La revolución educativa de Macron

Desde que eliminó un impuesto a la riqueza e impuso un impuesto fijo a las ganancias de capital, los opositores del presidente francés, Emmanuel Macron, muy maliciosamente lo han comparado con el presidente norteamericano, Donald Trump, que recortó los impuestos para los norteamericanos más ricos en diciembre. Algunos de sus críticos más acérrimos hasta se refieren a Macron como un "presidente para los ricos".

Nada podría estar más alejado de la verdad. Vista en su totalidad, la agenda de reforma de Macron ofrece una estrategia nueva y prometedora para hacer frente a la desigualdad y a la inmovilidad social en Francia. Y, en todo caso, Estados Unidos y Francia son prácticamente incomparables en estas cuestiones. Si bien la desigualdad de ingresos ha aumentado en Francia desde 1990, sigue estando muy por debajo de la de otros países desarrollados.

Específicamente, el ratio del 10% superior de la distribución de ingresos al 10% inferior es cinco veces más alto en Estados Unidos que en Francia. Es más, la tasa de pobreza francesa, del 13,6%, es más baja que la de Suecia (14,5%) y la de Alemania (16,7%). Y estos tres países europeos tienen tasas de pobreza muy por debajo de la de Estados Unidos.

Aun así, si bien Francia ofrece educación gratuita a todos los niños desde el jardín de infantes hasta la escuela secundaria, la movilidad social sigue siendo baja. El origen social tiene una correlación más estrecha con los resultados educativos en Francia que en cualquier otro país de la OCDE. Más del 20% de los niños franceses de hogares obreros abandonan la escuela sin haber obtenido un diploma, comparado con apenas el 7% de los hijos de altos gerentes o ejecutivos.

El sistema de educación superior de Francia es único, debido a la profunda división entre sus universidades y unas pocas escuelas de élite conocidas como "grandes écoles". Las grandes écoles gastan muchísimo más que las universidades en cada alumno, y así ofrecen una formación muy superior. Sólo el 27,5% de los estudiantes en las universidades obtienen un título después de tres años, y el 25-30% de los egresados no consiguen un empleo en el primer año después de terminar la escuela. Pero, más importante, en 2017, sólo el 2,7% de los estudiantes de las grandes écoles tenían padres en el extremo inferior de la escalera socioeconómica, comparado con el 66% de los alumnos universitarios.

Macron, por su parte, reconoce que será necesario transformar este sistema para hacer frente a la desigualdad y la inmovilidad social, y para fomentar un crecimiento más inclusivo en el largo plazo. Sus reformas pondrán más énfasis que nunca en enseñar capacidades básicas -lectura, lengua, aritmética- en la escuela primaria. Y, después de septiembre de 2018, las escuelas en los barrios carenciados tendrán clases de no más de 12 alumnos.

El gobierno de Macron también está haciendo grandes inversiones en programas de tutoría y otras medidas para ayudar a los niños con dificultades de aprendizaje y permitir que se haga más tarea en la escuela. Y está estableciendo un nuevo sistema para facilitar la transición de la escuela secundaria a la universidad.

Hasta ahora, los estudiantes entran a las universidades a través de un sistema de lotería, que normalmente no asigna a los estudiantes la escuela o disciplina adecuada. Pero después de que se implementen las reformas de Macron, el desempeño escolar y las materias preferidas de los estudiantes pasarán a ser los factores determinantes en la asignación de una universidad. El examen final, el baccalauréat, se centrará en dos materias principales, dos materias menores y un examen oral, en lugar de cubrir 10-15 temas diversos. Para reducir la tasa de fracaso a nivel del bachillerato, las reformas también introducirán pre-requisitos universitarios, en lugar de garantizar una elegibilidad para todos. Todo esto alineará a Francia más estrechamente con países como Suecia y Alemania, donde el desempleo es mucho más bajo.

Macron se ha alejado de la "vieja izquierda" en materia tributaria. Pero, como demuestra su agenda educativa, eso es porque está pensando en la desigualdad de una manera totalmente novedosa, una manera que busca reconciliar el crecimiento y la movilidad social. La desigualdad debe ser atacada desde la raíz, lo que significa que exige una solución ex ante como la educación, no medidas estrictamente ex post como la tributación redistributiva. Es por eso que Macron está poniendo tanto énfasis en mejorar la educación en los niveles más bajos, y en facilitar la transición de la escuela al mercado laboral.

Es más, no se trata de que un impuesto fijo sobre las ganancias de capital vaya a impedir la movilidad social o aumentar la pobreza. En verdad, desde que Suecia adoptó el mismo sistema tributario en 1991, su tasa promedio de crecimiento de la productividad anual ha aumentado cuatro veces.

La movilidad social en Francia no ha experimentado ningún cambio importante desde 1991. Al abandonar un sistema de elegibilidad universal a nivel universitario y adoptar uno que encuentra una opción más apropiada para todos los estudiantes después de la escuela secundaria, Francia resultará beneficiada por una igualdad más genuina y una mayor movilidad social. La revolución de Macron está en marcha.

Philippe Aghion is a professor at the Collège de France and at the London School of Economics, and a fellow of the Econometric Society and of the American Academy of Arts and Sciences.
Benedicte Berner is a lecturer at Sciences Po in Paris, chair of Civil Rights Defenders, and an associate at Harvard University’s Davis Center for Russian and Eurasian Studies.

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