La respuesta al «aumento persistente de precios y salarios» no es subir las tasas

Resulta un tanto estridente oír a un profesor con una situación segura y cómoda decir que otras personas tienen que perder sus empleos para contener la inflación. Incluso peor si explica que «la única solución (…) es restringir la demanda» subiendo los tipos de interés (excelente solución para los poseedores de efectivo). Pero quisiera responder por sus méritos a los argumentos que expone Jason Furman en su reciente defensa de esta «solución».

Escribe Furman que en Estados Unidos, «dejando a un lado el encarecimiento de los alimentos y de la energía, la causa principal de la inflación ha sido en principio la demanda». Aquí son fundamentales las palabras «dejando a un lado». En el período de doce meses hasta junio de 2022, el precio de la energía subió un 40% (el aumento fue 60% para la gasolina y casi un 100% para el fueloil) y el de los alimentos, un 10%. El precio de todo lo demás subió apenas un 5,9%, y no se puede negar que los precios de la energía afectan el precio de todo lo demás. El argumento de Furman recuerda un viejo chiste: después del asesinato de Lincoln en un teatro, le preguntan a su esposa: «Dejando a un lado eso, ¿cómo estuvo la obra?».

Fuera de la energía y de los alimentos, no hay pruebas reales de que la causa del aumento de precios haya sido la demanda y no el costo, y hay buenas razones para dudarlo. Los costos son los salarios y las materias primas más las ganancias de las empresas; y se pagan con las ventas, es decir, con la demanda. De modo que la demanda y el costo son casi inseparables; son los lados opuestos de la misma ecuación económica. Incluso Furman ha escrito que la «combinación exacta [de ambos factores] es imposible [de] saber».

Llevando su argumento de la demanda al costo, Furman escribe que «lo más probable es que las empresas sigan trasladando el aumento de costos salariales a los consumidores». Apenas menciona las ganancias de las empresas. Pero las ganancias se encuentran en un nivel muy alto, y las ganancias altas son en parte el resultado de altos márgenes de ganancia, es decir, precios. Furman se concentra en la dinámica de la «espiral de precios y salarios» (a la que rebautiza «aumento persistente de precios y salarios»); pero no dice nada de la especulación. ¿No ha oído hablar de poder de mercado, poder monopólico o conductas corporativas predatorias?

Y si hay un «aumento persistente de precios y salarios», ¿qué tiene que ver con eso subir los tipos de interés? La respuesta es: absolutamente nada, al menos a corto plazo. En un primer momento, un aumento de tipos de interés sólo enriquecerá a personas e instituciones (como los bancos o la Universidad Harvard) con tenencias de efectivo disponible. Para las empresas tomadoras de crédito, el interés es otro costo que se trasladará a los consumidores en la forma de precios más altos.

Los precios empezarían a bajar sólo si la Reserva Federal de los Estados Unidos aplicara medidas realmente extremas, como cuando a principios de los ochenta su presidente Paul Volcker llevó los tipos de interés a corto plazo al 20%. Pero este mecanismo opera destruyendo el crecimiento y aumentando el desempleo, las bancarrotas, las ejecuciones hipotecarias, los suicidios y el delito. Eso, lamento decirlo, es lo que Furman está pidiendo que haga el presidente actual de la Fed, Jerome Powell.

Pero subir los tipos de interés no es «la única solución». Jamaal Bowman, miembro demócrata de la Cámara de Representantes por Nueva York, acaba de presentar un proyecto de ley con ideas mejores; ideas democráticas como las que ayudaron a Estados Unidos a ganar la Segunda Guerra Mundial y superar la Guerra de Corea. En esencia, la estrategia que propone Bowman es estabilizar los precios produciendo más en vez de menos y aplicando medidas que eviten la especulación y el enriquecimiento injusto. Estas políticas ayudarían a romper la dinámica «persistente» sin apelar a la recesión y el desempleo a gran escala.

Finalmente, analicemos la premisa central de Furman. ¿Es verdad, como asegura, que estamos en un período de «aumento persistente»? Como he escrito muchas veces, esta idea se debe en parte a una ilusión estadística. Como la variación de precios suele informarse en forma interanual, cualquier salto en un costo clave, por ejemplo el precio del petróleo, seguirá generando cifras de inflación todos los meses durante un año. Eso es mucho tiempo, y más que suficiente para que los grupos de presión pro restricción monetaria publiquen muchos artículos de opinión. Pero que las cifras de inflación sean persistentes no quiere decir que el aumento de precios en sí sea persistente. Puede que lo sea, pero también puede que no.

Al 4 de agosto, el promedio nacional del precio de la gasolina en Estados Unidos es 4,14 dólares por galón. Es decir, 17% menos que el máximo de cinco dólares alcanzado en junio; de modo que (en breve) habrá menos presión de costos sobre los alimentos y todo lo demás. ¿A qué se debe? Una parte de la explicación puede ser que el control especulativo de los mercados petroleros estadounidenses es inestable. Es algo que aprendimos (no por primera vez) a mediados de 2008, cuando el precio del petróleo llegó a 148 dólares por barril y después se derrumbó. Puede que el gran pánico inflacionario ya haya terminado.

Por supuesto que el futuro sigue siendo incierto. Pero acabamos de presenciar dos trimestres de caída del PIB, mucho antes de cualquier pronóstico conocido de la Fed; de hecho, a fines del año pasado, la Fed predecía un crecimiento real (deflactado) del 4% en 2022. Es extraño entonces sostener que la Fed debería seguir subiendo los tipos de interés para combatir un shock de precios de la energía que ya está quedando atrás. El hecho de que el argumento convenga a las clases adineradas no lo hace ni inteligente, ni sabio, ni bueno.

James K. Galbraith, Professor of Government and Chair in Government/Business Relations at the University of Texas at Austin, is a former staff economist for the House Banking Committee and a former executive director of the Joint Economic Committee of Congress. From 1993-97, he served as chief technical adviser for macroeconomic reform to China’s State Planning Commission. He is the author of  Inequality: What Everyone Needs to Know (Oxford University Press, 2016) and Welcome to the Poisoned Chalice: The Destruction of Greece and the Future of Europe (Yale University Press, 2016). Traducción: Esteban Flamini.

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