La solidaridad responsable de Europa

El año próximo será decisivo para la Unión Europea. Sus ciudadanos elegirán un nuevo Parlamento Europeo, que votará para elegir a un nuevo Presidente de la Comisión de la UE. Habrá un nuevo Presidente del Consejo Europeo y también un nuevo Alto Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad.

Ese cambio del más alto personal de la UE brinda una oportunidad ideal para debatir lo que Europa representa y cómo crear una unión más estable, integrada y próspera... basada en la solidaridad, la interdependencia y el interés propio bien informado.

En los últimos años, Europa ha logrado avances extraordinarios en su reacción ante la crisis, pero el futuro de la Unión Económica y Monetaria (UEM) de Europa depende de tres componentes decisivos: una mayor convergencia, una mayor apertura dentro del mercado único y una mayor capacidad de resistencia ante las crisis asimétricas. El logro de esos objetivos no depende de (más) debates técnicos, sino de la consecución de un nuevo consenso político en pro de un planteamiento más supranacional.

En primer lugar, una mayor convergencia económica dentro de la UEM requiere un marco más fuerte para la coordinación de las políticas económicas de los Estados miembros. De hecho, el nuevo Semestre europeo, la ronda anual de asesoramiento y vigilancia normativos de la UE por parte de los Estados miembros, es uno de los principales avances logrados en la reacción frente a la crisis.

Ese sistema refleja el principio de que “las políticas económicas son un asunto de interés común”. Ahora hay una propuesta de ampliar la coordinación ex ante a las más importantes reformas económicas e introducir alguna forma de acuerdos contractuales vinculantes entre las instituciones y los Estados miembros de la UE, que vele por que se puedan aplicar las reformas que Europa necesita.

Pero la aplicación de esas reformas es con frecuencia compleja y dolorosa. Unas requieren inversiones financieras que no son posibles en un período de reducción presupuestaria y otras exigen demasiada paciencia a los votantes. Si bien los ciudadanos de la UE están dispuestos a aceptar los sacrificios necesarios para reinventar sus economías, deben ver una compensación en el horizonte.

Así, pues, si nos tomamos en serio la necesidad de apoyar la reforma estructural en los Estados miembros, una mayor vigilancia y coordinación normativa debe ir acompañada de un sistema de incentivos financieros limitados y específicos, que pueden ampliar las diversas opciones para los gobiernos que están esforzándose por lograr la consolidación fiscal y dar una señal al público europeo de que la UE es un socio que apoya las medidas de reforma de sus países.

En segundo lugar, una mejor UEM necesita un auténtico mercado único, que es el mejor medio de Europa para restablecer el crecimiento y corregir los desequilibrios internos, pero hasta ahora los avances hacia la abolición de los obstáculos al comercio que aún subsisten en Europa han sido lentos y por todo el continente están propagándose señales de resurgimiento del nacionalismo económico.

Hasta ahora, hemos liberalizado los mercados nacionales basándonos en que las empresas privadas harían fusiones e integraciones transfronterizas, pero el resultado ha sido sólo un mosaico de mercados nacionales interconectados, en lugar de un verdadero mercado único, una de las razones por las que la UE carece de industrias a escala de verdad continental. Por ejemplo, la UE tiene unas cien compañías en el sector de las telecomunicaciones; los Estados Unidos tienen cinco y China sólo tres.

La solución no puede ser un simple debate de nuevas directivas o reglamentos. Es necesario un nuevo planteamiento. Sólo si abandonamos nuestros reflejos nacionales podremos hacer pasar el mercado único a su próxima fase de desarrollo.

Por último, una UEM mejor debería tener una mayor capacidad de resistencia ante las crisis asimétricas. Idealmente, es necesaria para ello alguna forma de participación en los riesgos y de solidaridad financiera. A este respecto la UE no comienza de cero; durante la crisis se han adoptado medidas importantes. El Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, el Mecanismo Europeo de Estabilidad y el plan de “operaciones monetarias de compraventa” del Banco Central Europeo son, todos ellos, formas de seguridad colectiva.

Sin embargo, todas las iniciativas encaminadas a la consecución de una mayor solidaridad financiera han topado con una resistencia y han contribuido a una división en aumento entre los países deudores y los acreedores. En Europa no se puede interpretar la solidaridad como una obligación moral de que unos ayuden a otros; no existe, sencillamente, un sentido de comunidad en la UEM actual que pudiera apoyar unas transferencias fiscales permanentes de una región a otra, pero eso no significa que Europa deba abandonar la búsqueda de formas mejores de aunar sus fuerzas. También se puede interpretar la solidaridad como interés propio bien informado, una forma de reciprocidad de la que todos se beneficien a su vez... sin transferencias permanentes.

Desde esa perspectiva, sería posible crear una capacidad fiscal para la UEM, al menos en un primer momento, que pudiera brindar los incentivos financieros para la aplicación de reformas importantes en el nivel nacional y después se amplíara a otras funciones de estabilización y tal vez a la emisión de bonos para apoyar inversiones públicas productivas en el nivel de la UE. Semejante capacidad fiscal se basaría en el principio de neutralidad presupuestaria a lo largo del tiempo.

La antigua estructura de la UEM y sus cimientos políticos han quedado quebrantados. Debemos construir un nuevo edificio económico sobre nuevos cimientos políticos. Un planteamiento puramente intergubernamental no funcionará. Son necesarias soluciones comunes a toda la UE, si bien requieren la disposición de los Estados miembros a compartir más su soberanía.

Podría ser difícil, dado el desencanto general actual respecto de Europa, pero la forma mejor de movilizar a la opinión pública y afrontar a las fuerzas políticas antieuropeas antes de las elecciones al Parlamento Europeo del año que viene sería la de ofrecer una perspectiva clara de una UE mejor y más justa.

Enrico Letta is Prime Minister of Italy.

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