Recientemente se ha celebrado en la Academia de Infantería de Toledo el Primer Congreso Cívico-Militar de Sociología, organizado por el Centro de Sociología del Ejército y la Federación Española de Sociología. Durante tres días se han reunido en comisiones y sesiones plenarias varios cientos de militares, incluidos más de una docena de generales, y otros tantos sociólogos, incluidos más de una docena de catedráticos, actuales y antiguos presidentes de la FES, y algunos antiguos presidentes del CIS. En total más de un centenar de ponencias y comunicaciones. Como participante en el Congreso, habiéndome dedicado a la investigación sociológica desde la década de los años 60, y también desde esa fecha con una frecuente relación con las Fuerzas Armadas, me complace resumir las ideas principales de mi intervención en la sesión de clausura.
La institución militar, como forma de organización social, es una respuesta instrumental creada por el ser humano para atender a las necesidades de defensa de la comunidad. Surgió en las comunidades humanas cuando estas lograron un número de individuos suficiente para permitir una división del trabajo social de manera que algunos individuos se especializaran precisamente en la función de proteger y defender a la comunidad. La organización económica y la organización política fueron necesariamente las primeras que surgieron hasta en las comunidades humanas más pequeñas y rudimentarias, pero la organización de la seguridad fue necesaria también desde un principio como complemento indispensable para la implementación de las normas establecidas por la organización política. En un principio, por tanto, la organización responsable de la seguridad de la comunidad atendía tanto a las cuestiones de seguridad interna como a las amenazas externas. Más tarde estas dos funciones se fueron diferenciando en Fuerzas de Seguridad y en Fuerzas Armadas. La función de seguridad y defensa, desde el principio de la humanidad, ha tenido esas dos misiones. En la actualidad, y desde hace ya años, en casi todo el mundo se está desechando esa diferenciación, pues resulta cada vez más difícil separar la seguridad interior y la exterior, dada su estrecha vinculación.
La pertenencia a las Fuerzas Armadas, y especialmente a sus puestos de mando, estuvieron reservadas tradicionalmente a las clases más altas de la sociedad, mientras que la tropa procedía de las clases más bajas. La Revolución Francesa, con su concepto «Ejército revolucionario», democratizó la formación y el acceso a los puestos de mando militar. Ese proceso condujo años después a la creación de Academias Militares y al servicio militar obligatorio. Más recientemente casi todos los países occidentales han eliminado este servicio obligatorio (en España se hizo en el año 2000), pero se ha mantenido en todas partes la democratización en el acceso a los puestos de mando militar, pues todos los ciudadanos pueden aspirar a ingresar en las Academias Militares. De igual manera, a partir de la II Guerra Mundial (y en algunos países incluso antes) la mujer ha podido acceder a las Fuerzas Armadas y a las Fuerzas de Seguridad en igualdad de condiciones que los hombres, (en España se incorporó a la Policía Nacional a partir de 1978 y a las Academias Militares a partir de 1988).
Las más recientes investigaciones, no solo en España, sino en el mundo, demuestran que la seguridad se ha convertido en el valor más apreciado en todas las sociedades. Los datos más recientes de la Encuesta Mundial de Valores ponen de manifiesto que dos terceras partes de los seres humanos prefieren la libertad a la igualdad, y más del 60 por ciento prefieren la seguridad a la libertad. Pero el concepto mismo de seguridad se ha ampliado extraordinariamente, pues las sociedades actuales demandan seguridad alimenticia, sanitaria, educativa, laboral, económica, climática, energética, etc.
Las Fuerzas Armadas no son algo diferente a la sociedad, forman parte de ella, por lo que el concepto de identidad nacional es uno de sus pilares. Las Fuerzas Armadas, en España y en cualquier otro país, representan como ninguna otra institución la esencia de la sociedad, constituida en cada época como unidad política, y especialmente a partir de la creación de los estados nacionales. Representan la identidad colectiva, y por ello hacen suyos los símbolos de la colectividad, una bandera, un himno, unas tradiciones, una historia y unos objetivos colectivos. No puedo aquí analizar en detalle los valores que caracterizan a la institución militar, pero creo que todos coincidiríamos en mencionar el espíritu y voluntad de servicio y sacrificio a la comunidad, la disciplina, el trabajo, el honor, la obediencia, el valor, el compañerismo y muchos otros que han sido destacados por los que han analizado los sistemas de valores en las Fuerzas Armadas.
La sociología, como una disciplina relativamente nueva en el ámbito de las ciencias, se ha ocupado de la institución militar sobre todo a partir de la Segunda Guerra Mundial. Parece bien documentado y analizado que las Fuerzas Armadas gozan de una muy alta confianza en todos los países, sean cuales sean sus niveles de desarrollo económico, social y político, y en cualquier caso la confianza en ellas es en casi todo el mundo superior a la confianza en sus respectivas instituciones políticas, y muy particularmente el Gobierno, los Partidos Políticos, y el Parlamento, mientras que las dos instituciones que suscitan menos confianza suelen ser los partidos políticos y los sindicatos. Así se demuestra por los datos de las encuestas europea y mundial de valores desde su primera investigación en 1981 hasta la séptima y última de momento en 2017-22, en las que han participado 117 países, a lo largo de 40 años, y con un total de más de 650.000 entrevistas.
En España, diferentes investigaciones realizadas por instituciones públicas y privadas desde el inicio de la democracia han demostrado que la Corona y las Fuerzas Armadas son las instituciones más valoradas por la sociedad.
Juan Díez Nicolás es académico de número en la Real de Ciencias Morales y Políticas.