La salida del túnel del terror

Nunca sabremos si ETA lo ha dejado porque ha entendido que perjudicaba la causa que decía defender o si se ha visto forzada a entenderlo por la actuación del Estado, que la ha dejado en una extrema debilidad organizativa.

Que el terrorismo es incompatible con la democracia y el respeto inherente a los derechos humanos, lo sabía todo el mundo menos unos pocos fanáticos de la izquierda revolucionaria y los más extremistas de algún movimiento de liberación nacional. Los primeros duraron poco. En Irlanda y el País Vasco, el terrorismo ha tenido recorridos mucho más largos. Aunque con decenios de retraso, se puede decir que Europa, por fin, ha quedado libre de la lacra del terrorismo interno. En nuestra civilización, hemos desactivado los últimos restos de fanatismo asesino. Que sirva de vacuna y para estar alerta, porque el peligro siempre existe, y ahora viene y vendrá sobre todo de la extrema derecha, como se ha visto en Noruega.

El terrorismo es el único tipo de confrontación armada sobre el que no hay consenso conceptual. Las organizaciones terroristas se consideran en guerra, mientras quienes sufren los atentados les niegan esta categoría. Si se declaran en guerra contra el terrorismo, debemos entenderlo más o menos como si hicieran la guerra a la piratería. Los terroristas se consideran soldados, pero sus enemigos los consideramos fanáticos. En realidad, importa más su concepción de lo que hacen que la nuestra, ya que actúan a partir de su propio ideario, no del nuestro.

Hay tres formas de guerra abierta. La guerra convencional, con dos o más países y sus ejércitos enfrentados. La guerrilla, inventada por España, que es una forma menor de guerra, propia de los que no se dan por vencidos, pero no tienen capacidad de formar un ejército convencional. De manera similar, el terrorismo organizado es una forma de guerrilla, que compensa la menor capacidad organizativa con una mayor sofisticación destructiva de sus acciones. Ni los guerrilleros ni los terroristas pierden siempre. Los dos grandes prototerroristas modernos, el irlandés De Valera y el sionista Ben Gurion, son los padres fundadores de sus respectivas patrias. La Biblia sitúa la hazaña de Sansón, el primer terrorista suicida de la historia, al máximo nivel de heroicidad.

Esta época es mejor, y en afortunada consecuencia tendremos que aplicar dos principios. El primero, que nunca hay guerra en países o entre países democráticos, salvo la excepción española, y es motivo general de satisfacción que deje de serlo. El segundo, que, jurídicamente y moralmente, el terrorismo global es considerado la peor y más peligrosa forma de delincuencia.

Tanto la guerrilla como el terrorismo necesitan moverse en terreno propicio. Como no tienen un Estado detrás, para los guerrilleros y los terroristas es imprescindible disponer de cobertura y complicidad social. Eso es lo que ETA ha perdido, el apoyo y la simpatía más o menos activa de una parte significativa de la sociedad vasca, así como la comprensión de otra parte aún más extensa. Las fuerzas de seguridad por sí mismas lo tienen muy difícil para reducir la capacidad de ETA a cero, pero es imposible mantener una organización terrorista sin una masa social que le dé apoyo.

La derrota de ETA es doble. Ante las fuerzas de seguridad y el Estado de derecho, y ante la sociedad vasca, de manera especial la izquierda aberzale. De hecho, los entornos de ETA han pasado de coadyuvar o aplaudir a rechazar o condenar. En los últimos tiempos, ETA ha sido considerada un obstáculo para la consecución de los objetivos que, ante los propios ojos, justificaban su existencia. Toda democracia, también la española, ofrece vías pacíficas a los grupos que la componen. Si los que pretenden la independencia son mayoría, podrán optar a ella, aunque no se reconozca formalmente el derecho de autodeterminación.

A partir de ahí, el escenario posviolencia, los primeros pasos de la paz. La doble derrota de ETA puede significar un incremento del nacionalismo en Euskadi, una mayoría que en diferentes intensidades coincide en propugnar tanto medidas de gracia a los terroristas condenados como la propia independencia. Si los resultados de las generales confirman el precedente del éxito de Bildu y los pronósticos unánimes, la derrota de ETA habrá sido tan dulce como la media victoria del IRA (que contaba con un Estado y una sociedad detrás). En primer lugar, porque el Estado deberá poner en práctica las medidas de gracia reclamadas por el PNV. En segundo, porque será grande la tentación para la independencia, aprovechando la ocasión irrepetible de una mayoría abrumadora. Una especie de ahora o nunca, a partir del plus que las urnas otorgan a los expartidarios de la violencia.

El futuro Gobierno español no tendrá otro remedio que prodigar reverencias al PNV, mientras el PNV no cesa de reverenciar a la izquierda aberzale. En el fondo, y por mucho ruido mediático que oigan, más premio, más luz al final del túnel del terror que en el esplendor macabro del terror.

Por Xavier Bru de Sala, escritor.

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