La seguridad en Oriente Medio en 2014

La región del Oriente Medio es el lugar adonde van las predicciones a morir. Y la reciente turbulencia en la región lleva a que predecir los próximos eventos en la zona resulte más difícil aún. Pero, como quedó cada vez más claro en 2013, la fuente principal de las crisis en Oriente Medio no es un «choque de civilizaciones», sino un choque dentro del Islam, cuyo centro radica en la división entre suníes y shiíes.

La cantidad de muertes de civiles por esta lucha es asombrosa. El total de muertos en Afganistán, Egipto, Irak, Libia y Siria combinados es en la actualidad cercano a varios cientos de miles –tal vez 10 veces la cantidad de muertes por el conflicto israelí-palestino desde 1948– y millones más padecen vidas miserables como refugiados.

Ahora que la Primavera Árabe se ha congelado, las perspectivas regionales para 2014 parecen sombrías. Aún hay oportunidades sobre la mesa y probablemente otras surgirán durante el año entrante. Pero aprovecharlas requerirá liderazgo global, claridad estratégica, sutileza y decisión, casi todas condiciones ausentes en 2013.

De hecho, se extiende la percepción entre los líderes y los pueblos del mundo –tanto adversarios como aliados– de que el líder mundial desde hace ya mucho, Estados Unidos, se ha debilitado significativamente. Consideren el fracaso del presidente Barack Obama para defender su «línea roja» luego de que el régimen del presidente sirio Bashar al-Assad usara armas químicas el verano pasado; el regreso de Egipto a un gobierno militar; las protestas poselectorales en Irán en 2009; o la inestabilidad en Irak, Afganistán y Pakistán.

Como consecuencia de la incertidumbre estadounidense, el eje radical de Irán, Siria y Hizbulá se siente envalentonado y ciertamente buscará capitalizar sus logros en el próximo año. Assad terminó por aprovechar el shock causado por su ataque con armas químicas como un elemento de ventaja en un acuerdo de desarme –aún pendiente de ejecución y verificación– que le proporcionó una valiosa pausa, y tal vez la salvación, de los esfuerzos por derrocarlo.

Assad procurará demorar la implementación real del acuerdo de armas químicas en 2014 para ganar tiempo y dividir y debilitar aún más a sus oponentes. Podría entonces arreglárselas hasta las elecciones legislativas estadounidenses en noviembre, cuando atacarlo sería políticamente imposible. Tiene buenas probabilidades de salirse con la suya.

Hizbulá apoyará a Assad hasta el final, porque es crítico para su supervivencia que Assad se mantenga en el poder. Los rebeldes sirios, debilitados por luchas internas, también han sido víctimas del creciente distanciamiento entre EE. UU. y sus aliados árabes más cercanos. Prácticamente, con excepción de un ataque exitoso al propio Assad, las probabilidades de un triunfo rebelde en el terreno son escasas.

Las renovadas negociaciones de paz en Ginebra el año próximo solo podrán tener éxito si Assad llega a ellas sustancialmente más débil, algo que probablemente no tendrá lugar. Israel continuará actuando proactivamente para evitar la transferencia de misiles pesados o sistemas avanzados de defensa aérea desde Siria a Hizbulá en el sur del Líbano, algo que por supuesto conlleva el riesgo de un enfrentamiento militar. Pero esas medidas preventivas también podrían estimular la supervivencia del Líbano al evitar que Hizbulá logre un dominio absoluto del país.

Si bien Assad puede sobrevivir por ahora, Siria, al igual que Irak y Libia, enfrenta se desintegra lentamente en subentidades étnicamente más homogéneas, ya sea completamente separadas o apenas unidas entre sí, en una estructura similar a la Yugoslavia posterior a Tito, donde la furia comunal ocupó el vacío político dejado por el puño de hierro del dictador.

Paradójicamente, la desintegración en el mundo árabe ocurre justo cuando Irán emerge de una profunda inmovilidad diplomática que se prolongó por décadas. Luego del acuerdo provisorio de seis meses sobre su programa nuclear, alcanzado en noviembre en Génova, es posible que el programa nuclear militar iraní sea detenido temporalmente. Pero Irán logró librarse de sanciones internacionales con consecuencias catastróficas a un bajo precio y, como la estructura de dos fases del acuerdo provisorio demora la verificación de su éxito, la verdadera prueba para Irán –y para el mundo– aún está pendiente.

El riesgo inmediato es que Irán aún posee capacidad para enriquecer uranio y cuenta con una sustancial cantidad de uranio de bajo enriquecimiento. La decisión sobre cómo proceder es de Irán y lo más probable es que sus gobernantes sencillamente esperen una oportunidad para lograr la capacidad nuclear cuando EE. UU. sea incapaz, por el motivo que sea, de responder. Esto puede llevar entre 6 y 12 meses, con algunos riesgos desde el punto de vista iraní, pero una vez que tengan el material para la fabricación de armamentos, nada podrá evitar que se conviertan en una potencia nuclear.

Tanto Pakistán como Corea del Norte siguieron ese camino. Y dado el zigzag estadounidense con Siria, los iraníes están convencidos de que por el momento, un ataque físico (al menos, estadounidense) está fuera de consideración.

Las consecuencias de la disponibilidad de armas nucleares en Irán podrían ser devastadoras para el orden regional y la estabilidad mundial. Arabia Saudí podría tener armas nucleares en semanas y Turquía y Egipto podrían sentirse obligadas a imitarla. El régimen internacional de no proliferación colapsaría. Un Irán hegemónico intimidaría a sus vecinos del Golfo, patrocinaría actividades terroristas en el exterior y se sentiría inmune ante la intervención internacional.

Por supuesto, si colapsan las negociaciones para lograr un acuerdo permanente, Israel e incluso EE. UU. pueden sentirse obligados a contemplar acciones adicionales. Pero, por ahora, los líderes iraníes claramente creen que han ganado tiempo. Además, en seis meses, Irán puede proponer otro acuerdo temporal ligeramente modificado con una mayor reducción de las sanciones, aprovechando aún más la parálisis impuesta por la dinámica del año electoral en la toma de decisiones estadounidense. Tal estrategia podría prolongar la fase permanente del acuerdo mucho más allá de 2014.

Los iraníes juegan al ajedrez; saben qué es un gambito y no han renunciado a ganar el juego. La única solución –para la cual aún hay tiempo– es encontrar una manera de transmitir inequívocamente a los iraníes que: «Respetamos sus necesidades. No los avergonzaremos en público. Pero deben entender que hablamos en serio. Tendrán que desmantelar el programa nuclear militar en los próximos meses, o enfrentar las consecuencias».

Tal mensaje nunca llegó a oídos del líder supremo ayatolá Alí Jamenei. Si no lo escucha ni lo cree, no hay forma de que ceda.

Ehud Barak was Prime Minister of Israel (1999-2001) and Minister of Defense (2009-2013). Traducción al español por Leopoldo Gurman.

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