La Restauración de 1875 y el PSOE

La Restauración de 1875 fue un acuerdo entre la derecha moderada de Cánovas del Castillo y la izquierda liberal progresista o demócrata. Los moderados aceptaban un amplio sistema de libertades que incluía la libertad de cultos y el sufragio universal y los progresistas reconocían las instituciones. Aquella operación es lo más parecido a lo que cien años después se ha conocido como Transición. De ahí que resulte chocante la hostilidad que todavía manifiesta parte del PSOE contra la Restauración de 1875.

Pondré un ejemplo. En dos presentaciones de libros en Madrid en el pasado mes de julio, el señor Bono, invitado a disertar ante un numeroso público, valoraba muy positivamente el reinado de Don Juan Carlos, en el que «hemos disfrutado el más largo periodo de libertades de la Historia de España», y sigue: «Algunos dicen que el periodo más largo de libertades corresponde a la Restauración de 1875, pero ignoran o callan que dos de cada tres días del periodo de la Restauración, incluyendo la dictadura de Primo de Rivera, estuvieron suspendidas las garantías y los derechos constitucionales de los españoles».

El señor Bono es sin duda un hábil político, capaz de estrechar lazos de amistad con el arzobispo de Toledo y hasta con el dictador guineano Obiang, es decir, con Dios y con el diablo; pero, con seguridad, es un pésimo historiador. Como esta versión de la historia la repite siempre que tiene ocasión, me permito precisarle los datos para que no se empecine en el error.

Y es que en la memoria de los españoles adultos de los años treinta la Restauración había sido un prolongado periodo de libertad. Por ello, ignoro de dónde ha sacado el señor Bono esa estadística de falta de libertades de «dos de cada tres días». Le refrescaré la memoria. Desde enero de 1876 hasta septiembre de 1923 la suspensión de libertades y derechos de los españoles tuvo un carácter local o provincial, y durante solo unos días o un par de semanas se suspendían algunos derechos recogidos en la Constitución de 1876. Por ejemplo, durante la huelga general minera de Vizcaya de 1890, que duró quince días; o con motivo de la Semana Trágica. Hay que tener en cuenta el carácter violento de muchas de aquellas huelgas, por no hablar de los atentados terroristas del Liceo de Barcelona, de la bomba a la procesión del Corpus o del intento de asesinato del Rey Don Alfonso XIII el día de su boda, en 1905. En aquella ocasión, como en otras muy violentas, no se suspendieron los derechos constitucionales. Ni siquiera con los magnicidios de los presidentes del Consejo de Ministros de Su Majestad, Cánovas del Castillo, Canalejas y Dato. Con carácter nacional, considerando la huelga general de 1917 y siguientes, apenas se suspendieron las libertades públicas durante unas semanas, y no en toda España. En resumen, durante los cuarenta y siete años del periodo de la Restauración, hasta 1923, los días de anulación de libertades fueron muy limitados.

La Restauración era civilista y garantista, por lo que se considera finalizada en 1923. Pero si incluimos en el cómputo, como hace el señor Bono, los años 1923-1929 de la dictadura de Primo de Rivera (dictadura recibida con albricias por un PSOE colaboracionista con el dictador y que Don Alfonso pagó con el exilio), el balance es de seis años de los 55 del periodo; es decir, uno de cada nueve días. La diferencia frente a «dos de cada tres días» es muy notable.

En la renovación actual del PSOE, convendría repensar el vínculo histórico positivo de sus señas de identidad en el final de la Ilustración, en su rama de liberalismo progresista. Reducir sus orígenes históricos e intelectuales al activismo sindical y reivindicativo le llevó a ser tributario de anarquistas y comunistas y deslizarse por la radicalidad, lo cual fue uno de los elementos constitutivos de la crisis de la II República y del estallido de la Guerra Civil.

El rechazo instintivo de la Restauración y de la monarquía como institución de algunos dirigentes socialistas procede de una incomprensión histórica básica. Incomprensión que contrasta con la rectificación que en su día, en 1946, hicieron Largo Caballero e Indalecio Prieto (vista la experiencia de la República y la Guerra Civil) en favor de la etapa de la Restauración.

Si se pretende que el socialismo democrático proceda no solo del obrerismo, sino de la parte reformista de la Ilustración del siglo XVIII, y conecte posteriormente con los progresistas de 1812, 1820 y siguientes, entonces hay que reconocer a personalidades como Argüelles, Calatrava, Espartero, Prim, y hasta como el condenado a muerte por revolucionario demócrata de 1868, Práxedes Mateo Sagasta. Solo desde un análisis más amplio, complejo y desapasionado, como el que en su día hizo Largo Caballero, parte del PSOE y el señor Bono superarán la infantil erisipela que les produce la Restauración de la Monarquía en 1875.

Guillermo Gortázar, historiador y abogado.

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