La seguridad británica, en riesgo por el Brexit

Algunos momentos de la historia son profundamente irónicos. Para ver un ejemplo actual basta mirar al Reino Unido. A pocos días de que se produzca un punto de inflexión en las negociaciones con la Unión Europea para el Brexit (la reunión de este mes del Consejo Europeo), el gobierno británico quiere que sus rechazados socios europeos ahora lo ayuden en la disputa con Rusia por el intento de asesinato del ex doble agente ruso Sergei Skripal y su hija en Salisbury (Inglaterra).

Pero ya antes del descarado ataque a los Skripal con Novichok (un agente nervioso diseñado por la Unión Soviética), la primera ministra Theresa May había comenzado a mostrarse más dispuesta a destacar los valores e intereses compartidos del RU y la UE, incluidos los relacionados con seguridad y defensa. De hecho, en la Conferencia de Seguridad celebrada el mes pasado en Múnich, propuso una “alianza profunda y especial” en torno de esas cuestiones.

En la hipótesis preferida por May, el RU seguiría teniendo participación plena en organismos de la UE como EUROPOL, y mantendría el sistema de órdenes europeas de detención y entrega (que agiliza los procedimientos de extradición). Además, seguiría participando en misiones actuales y futuras bajo la Política Común de Seguridad y Defensa de la UE (PCSD) y coordinaría con la UE la aplicación de sanciones conforme a la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC).

No hay duda de que el ataque a los Skripal reforzó el interés de May en garantizar una cooperación sólida en temas de seguridad después del Brexit. Una amenaza externa como la que representa aquel ataque se enfrenta mejor en cooperación con aliados. Pero ¿pueden los aliados del RU tomarse en serio a May?

Los que “amenazan nuestra seguridad”, dijo May en Múnich, “quieren vernos fracturados (…) discutiendo sobre mecanismos y medios en vez de hacer lo que es más práctico y eficaz para cuidar la seguridad de nuestro pueblo”. Después, tras reiterar que la decisión del RU de abandonar la UE fue legítima y democrática, dijo que ahora es el turno de la UE. No aceptar la generosa oferta de May de una cooperación estrecha en materia de seguridad equivaldría a dar primacía (en sus propias palabras) a “la doctrina política y la ideología”.

La ironía que encierra la postura de May no pasó inadvertida a los 27 estados de la UE a los que el RU abandona. Al fin y al cabo, al sembrar dudas sobre la unidad de Europa (y de hecho, la de todo Occidente), el Brexit mismo está causando un grave daño a la seguridad europea, y todo en nombre de la doctrina política y la ideología.

Es verdad que incondicionales del Brexit como el ministro de comercio, Liam Fox, aseguran que la única relación externa que el RU necesita como sostén de su seguridad es la OTAN, liderada por Estados Unidos. Pero aunque sin duda este organismo seguirá siendo la principal garantía de toda Europa, nadie quiere confiar su seguridad al presidente estadounidense Donald Trump, que parece tener en menos a sus aliados que a adversarios como la Rusia de Vladimir Putin. Como advirtieron los jefes de inteligencia de Gran Bretaña, Francia y Alemania en una declaración conjunta publicada en Múnich que casi pasó inadvertida, cualquier ruptura de la cooperación para la seguridad entre el RU y la UE traerá graves consecuencias.

Pero May no puede contar con mantener el nivel actual de cooperación en temas de seguridad entre el RU y la UE, especialmente en el contexto más amplio del Brexit “duro” que imagina. Cuando el RU abandone la UE, perderá el derecho a participar en la definición de los marcos institucionales en los que por mucho tiempo se basó su seguridad. Esto deja a May dos alternativas: puede abandonar esos marcos (una jugada muy peligrosa) o aceptar, al menos en su mayor parte, las condiciones de la UE.

Por ejemplo, el marco legal para los datos relacionados con la seguridad también debe aplicarse a los datos comerciales. Si el RU acepta dar jurisdicción en este tema a un alto tribunal europeo (como parece indicar el discurso de May en Múnich), ¿por qué no hacer lo mismo en otras áreas? El Tribunal Europeo de Justicia es un organismo judicial independiente con una reputación impecable, que defendió con equidad los intereses del RU en numerosas ocasiones.

Tal disposición generaría un grado importante de buena voluntad en las negociaciones, lo que, sumado a la considerable cantidad de recursos y experiencia en materia de seguridad que posee el RU, le daría al país margen para obtener de la UE concesiones exclusivas, por ejemplo, la condición de observador permanente en el influyente Comité Político y de Seguridad de la UE.

Pero nada garantiza que estas formas de cooperación (esenciales para la seguridad del RU y de la UE) se concreten. May parece tener ahora una visión más realista de los riesgos de seguridad planteados por el Brexit, pero otros miembros de su partido no dan brazo a torcer.

Por ejemplo, hace poco Owen Paterson, un exministro conservador, sugirió descartar el Acuerdo de Belfast, que trajo dos décadas de paz a Irlanda del Norte; fue una declaración sumamente imprudente, dadas las sensibilidades políticas que el referendo por el Brexit despertó en Irlanda. Otros partidarios del Brexit (como el ministro de medioambiente, Michael Gove) también llevan tiempo expresando escepticismo en relación con ese acuerdo. Esto hace pensar que los ideólogos del Brexit anteponen sus sueños nacionalistas a la seguridad.

Tal vez el reciente ataque a un exagente ruso en una tranquila ciudad de la campiña inglesa les quite las anteojeras ideológicas a más partidarios del Brexit, mostrándoles que una “Gran Bretaña sola” es una “Gran Bretaña vulnerable”. Pero también puede ocurrir que para cuando los ciudadanos y líderes del RU finalmente vean el Brexit como lo ven sus aliados (como un acto de traición egoísta y destructivo) ya sea demasiado tarde.

Charles Tannock is a member of the foreign affairs committee of the European Parliament. Traducción: Esteban Flamini.

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