La tentación populista de la derecha italiana

Una de las consecuencias políticas más notables que ha traído a la vida política italiana la elección de Sergio Mattarella como presidente de la República ha sido una reorganización del juego de alianzas entre los partidos. En el caso de la derecha, Berlusconi ha decidido dar por muerto el Pacto del Nazareno y se ha metido de hoz y coz en la reconstrucción de un bloque que ejerza la oposición contra Renzi con garantías. En este sentido, todo apunta a que Forza Italia tratará de afrontar el futuro reeditando una fórmula política del pasado: la alianza con la Liga Norte. Sin embargo, lo que no resulta tan claro es saber cuál será el nuevo equilibrio de fuerzas entre ambos partidos, toda vez que la Liga de hoy empieza a parecerse poco al partido regionalista con el que Berlusconi pactaba en el pasado.

Nótese que la llegada de Matteo Salvini a la secretaría de la Liga Norte ha supuesto una revolución para la vida del partido y, en general, la derecha italiana. Más, si cabe, cuando su objetivo se cifra en nacionalizar la Liga y hacer del partido fundado por Bossi un actor competitivo en toda Italia. Para valorar en toda su magnitud el cambio de rumbo que Matteo Salvini ha impuesto a su partido, no debe perderse de vista que la Liga ha hecho fortuna en la política italiana basando su discurso en una dicotomía radical entre el norte de Italia —trabajador, rico y moderno— y el sur —corrupto, clientelar y subdesarrollado—, así como en el rechazo de la clase política italiana. Una concepción de la política perfectamente resumida en el sonoro lema, “Roma ladrona, la Lega non perdona”.

Sin embargo, en el partido que está construyendo Matteo Salvini queda poco espacio para la retórica antiitaliana de su fundador, quien había acostumbrado a los suyos a exabruptos como “Il tricolore lo uso per pulirmi il culo”, que no precisa de traducción. La nueva Liga posbossiana no ha perdido su estilo populista y anti-sistema, pero el secesionismo y el autonomismo han perdido su centralidad para dejar paso a un discurso antieuro y antiinmigración para todo el país. El enemigo de la Liga ya no es Italia, sino la Unión Europea. No es Roma, sino Bruselas.

En esta reorientación ideológica de la Liga Norte desempeña un papel fundamental la situación de la derecha en Europa. Del mismo modo que el nacimiento de la Liga en los años noventa estuvo vinculado al debate centro-periferia que emerge tras la desintegración de la URSS y el final de la guerra fría, el actual proceso de nacionalización de la Liga no puede entenderse sin referencia al auge de la derecha populista en Europa. De hecho, Matteo Salvini, “le cousin italien de Marine Le Pen”, como le ha bautizado Le Monde, nunca ha ocultado su admiración por el Frente Nacional y su líder, con quien comparte condición de europarlamentario. Hasta el punto de que algunos analistas se refieren a la nacionalización de la Liga como lepenización del partido.

De momento, la estrategia de Salvini se ha traducido en buenos resultados, logrados en buena medida a costa de Forza Italia, y las expectativas son aún mejores. De una parte se debe destacar el excelente resultado cosechado en las elecciones regionales celebradas en noviembre en la Emilia Romagna, feudo histórico del comunismo italiano y, por ende, un buen test para medir la fuerza de la derecha. La Liga consiguió el 19,42% de los votos, muy por delante de Forza Italia, con solo el 8,36%. De otra, según un sondeo hecho público por la RAI en diciembre, la estimación de voto a la Liga en la Italia meridional, Sicilia y Cerdeña llega al 14%, al tiempo que Salvini se sitúa como el segundo político italiano mejor valorado, solo por detrás de Matteo Renzi.

La condición de estrella emergente de la política italiana de Matteo Salvini puede ser determinante a la hora de establecer el nuevo equilibrio de poder entre Forza Italia y la renacida Liga, pudiendo condenar al partido de Berlusconi al rol de fuerza subalterna. Y este sería un cambio histórico que Il Cavaliere se arriesga a tener que afrontar en un campo, el de la derecha italiana, que ha liderado sin oposición en los últimos 20 años.

Ahora bien, lo que la reedición de la alianza entre Forza Italia y la Liga con Salvini como hombre fuerte no cambiaría sería el recurso al populismo. A pesar de toda la retórica liberal que ha acompañado la vida de Forza Italia, las coaliciones lideradas por Berlusconi siempre han terminado fiando su éxito al cultivo del populismo, ligado al anticomunismo y el miedo a la izquierda. Y estas son unas coordenadas ideológicas en las que Salvini demuestra desenvolverse con gran soltura, explotando la vieja cultura política del berlusconismo, pero puesta al día con un aderezo lepenista contra la Unión Europea, el euro y la inmigración como sello de identidad. En definitiva, una derecha italiana que insiste en rescatar recetas ideológicas del pasado para afrontar el futuro, dejando a los votantes liberal-conservadores que sienten nostalgia de la extinta DC en manos del otro Matteo, Renzi.

Jorge del Palacio es profesor de ciencia política en la Universidad Carlos III e ICADE.

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