La terapia de shock de Arabia Saudita

Arabia Saudita basa hace mucho tiempo el crecimiento económico y el desarrollo en el petróleo, que el año pasado supuso unas tres cuartas partes del total de las exportaciones del país y cerca del 90% de la recaudación fiscal. Pero el reciente derrumbe de precios puso de manifiesto lo que ya tendría que haber estado claro mucho antes: Arabia Saudita, como las otras naciones de Medio Oriente con abundancia de gas y petróleo, necesita un modelo de desarrollo más diversificado.

Desde que el petróleo empezó a abaratarse, a mediados de 2014, Arabia Saudita experimentó una veloz caída del crecimiento del PIB, además de menos liquidez y crecimiento del crédito. Los superávits fiscal y de cuenta corriente se transformaron en déficits. Este año, se prevé que ambos déficits alcancen el 13% y el 6,4% del PIB, respectivamente.

Además, a pesar del crecimiento pasado, la riqueza nacional real del país disminuyó. Lo mismo que en el resto de la región, no hubo una transformación eficiente de los ingresos petroleros en capital humano, infraestructura y capacidad de innovación, necesarios para generar crecimiento de la productividad y diversificar la actividad económica. Así que además de adaptarse a la “nueva normalidad” de los precios del petróleo, Arabia Saudita debe diseñar un modelo económico totalmente nuevo que resuelva los obstáculos estructurales a la productividad y el crecimiento.

Es una tarea ardua que casi cualquier gobierno encararía en forma gradual. Pero el Programa de Transformación Nacional (NTP por la sigla en inglés) del príncipe heredero Mohammad bin Salman, anunciado el pasado junio, indica que Arabia Saudita optó por la estrategia opuesta: someter la economía a una especie de terapia de shock.

En un documento de 110 páginas con la lista de políticas y metas que los ministerios y organismos públicos encararán entre 2016 y 2020, el NTP identifica 543 reformas específicas, con un costo de 270 000 millones de riyales (72 000 millones de dólares), sin contar los costos de adaptación del sector privado. Y de hecho, el objetivo central de las reformas propuestas es ampliar el papel del sector privado en una economía hoy dominada por el Estado, para crear más empleo en áreas de mayor productividad.

La financiación de las reformas (y del inmenso fondo de inversión pública de dos billones de dólares destinado a sostener una economía pospetrolera) demandará mejoras de eficiencia, un veloz proceso de privatización, alianzas eficaces entre los sectores público y privado, una base impositiva amplia (con la introducción en 2018 de un impuesto al valor agregado del 5%) y recortes del gasto en proyectos de infraestructura existentes. Todo esto deberá lograrse de manera eficiente, a fin de facilitar el otro objetivo clave del gobierno: equilibrar el presupuesto en 2020 a más tardar.

Los objetivos específicos del plan son muy ambiciosos. El gobierno saudita comenzará con la privatización parcial de la empresa petrolera nacional (Aramco) y la creación del fondo de inversión. También reducirá gradualmente los subsidios a la energía, a fin de promover el abandono de actividades de alto consumo. El plan incluye metas específicas para aumentar la contribución de las industrias inmobiliaria, informática, de servicios, turística, militar y farmacéutica al PIB.

Para que el NTP logre una mayor diversificación económica, Arabia Saudita deberá apelar a un crecimiento basado en exportaciones con alto valor agregado y, tal vez, una mayor integración regional e internacional. A tal fin, el programa incluye planes de reforma educativa para promover la innovación y satisfacer las necesidades de un mercado laboral cambiante; en concreto, se busca lograr un 15% de aumento en el dominio de matemática e inglés de los estudiantes, en un plazo de cinco años, seguido de un énfasis creciente en ciencia, tecnología, ingeniería y matemática.

El NTP también apunta a aumentar la participación femenina en la fuerza laboral, del 22% actual a 28% en 2030. Eso, sumado a más apoyo y oportunidades para la cada vez más numerosa población juvenil, deberá reducir la tasa de desempleo de 11,6% a 9% en los próximos cinco años.

Las reformas previstas por el NTP son en la práctica un nuevo contrato social para Arabia Saudita, que incluye desde recortes a los subsidios hasta una reducción del costo salarial del sector público. De modo que el plan es una especie de “larga marcha” que demandará una cooperación eficaz entre los sectores público y privado, amplio respaldo popular y una estrategia de comunicación explícita para implementar una profunda reestructuración económica facilitada por reformas fiscales y de macropolíticas en general.

Esta estrategia cuenta con algunos precedentes: países petroleros como Noruega, Malasia, Indonesia y México pudieron diversificar sus economías. Pero el contexto externo en que lo hicieron (aumento de la globalización y crecimiento veloz) fue muy diferente del que prevalece hoy. Y aún así, esas transformaciones les llevaron hasta veinte años.

La implementación del NTP, en cambio, será una carrera contra el tiempo y una lucha contra condiciones externas desfavorables: petróleo barato, debilidad de la economía mundial y desglobalización. Además, es probable que en el corto plazo el crecimiento interno esté limitado por la incertidumbre sobre las políticas futuras, la consolidación fiscal, el impacto inmediato de las reformas y la necesidad de cambiar la política fiscal y monetaria del país de procíclica a anticíclica.

Que Arabia Saudita consiga resolver estos desafíos no está asegurado. El éxito dependerá, por ejemplo, de la capacidad de absorción de la economía y de la competencia institucional del gobierno. También dependerá de la capacidad del país para movilizar las energías y ambiciones de los impacientes jóvenes sauditas y generar confianza en los inversores privados.

Otras medidas que Arabia Saudita necesitará para tener éxito incluyen: liberalizar el régimen de inversión extranjera directa para permitir el 100% de propiedad extranjera en algunos casos; atraer y retener talento extranjero mediante la implementación de una política ya propuesta de permisos de residencia; y promover la apertura y el turismo con una política de “cielos abiertos”. Además, se necesitan mercados internos de capitales para financiar la inversión en infraestructura y el déficit fiscal. Y el país debe adoptar el poder disruptivo de la tecnología financiera y crear una Bolsa para empresas de segundo nivel, lo que mejoraría la inclusión financiera de las pymes y facilitaría su acceso a recursos financieros.

Como si estas macrorreformas no fueran suficientes, el NTP también demandará la adopción gradual de un sistema de derecho civil para el manejo de la economía y las empresas. Y el nuevo contrato social deberá complementarse con más transparencia y rendición de cuentas del sector público y mayor participación de la ciudadanía.

El NTP muestra que la dirigencia saudita sabe los desafíos a que se enfrenta y está dispuesta a encararlos. Pero la única certeza es que el camino hacia la transformación económica de Arabia Saudita será largo y puede deparar muchas sorpresas.

Nasser Saidi, former Chief Economist of the Dubai International Financial Center, is a former vice governor of the Bank of Lebanon and has served as Lebanon’s Minister of the Economy and Industry. He is the author, most recently, of the OECD report Corporate Governance in the MENA Countries. Traducción: Esteban Flamini.

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