población es 95% musulmana, fuera a sobrevivir a sus más recientes elecciones, en las que el actual presidente, Abdoulaye Wade, buscaba obtener un controvertido (y legal solo a medias) tercer mandato. Sin embargo, su ya bien establecida democracia no sólo sobrevivió, sino que salió fortalecida. ¿Por qué?

En primer lugar, los ciudadanos senegaleses, a diferencia de Wade, estaban decididos a seguir tácticas pacíficas. Aunque algunos de los candidatos y grupos de la sociedad civil optaron por demostraciones de fuerza ante el régimen, la mayoría de la población decidió derrotar a Wade en las urnas, en una muestra de paciencia y respeto por la tradición electoral que se debe entender desde una perspectiva histórica.

Bajo el dominio colonial francés, se celebraban elecciones en dos, y luego cuatro, Municipios de Senegal. Desde 1848 hasta la independencia en 1960, siempre que Francia era una república, Senegal elegía un diputado que se convertía en miembro de pleno derecho del Parlamento francés, dando lugar a una sociedad con alta actividad política y libertad de prensa. A pesar de su clientelismo endémico, Senegal ha sabido conservar sus prácticas electorales fundamentales en las décadas transcurridas desde la independencia. El régimen de partido único (1966-1974) no duró demasiado en comparación con otros estados africanos que habían alcanzado la independencia hacía poco tiempo.

La tradición democrática de Senegal moldea profundamente las expectativas de la gente común. En junio de 2011, Wade trató de enmendar la constitución para eliminar una segunda ronda de votación en las elecciones presidenciales si el principal candidato ganaba el 25% en la primera ronda, en lugar del 50%. Este intento de Golpe de Estado constitucional se vio frustrado por protestas masivas frente al Parlamento. Lemas como "Touche pas à ma Constitución" (Mi Constitución no se toca) iban acompañados de gritos como "Wade, dégagé" (¡Wade, fuera!),que hacían recordar los cánticos en Túnez: "Ben Ali, dégagé!"

La resistencia democrática funcionó: logró bloquear la enmienda y abrió la posibilidad de derrotar el intento de Wade de lograr un tercer mandato. En la primera vuelta, realizada el 26 de febrero, los votantes mostraron un mayor nivel de confianza en sus instituciones electorales que muchos actores políticos, que instaron a su postergación o a un boicot, con el argumento de que el control de Wade del aparato del Estado hacía imposible la realización de elecciones libres y justas.

De hecho, la sociedad civil bien organizada y la prensa independiente lograron que no fuera posible manipular los resultados. Por ejemplo, tan pronto se contaban los cómputos a nivel local, emisoras de radio y televisión independientes los daban a conocer de inmediato a nivel nacional, incluso cuando la televisión estatal dejó de divulgarlos. La presión internacional, especialmente de Estados Unidos, Francia y la Unión Europea, también ayudó a marginar a los de línea dura del entorno de Wade.

En la decisiva primera ronda, sólo el 35% del electorado votó por Wade. A los candidatos de la oposición como Macky Sall, que apostaron por una alta participación electoral, les fue mucho mejor que a aquellos que optaron por la lucha en las calles o, con la esperanza de que las elecciones se pospusieran, comenzaron su campaña demasiado tarde. Con el 26% de los votos en primera vuelta, Macky Sall logró quedar en segunda vuelta.

Los votantes, especialmente en las ciudades de Senegal, evitaron la compra de votos y las instrucciones de algunos líderes religiosos de votar por Wade, cuya agresiva estrategia de clientelismo y división étnica fracasó claramente. Al violar la simetría del respeto y la equidistancia entre grupos étnicos que caracteriza el pluralismo de Senegal, ofendió a mucha más gente que la que atrajo.

En la segunda ronda, los 12 candidatos derrotados apoyaron a Sall, como se habían comprometido a hacerlo. Con la oposición fuertemente unida, más que duplicó su votación de la primera ronda, alcanzando el 66%, mientras que el apoyo popular a Wade se estancó. El ejército mantuvo su tradición de no intervención e hizo saber de forma explícita al presidente que el resultado debía ser respetado.

La derrota de Wade es una oportunidad importante para que Senegal reestructure su panorama político. De hecho, existe un modelo de lo que se necesita.

En los primeros años del segundo mandato de Wade, la crítica a su cada vez mayor "súper-presidencialismo" y los intentos por promover a su hijo como su sucesor llevaron a que grupos de la oposición y la sociedad civil en el período 2008-2009 organizaran una serie de reflexiones sobre la reforma política, conocidos como los Assises Nationales. Todos los candidatos de la oposición firmaron sus conclusiones, recogidas en la "Carta para la Gobernabilidad Democrática"..

La Carta insta a aumentar el poder del parlamento, garantizar un poder judicial verdaderamente independiente, y un estricto control del poder ejecutivo. En la actualidad existe la esperanza de que Sall y la coalición que lo respalda (que debería obtener una holgada mayoría en el nuevo parlamento tras las elecciones de principios de julio) ponga en práctica estas recomendaciones.

Los senegaleses han dado una valiosa lección a los escépticos sobre las perspectivas de la democracia en África o el mundo musulmán. De hecho, el reciente éxito democrático de Senegal nos obliga a comparar más de cerca su experiencia con otros países de mayoría musulmana -por ejemplo, Indonesia, Turquía y tal vez Túnez, de mayoría árabe- que han tenido un éxito similar.

Alfred Stepan is Professor of Government and Director of the Center for Democracy, Toleration, and Religion at Columbia University. Etienne Smith, a fellow at Columbia University, has carried out nearly a decade of field research in Senegal.

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