La semilla de la ciencia en la UE

La celebración del cincuentenario de la UE ha adolecido, en mi opinión, de un gran olvido. Los medios de comunicación nos han recordado los procesos más importantes que permitieron que los países enfrentados en la Segunda Guerra Mundial encontraran vías de colaboración que permitieran desterrar nuevos conflictos y que no se repitiera lo que sucedió en la primera posguerra y que condujo a la segunda. Los medios nos han recordado que el primer gran acuerdo fue el establecimiento de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero en 1950, un primer paso hacia la firma, el 25 de marzo de 1957, del tratado constitutivo de la Comunidad Económica Europea, el origen de la actual Unión Europea de veintisiete miembros.

Lo que nadie ha recordado es que antes del tratado de Roma, entre los primeros acuerdos que se establecieron entre los países europeos, uno fue en el ámbito científico y que ha tenido un gran éxito. Se trata de la firma en el año 1954 de la Convención Europea para la Investigación Nuclear, el CERN (Convention Européenne pour la Recherche Nucléaire) que, aunque el nombre aparente lo contrario, no tiene nada que ver con la energía nuclear, sino que se trata del establecimiento de un gran centro abierto dedicado a la investigación física básica más puntera del momento. La idea de esta fructífera colaboración científica surgió de la Conferencia Cultural Europea de Lausana de 1949 y de la Asamblea General de la Unesco de Florencia de 1950, en la que algunos europeístas se plantearon la necesidad de una colaboración científica que no levantara suspicacias (como hubiera podido ser alguna colaboración en el campo de la energía nuclear: Euratom no llegó hasta 1957). La idea sintonizó con los intereses de una comunidad científica que veía como el centro de gravedad de la física básica se desplazaría rápidamente hacia EE. UU. que ya habían aprobado el proyecto de su Cosmotrón de Brookhaven y del Bevatrón de Berkeley.

La convención del CERN permitió la construcción de un gran sincrotrón de protones del estilo de los ya existentes en EE. UU. y en la Unión Soviética. La evolución del CERN ha progresado en estos cinco decenios manteniéndose siempre en la frontera más avanzada de aquello que entonces era el estudio básico de los núcleos atómicos y que ahora constituye la física de las altas energías o de las partículas elementales. Esta evolución se ha realizado sin modificar el acrónimo CERN, que ahora se acompaña con el nombre de Laboratorio Europeo de Partículas Elementales.

Durante estos más de cincuenta años el CERN ha competido en primera línea con los grandes laboratorios de EE. UU., como el Stanford Linear Accelerator Center y el Laboratorio Enrico Fermi, el Fermilab,en las cercanías de Chicago. Esta competición hubiera sido totalmente imposible por parte de cualquiera de los países europeos individualmente. En cambio, la sinergia ha permitido la competición y, más recientemente, el dominio europeo en la frontera más avanzada con proyectos en los que ha participado la comunidad de científicos de todo el mundo, incluida China, Japón y EE. UU. Lo permitió el colisionador LEP (Large Electron Positron), que desde finales de la década de 1980 ha proporcionado los mejores datos sobre el llamado Modelo Estándar,la teoría que rige el comportamiento de los leptones (un tipo de partículas al que pertenecen los electrones) y los quarks, hasta su clausura en el año 2001. En el mismo túnel de 27 kilómetros de longitud entre la frontera franco-suiza en las proximidades de Ginebra en que se ubicó el LEP se está finalizando ahora el montaje del LHC (Large Hadron Collider), que a finales de año entrará en funcionamiento y esperamos que nos permita, entre otras cosas, establecer la existencia, o no, del llamado bosón de Higgs, responsable de las masas de quarks y leptones.

Además del gran éxito científico que ha proporcionado esta colaboración europea, el CERN también ha constituido un gran centro de transferencia tecnológica del que se han beneficiado, sobre todo, las empresas europeas. Sería difícil imaginar la existencia de empresas europeas avanzadas en los campos más relacionados con los aceleradores y detectores sin la existencia del CERN. Y sin estas empresas es seguro que nuestro bienestar sería menor, aunque, probablemente, la influencia mayor de los avances realizados en el CERN ha corrido a cargo del desarrollo de la world wide web,este instrumento ideado en el CERN que, en tan sólo unos 15 años, ha representado una auténtica revolución en ámbitos cada vez más amplios y diversos, hasta el punto de que sería difícil imaginar nuestra actividad sin las tres w.

Por todo ello, cuando recordamos la creación de la UE, no es justo olvidar los aspectos científicos que se iniciaron con el establecimiento del CERN teniendo en cuenta, además, que el CERN, si bien fue la primera gran cooperación científica europea, no ha sido la única. Al CERN siguieron otras grandes instalaciones que han permitido a la ciencia europea mantener un alto nivel competitivo con EE. UU. y con un emergente Japón en distintos campos. Ejemplos de colaboración posteriores han sido la creación de EMBO (European Molecular Biology Organization) y su laboratorio asociado, EMBL; la creación de ESRF (European Synchrotron Radiation Facility), y ESA (European Space Agency). Y esperamos que la colaboración continúe con el roadmap de grandes instalaciones recientemente aprobado por la UE.

Ramón Pascual, catedrático de Física.