La seña de identidad de la 'izquierda abertzale'

Acto de homenaje a Andoni Gabiola, miembro del Comando Madrid, en Lekeitio
Acto de homenaje a Andoni Gabiola, miembro del Comando Madrid, en Lekeitio

El 1 de agosto Argia, medio propagandístico de la izquierda abertzale, publicó una entrevista al terrorista Eugenio Barrutiabengoa, miembro de los Comandos Autónomos Anticapitalistas -una escisión de ETA-. Vive en Venezuela, prófugo de la justicia desde 1984. «Parece que tengo castigo para toda la vida», lamentó, haciéndose la víctima. Ese «castigo» consiste en «no poder volver a Euskal Herria» porque, de hacerlo, tendría que enfrentarse a sus causas judiciales pendientes por varios asesinatos. Entre ellos está el del guardia civil Aurelio Prieto, el marido de una de mis mejores amigas y compañera de junta directiva de Covite. Llevaban solo un año y medio casados y tenían un bebé de seis meses cuando los CAA asesinaron a Aurelio. Pero ni el entrevistador ni el terrorista mencionan este castigo, real y para toda la vida, que Barrutiabengoa impuso a sus víctimas.

La entrevista refleja el porqué de los homenajes públicos a miembros de ETA y del de las manifestaciones para pedir la excarcelación de los etarras presos. Reclaman una amnistía en toda regla, aunque no siempre lo digan de forma explícita. «Los queremos libres y en casa», suelen decir. ¿Por qué? Muy sencillo: para ellos, los crímenes de ETA no deberían tener un castigo penal porque matar estuvo bien. Los terroristas y los políticos que colaboraron con ellos generaron, de forma consciente y calculada, una enorme red de gente fanatizada que no ha desaparecido. Aunque ETA ya no nos mate y los pistoleros hayan depuesto las armas, no han renegado de las ideas que les llevaron a empuñar esas armas.

Esas ideas han calado muy hondo en una parte de la sociedad vasca y va a costar mucho tiempo que renieguen de ellas, son parte de su identidad. ETA siempre ha contado con el apoyo de una parte importante de la sociedad vasca y navarra. También con el de un partido político -antes Herri Batasuna, hoy Sortu o EH Bildu, lo mismo da- que defiende los postulados de la banda desde las instituciones. Será difícil eliminar el odio que han transmitido, de generación en generación, hacia sus víctimas y hacia quienes representan al Estado de Derecho que quisieron destruir por medio de la violencia y el terror. Costará todavía más mientras la izquierda abertzale siga defendiendo abiertamente que 853 asesinados, más de 2.500 heridos, 76 secuestrados, 10.000 extorsionados y más de 100.000 personas forzadas al destierro están justificados.

Los homenajes públicos a los terroristas de ETA juegan un papel fundamental en la difusión de ese relato. Detrás de esos actos hay una estrategia política muy bien trazada para blanquear los delitos terroristas y para consolidar que los asesinos de ETA no son terroristas, sino gudaris (soldados vascos). Esta estrategia lleva en marcha desde que ETA empezó macabro historial criminal. Recuerdo que mi hermano Gregorio Ordóñez denunciaba con frecuencia estos homenajes: «No puede ser que se reciba con banda y música a aquellos que tienen todavía las manos chorreando de sangre», decía. Siempre se han adueñado del espacio público y han aprovechado cualquier circunstancia, como las fiestas veraniegas, para llenar las calles de manifestaciones a favor de la excarcelación de los presos, de pintadas y de pancartas.

Covite lleva desde 2016 librando una batalla judicial con la Audiencia Nacional para acabar con la impunidad con la que se celebran estos actos y para que apliquen el artículo 578 del Código Penal, en el que se tipifican a la perfección dos delitos: el de enaltecimiento del terrorismo, por un lado, y el de humillación a las víctimas, por otro. Durante esta contienda hemos interpuesto 27 denuncias y, por ahora, nos las han archivado casi todas. El argumento de la Audiencia Nacional para desestimar nuestras denuncias se resume en que, donde todos vemos una clara intención de alabar la trayectoria criminal de un terrorista, este tribunal ve «un acto de expresión de alegría», una reivindicación a favor de los terroristas que considera legítima. Sentar al terrorista Andoni Gabiola en el sillón de plenos del Ayuntamiento de Lekeitio -como ocurrió en septiembre de 2016- no implica querer honrarle, según su criterio. Curiosamente, coincide con lo que suelen decir los portavoces políticos de EH Bildu para disimular y justificar esos homenajes. El propio Otegi ha defendido su derecho a «dar un abrazo» a los terroristas excarcelados cuando le han preguntado por estos actos indignos.

Ahora bien, aunque no hemos ganado la batalla judicial, poco a poco estamos conquistando la batalla social. Gracias a nuestras reiteradas denuncias y a todos los medios de comunicación que se han hecho eco de ellas, la izquierda abertzale se ha quedado sola en su defensa de los infames ongi etorris, lo cual les estaba empezando a pasar factura. Desde hace aproximadamente un año y medio han pasado a no hacerlos o a hacerlos en la clandestinidad porque desde todos los ámbitos se les estaba reclamando que dejasen de hacer estos homenajes a terroristas a su salida de prisión. Se puede comprobar en el Observatorio de radicalización de Covite, un espacio en nuestra web donde documentamos todos los actos de apoyo a ETA, que ahora solo homenajean a los terroristas muertos. Seguiremos denunciando cualquier muestra de legitimación del terrorismo, pero quisiera resaltar el avance que supone que ya no se realicen esos ongi etorris, puesto que, como he comentado, son fundamentales en la estrategia de comunicación de la izquierda abertzale. También es importante destacar que, por mucho que pidan la liberación de los terroristas, vivimos en un Estado de Derecho y quien decide cuándo se ha cumplido la condena de un terrorista es el tribunal sentenciador. Afortunadamente para las víctimas, esta cuestión no depende ni del Gobierno vasco ni del Gobierno central.

Consuelo Ordóñez es presidenta de Covite.

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