La revolución de Malala

Los hombres que el 9 de octubre trataron de matar a Malala Yousafzai, una adolescente de solo 14 años, sabían lo que ella representa: es bien conocido el activo compromiso que tiene desde los once años con la promoción del derecho de las niñas de su región a acceder a la educación.

Aunque los esfuerzos de Malala generan la aprobación de Occidente y de algunos sectores de la sociedad pakistaní, fueron recibidos como un insulto por las fuerzas oscurantistas que el mundo conoció con el nombre de “talibanes†y que en Pakistán se hacen llamar Tehrik e Taliban Pakistan. El nombre elegido encierra una ironía, porque el término árabe Taliban se refiere a las personas que buscan ser educadas, mientras que el principal objetivo de los talibanes es mantener a las sociedades musulmanas en el atraso, para que sea más fácil convencerlas de adoptar una versión del Islam del siglo séptimo.

Contra ese objetivo, la educación (especialmente la de las mujeres) se alza como un obstáculo, y por eso los talibanes atacaron a Malala; pero lo más probable es que obtengan justamente el resultado contrario al que esperaban.

El ataque a Malala suscitó un coro de voces condenatorias, al que se unieron varios líderes religiosos. En lo que constituye una señal de unidad, un consejo de eruditos musulmanes suníes de la ciudad de Lahore, al este del país, emitió una fatua que fue suscrita por 50 clérigos y que califica las justificaciones aducidas por los atacantes de “aberrantes†y desprovistas de sustento según la ley islámica.

Tal parece que la reacción de la opinión pública y de los medios de prensa dejó trastornados a los talibanes. Dawn, el diario anglófono de mayor circulación de Pakistán, informó que Hakimulá Mehsud, el líder de los talibanes pakistaníes, ordenó a sus cuadros responder atacando medios de comunicación en Karachi, Lahore, Rawalpindi e Islamabad. Diversos canales de TV han sido extremadamente críticos de las arremetidas de los talibanes contra la sociedad pakistaní, y los extremistas querían silenciar a la mayoría de personas que están cobrando conciencia de la amenaza existencial que supone para el país un Islam radical.

Son muchos hoy los que creen que los avances de las mujeres pakistaníes en materia de acceso a la educación son insuficientes, y hasta cierto punto, esta impresión es correcta. La tasa general de alfabetización femenina es indudablemente baja, mucho más que la de los hombres. Pero los niveles masculinos de educación y alfabetización en Pakistán tampoco son muy altos. Si bien Pakistán firmó la declaración de Objetivos de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas, que incluye alcanzar la alfabetización universal de niños y niñas de aquí a 2015, el país está lejos de lograrlo, ya que en 2010 sus tasas de alfabetización fueron 70% en el caso de los niños y apenas 45% en el de las niñas.

No obstante lo dicho, en los 17 años transcurridos entre 1993 y 2010, la cantidad de niñas inscritas para la educación primaria aumentó de 3,7 millones a 8,3 millones. Esto supone una tasa de crecimiento del 6,7% anual, alrededor de 2,5 veces la tasa de crecimiento de la cohorte de niñas que alcanzan la edad de la escuela primaria. Pero incluso con este ritmo de crecimiento, en 2010 las niñas fueron solo el 44,3% del total de los estudiantes inscritos.

Donde las mujeres pakistaníes sí han hecho avances extraordinarios en los últimos años es en educación superior. En las últimas dos décadas, el porcentaje de mujeres dentro del total de inscritos en universidades aumentó del 36% al 57%: en 1993 la cantidad de mujeres inscritas no llegaba a 15.000, mientras que en 2010 fueron 436.000. El porcentaje de mujeres que reciben educación superior está cada vez más cerca de la marca del 60%, lo que se explica por el 28% de crecimiento anual en la cantidad de inscritas registrado en 2010, una tasa impresionante que a su vez supone un alza respecto del 20% de aumento registrado en 1993. Si bien muchísimas niñas dejan de estudiar después de la escuela primaria, ahora también son muchas las mujeres que terminan el ciclo de educación superior.

Este año, egresarán de instituciones pakistaníes de enseñanza superior unas 750.000 mujeres. De mantenerse la tasa de crecimiento actual, en 2015 la cantidad de mujeres que completen la educación superior podría superar la cifra de 1,5 millones por año.

Si Malala hubiera muerto, algún día sería olvidada: otra víctima más de la guerra que libran los extremistas en Pakistán. Su muerte solo hubiera añadido otro nombre a la lista de decenas de miles de personas asesinadas en ataques terroristas en todo el país.

Pero Malala sobrevivió (e incluso es posible que se recupere por completo), y eso la convertirá en un símbolo poderoso para un país convulsionado. La gente comenzará a asociarla con el cambio que ya está en marcha; porque aunque a menudo se lo olvide, las mujeres pakistaníes (al menos, las pertenecientes a determinada clase) ya están recibiendo un tipo de educación que les permite ingresar en los sectores modernos de la economía o convertirse en empresarias. En educación, las cifras hacen revoluciones. Y eso los extremistas lo saben demasiado bien.

Shahid Javed Burki, former Finance Minister of Pakistan and Vice President of the World Bank, is currently Chairman of the Institute of Public Policy in Lahore. Traducción: Esteban Flamini.

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