La revolución circular

En el siglo XVI, el astrónomo Nicolás Copérnico hizo un profundo descubrimiento: el sol, no la tierra, era el centro del universo conocido. En esa época, muchos denunciaron la perspicacia de Copérnico como herejía contra la doctrina católica establecida; eventualmente, por supuesto, la revolución copernicana abrió el camino hacia una nueva visión científica del mundo y mejoró la prosperidad de la humanidad.

Hoy, el mundo necesita un cambio de paradigma similar. Pero esta vez, es el modelo económico dominante el que debe ser transformado.

Para 2030, la clase media del mundo llegará aproximadamente a cinco mil millones de personas, que pretenderán las mismas oportunidades y comodidades que los ricos disfrutan desde hace mucho. Esto implicará una presión adicional sobre el medio ambiente y reducirá las existencias de recursos mundiales.

El problema es que el mundo mantiene desde hace mucho una mirada miope sobre la producción y el consumo de bienes de la manera más barata posible. El resultado es una economía lineal basada en el uso, la disposición y el reemplazo rápido de los bienes.

Mantener el modelo actual requerirá acceso fácil a recursos ilimitados y espacio infinito para los desechos, algo claramente imposible. De hecho, las consecuencias de nuestra economía desechable –emisiones descontroladas de CO2, flujos inmanejables de desechos y una dificultad cada vez mayor para extraer los recursos, por nombrar unas pocas– ya son apreciables.

Para encontrar una alternativa sostenible solo hay que buscar en la naturaleza, donde nada se desperdicia. Los bosques, por ejemplo, son sistemas totalmente eficientes, donde los ciclos de vida de las especies ocurren en completa armonía con las estaciones. Esto sostiene niveles de capacidad de recuperación y longevidad que los sistemas económicos podrían intentar emular.

De la misma forma en que los ecosistemas reutilizan todo en ciclos eficientes y con objetivos determinados, un sistema económico «circular» garantizaría que los productos fueran diseñados como parte de una red de valor, dentro de la cual la reutilización y el reacondicionamiento de productos, componentes y materiales garantizarían la reexplotación continua de los recursos.

Por supuesto, construir una economía circular requeriría una reestructuración fundamental de las cadenas globales de valor. En vez de vender productos, las empresas mantendrían su propiedad y venderían el uso de los bienes que fabrican como un servicio. Vender los beneficios de un producto en vez del producto en sí daría a los productores un incentivo poderoso para diseñar pensando en la durabilidad, el uso reiterado y el eventual reciclado, que les permitiría optimizar su uso de los recursos.

Esto requiere una nueva generación de materiales, así como procesos innovadores de desarrollo y producción. También requiere nuevos modelos de negocios, redefinir los conceptos legales de propiedad y uso, nuevas reglas para las licitaciones públicas y estrategias novedosas de financiamiento. Finalmente, una economía circular requiere una logística adaptativa y una cultura de liderazgo que abrace el nuevo sistema y recompense los avances para implementarlo.

Más del imperativo moral, existe un sólido argumento financiero en favor de la transición a una economía circular: la promesa de más de un billón de dólares en oportunidades de negocios. Esto incluye ahorros en materiales, mayor productividad, nuevos empleos y, posiblemente, nuevas categorías de productos y negocios.

Pero las empresas no puedan transformar la economía por sí solas. Para cambiar el énfasis de las empresas en la minimización de los costos iniciales hacia la maximización del valor total, mientras se garantiza la protección de la salud y el bienestar de las personas, los gobiernos deben cambiar sus procesos de licitaciones e implementar requisitos de circularidad, ayudando así a impulsar la demanda de nuevas soluciones.

Al mismo tiempo, los consumidores deben estar dispuestos a usar productos que no son de su propiedad. Debido a que la economía circular es inherentemente sistémica, solo puede tener éxito si todas las partes involucradas codiseñan, cocrean y coposeen los productos y servicios.

Con esto en mente, mi empresa está rediseñando sus productos y considerando la forma de capturar su valor residual. Al mismo tiempo, se está desplazando de un modelo de negocios basado en transacciones a otro basado en relaciones, uno que implica una cooperación más estrecha con los clientes y los proveedores. Está cambiando su cultura corporativa para enfatizar soluciones de largo plazo. Ninguno de estos cambios es fácil de implementar, pero son todos necesarios.

Como todas las grandes transiciones en la historia humana, el desplazamiento de una economía lineal a una circular será tumultuoso. Habrá pioneros y negativistas, victorias y reveses. Pero, si cada empresa, gobierno y consumidor hacen su parte, la Revolución Circular pondrá a la economía en la senda de un crecimiento sostenible en el largo plazo y, dentro de 500 años, cuando la gente mire hacia atrás, verá una revolución de proporciones copernicanas.

Frans van Houten is Chief Executive Officer of Royal Philips. Traducción al español por Leopoldo Gurman.

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