La Ruta Regional a la globalización del Libre Comercio

Con la exangüe Ronda de Doha dando sus últimos coletazos, una nueva oleada de negociaciones comerciales regionales ha asumido de facto la tarea de establecer un régimen de comercio global. La Administración del presidente Barack Obama ha erigido a EE.UU. en pieza central de este cambio, al emprender simultáneamente dos importantes negociaciones: el Acuerdo Transatlántico de libre Comercio e Inversión (TTIP, por sus siglas en inglés) con la Unión Europea, y la Alianza Transpacífica (TPP, por sus siglas en inglés) con 11 países de América y Asia.

Único actor común a ambas iniciativas, EE.UU. está en condiciones tanto de hacerlas progresar armónicamente, cuanto de utilizar los avances de una negociación en contra de la otra. Este último enfoque no sólo afectaría a los países directamente involucrados en ellas, sino que dañaría gravemente la proyección de un sistema global de base jurídica.

La nueva estrategia regional puede tener éxito y proporcionar una base sobre la que construir un régimen de comercio internacional. Pero ello sólo ocurrirá si el TTIP y la TPP son equilibrados y accesibles a la comunidad internacional en general. De lo contrario, se corre el riesgo de provocar costosos desequilibrios globales e incluso fragmentación del comercio.

Europa tiene un importante papel que jugar a este respecto. Ampliar el debate más allá de los dos grandes acuerdos creará un sentido de urgencia y propósito, llevando a EE.UU. a participar activamente o a arriesgarse a perder su centralidad en la agenda comercial global. La UE está bien posicionada para favorecer el clima necesario jugando con sus asociaciones comerciales existentes, como es el caso de México y Chile -ambos miembros de la TPP- con los que Europa tiene acuerdos de libre comercio desde hace mucho tiempo, o con Singapur con quien Europa ha concluido recientemente las negociaciones de libre comercio.

Más significativas son las otras negociaciones que la UE lleva adelante, que podrían ser utilizadas para impulsar la agenda del TTIP así como de la TPP. Las conversaciones entre la UE y Canadá, que deben convertirse en un elemento fundamental para la armonización del TTIP así como de la TPP, se han estancado y deben ser revitalizadas. Incluso negociaciones menores en curso, como es el caso de las existentes con Malasia y Vietnam, ofrecen posibilidades en este contexto. Sin perjuicio de lo anterior, la más importante es la negociación recientemente iniciada entre la UE y Japón.

Europa y Japón se enfrentan a retos difíciles entre los que destacan un rápido envejecimiento de la población y economías inestables. Sin embargo, Japón cuenta con una ventaja importante, una fuerte cohesión nacional que le facilita la adopción de medidas audaces y decisivas, algo difícil en Europa. Las “tres flechas” con las que el primer ministro Shinzo Abe se ha comprometido a atacar el prolongado atolladero económico de Japón (una política monetaria expansiva, una política fiscal agresiva, y reformas estructurales) son un buen ejemplo.

Su decisiva actuación en las dos primeras áreas está bien documentada. La reforma estructural, sin embargo, es una propuesta más difícil, con intereses fuertemente arraigados y valores culturales que militan contra el cambio y la apertura de una economía parcialmente cerrada. De hecho, Japón se sitúa a la cola de la clasificación de la OCDE en cuanto a restricciones reglamentarias con respecto a la inversión extranjera directa en el país. El gobierno de Abe ve los acuerdos comerciales como una buena manera de sacar adelante las reformas necesarias, y esto convierte a Japón en un negociador motivado.

Para Europa, que trata de ampliar su presencia en Asia, un vínculo fuerte con una economía japonesa reformada sería de gran ayuda. De hecho, la inversión en Japón actualmente representa menos del 3% de la IED total de la UE. Más importante aún, un Japón comprometido con la culminación de las negociaciones bilaterales será un aliado útil para impulsar una agenda comercial global equilibrada y con visión de futuro, especialmente porque cabe vaticinar que tanto el TTIP como la TPP navegarán aguas difíciles.

La entrada de Japón en la TPP esta primavera supuso un cambio sustantivo. Con un PIB equivalente al de la suma de todos los demás socios excluido EE.UU., Japón añade un peso económico significativo. Pero la entrada de Japón también implica una complejidad cierta, queda reflejad en la reticencia mostrada por el Congreso de EE.UU. inmediatamente después de que Japón anunciase su intención de unirse a las negociaciones de la Alianza Transpacífica.

La TPP está ya en su 18 ª ronda de discusiones y los rumores de que China podría unirse a las negociaciones hacen presagiar que las conversaciones se alargarán significativamente. Mientras tanto, la euforia que rodeó el TTIP en febrero, cuando Obama lo incluyó en su discurso del Estado de la Unión, se ha desvanecido. Las conversaciones que habrían de completarse con "un tanque de gasolina" han quedado ahogadas por el redoble de la excepción cultural francesa y las revelaciones del analista infiel de la NSA -Edward Snowden- acerca del espionaje de EE.UU. en Europa.

Las negociaciones entre la UE y Japón podrían resultar ágiles en comparación. La naturaleza bilateral de las conversaciones las hace más fáciles de manejar que la TPP, en constante expansión. La diferencia entre las partes en cuanto a tamaño de la economía - el PIB de la UE es casi tres veces mayor que el de Japón - no es tan amplia como para dar lugar a las duras tácticas que han caracterizado las discusiones entre la UE y Canadá (una relación en la que Europa tiene la ventaja de una producción diez veces mayor). Por otra parte, las negociaciones entre la UE y Japón no tienen la carga histórica, cultural y emocional de la relación transatlántica lo que repercute en una relativamente moderada atención que proporciona un entorno más fácil en el que discutir las cuestiones difíciles como la contratación pública y la seguridad alimentaria.

Las negociaciones comerciales nunca son fáciles y las conversaciones entre la UE y Japón no serán una excepción. Sin embargo, la voluntad política necesaria puede y debe existir, si estos dos grandes actores en su ambición por recuperar lustre, apuestan por el potencial de estas conversaciones como motor de la reforma del comercio mundial; especialmente si las instituciones europeas desarrollan algo de la audacia de Abe. Porque si queremos avanzar en la internacionalización a través de estas rondas de facto, necesitamos ir más allá del TTIP y de la TPP.

Ana Palacio, a former Spanish foreign minister and former Senior Vice President of the World Bank, is a member of the Spanish Council of State.

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