La saga de los Maragall

Por Félix Riera, director editorial de L'esfera dels Llibres (EL MUNDO, 18/10/05):

Que los pueblos se alcen y se muevan, que hablen, que se hagan a sí mismos, y se gobiernen y gobiernen; y España ya no es un lugar común de patriotismo encubridor de todo tipo de debilidades y concupiscencias, sino que España es aquello que se mueve y se alza y habla y se enfrenta a aquéllos que hasta ahora han vivido a costa de su muerte aparente». Estas palabras de Joan Maragall, abuelo de Pasqual Maragall, publicadas en un artículo con el título Visca Espanya en 1908, bien podrían haber sido expresadas por su nieto, hoy presidente de la Generalitat de Cataluña, en el momento de emprender viaje a Madrid para defender el nuevo Estatut.

Casi un siglo separa la retórica del poeta Maragall de su puesta en práctica por el político Maragall. Vicente Cacho-Viu, que dedicó a Jordi Maragall (senador, filósofo y padre de Pasqual) su último libro de ensayo (1997), titulado El nacionalismo como factor modernizador, definiría así el nacionalismo de Joan Maragall, quien tiene «inquebrantable fe en Cataluña y en las posibilidades de regeneración hispánicas latentes en su nacionalismo». Una visión que Pasqual Maragall ha heredado hasta el punto de formular que el nuevo Estatuto no sólo es necesario para regenerar Cataluña sino también España. En una entrevista concedida al Avui, manifestaba: «Yo no sitúo las cosas en lo que digan los partidos en un momento determinado, sino en la concepción que nosotros tenemos de España.Han pasado 20 años y ahora sería deseable encontrar el ritmo estable de evolución porque Cataluña sólo puede avanzar pasando por España, porque el camino hacia Europa pasa por España. De lo contrario, no llegaremos. Pero debe ser una España diferente; si no, tampoco llegaremos».

Pero, ¿adónde queremos llegar? Si observamos cómo se está defendiendo y explicando el nuevo Estatuto desde las fuerzas políticas catalanas, la respuesta no es culminar un objetivo, la España plural, sino seguir manteniendo vivo el viaje que emprendiera a principios del siglo XX el catalanismo histórico. Lo importante, pues, como en la Odisea, no es llegar a Itaca sino el viaje en sí mismo.Veamos entonces en qué puertos quiere fondear el nuevo Estatuto.

El nuevo Estatuto para Cataluña está influido por una triple mirada, que se ha puesto de manifiesto cíclicamente a lo largo de nuestra historia en los momentos más decisivos, como ahora ocurre. Una mirada hacia adelante, orientada al futuro, que queda sintetizada en sus aspectos económicos. Una mirada atrás, al pasado, para reivindicar y liderar la herencia del catalanismo histórico. Una mirada hacia arriba, a lo trascendente, para seguir construyendo imágenes inspiradoras de Cataluña. Tres miradas que apelan a la vez al pragmatismo, al orgullo que es para los países lo que la autoestima es para los individuos y la realización del Cataluña dream, como el American dream que Walt Whitman definió en su obra poética para referirse a los sueños que debía conquistar la sociedad norteamericana.

Miradas que sitúan al nuevo Estatuto en un plano de negociación no sólo político, sino emocional, que obligará a la clase política y periodística a tener que separar lo que es propio de la discusión política y jurídica de lo que no lo es.

La presencia del pasado es constante en la política catalana y lo ha sido de forma muy especial durante gran parte de las discusiones previas y finales del Estatuto. Un pasado donde se dan cita Frances Cambó, Josep Pijoan, Prat de la Riba, Companys, Viçens Almirall, Francesc Maciá o Joan Maragall. Pasado que lleva a Joan Saura a citar a Maciá en el día de la aprobación del nuevo Estatuto; a Josep Lluís Carod-Rovira a recordar a Humbert Torras o Joan Estelrich y a Pasqual Maragall a los nobles de la Corona de Aragón. Citas sacadas para recordar y engrandecer la propia dimensión del nuevo Estatuto, pero también para disputar su liderazgo.

Richard Rorty, en este sentido, nos indica: «La competencia por el liderazgo político es parte de la competición entre distintas historias sobre la identidad propia de la nación y entre distintos símbolos de grandeza». Para Maragall es un pasado vivo y de constantes referencias, del que extrae un aspecto clave y diferenciador, para liderar este complejo proceso estatutario, consistente en apelar al necesario diálogo entre Cataluña y España. Un diálogo que su abuelo ya propició y mimó con Miguel de Unamuno o Francisco Giner. Diálogo que su padre estableció con José Bergamín.

EI Estatuto de Maragall tiene en este sentido poco que ver con el de Carod-Rovira. Mientras que Maragall busca en la Historia los puntos de acercamiento de Cataluña hacia España, Carod-Rovira plantea, legítimamente, una lectura del pasado que le permita seguir avanzando en su proyecto independentista. En el nuevo Estatuto se está disputando un liderazgo político y simbólico que permita, a quien lo consiga, establecer un nuevo ciclo político en Cataluña. Un pasado donde sus protagonistas aún siguen, en cierto modo, vivos, interpelando a la actual generación de políticos catalanes para que esta vez no se falle.

John Dewey afirmaba que para entender el sentido de la aventura humana hay que mirar hacia adelante y no hacia arriba. El nuevo Estatuto tiene en alguno de sus aspectos, entre ellos los de contenido más identitario, una clara voluntad de mirar hacia arriba. Joan Estelrich advertía, en su libro Catalunya Endins publicado en 1932, un fallo en el carácter catalán para asumir el proyecto de España como propio. Estelrich decía: «Los catalanes han pasado 400 años queriendo ser españoles, sin conseguirlo.Las causas del fracaso, hasta ahora, del movimiento catalán son de orden psicológico».

Esta mirada hacia arriba, a lo trascendente, a la construcción de imágenes inspiradoras de Cataluña también está latente en el interior del nuevo Estatuto. El Estatuto es para todas las fuerzas políticas catalanas la imagen más poderosa y definitoria del nuevo ciclo político, tanto si prospera como si fracasa.En ambos casos, la imagen inspiradora no se pierde sino que puede tender a aumentar con un posible rechazo. En este punto nos adentramos en un proceso de identificación de «Estatuto igual a Cataluña» que, una vez puesto en marcha, ya no puede ser dominado por ninguna fuerza política, ya que, en el paso de rechazar el Estatuto no se estará rechazando un texto jurídico sino a Cataluña. El Estatuto pasa de ser un elemento central para consolidar la España plural a convertirse en un icono sagrado intocable e innegociable que se aparta de cualquier implicación definitiva con España. Esta mirada hacia arriba ha provocado que la mayoría de la clase política catalana sea más leal al país anhelado e inalcanzable que al país que habitamos cada día.

Queda, por último, observar el aspecto más positivo, más propiamente estatutario, aquel que vincula el estatuto a una mirada hacia adelante para afrontar los retos que plantea el futuro. Es en este aspecto donde la clase política catalana ha acertado, tanto el tripartito liderado por Maragall como la oposición liderada por Mas y Durán Lleida, al conseguir consensuar un texto que permite a Cataluña dar un salto hacia adelante a nivel económico, cultural y social. Esta mirada es la que los ciudadanos saben valorar mejor, como ha quedado demostrado durante los distintos gobiernos de Jordi Pujol, cuando el nacionalismo pragmático, en el día a día, llegó a imponerse al estrictamente identitario.

Es lógico pensar, si se impone esta vía frente a las otras dos en el momento de la negociación, que políticos como Duran Lleida, José Montilla e incluso Joan Puigcercòs hagan comprender al resto e las fuerzas políticas, la visión que en su día ofreció Josep Ferrater Mora, quien en un artículo titulado Catalanes, europeos, españoles nos hacía observar: «Catalanizar Cataluña no quiere decir restar alguna cosa de España. Quiere decir lo contrario. sumar alguna cosa». Un posicionamiento que a su vez obligaría a las dos principales fuerzas políticas, PSOE y PP, a aceptar que españolizar España no quiere decir restar alguna cosa a Cataluña.Quiere decir lo contrario: sumar alguna cosa.

En su libro La saga de los Maragall, que hemos editado en L'esfera des Llibres, Víctor Batallé nos hace ver, a propósito de la saga: «Tienen y han tenido como reto personal y familiar hacer que Cataluña encaje en el amplio y cambiante contexto de España».Maragall cerró su discurso, el día de la aprobación del Estatuto, citando el viaje a Itaca: «Déjenme decirles, como en el viaje Itaca, 'buen viento', pero con barca nueva». Maragall, como su abuelo y su padre, sí quiere llegar a Itaca y ésta se llama España.