La tesitura taiwanesa

Taiwán no es poca cosa. Una isla que con la extensión aproximada de Galicia y una población equivalente a la mitad de España es la decimoctava potencia comercial, la vigésima economía del mundo y el cuarto país con más divisas extranjeras. No obstante, en tiempos de integración regional y global, su futuro está condicionado por la inflexibilidad de China, dispuesta a ceder sólo a cambio de contrapartidas. Las tensiones con los independentistas (2000-2008) bloquearon cualquier expectativa. De ahí que el Kuomintang (KMT), que retomó el poder en 2008, accediera a repensar las relaciones pactando, ya en 2005, las reglas de una nueva convivencia: tregua diplomática, apoyo mutuo a la integración económica, reconocimiento de la existencia de una sola China.

El nuevo presidente taiwánes, Ma Ying-jeou, quiere firmar con Pekín un acuerdo económico que facilite las relaciones con el continente y la integración en el mercado regional. A partir de 2010 éste entrará en un nuevo tiempo con el acuerdo de libre comercio en el área de ANSEA (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático). Taipei pronto abrirá delegaciones en Birmania, Laos, Camboya y reforzará su presencia en Japón y otros países. Ma considera más prioritario el acuerdo económico que uno de paz, aunque China se niega a retirar los misiles que apuntan a la isla, experimenta sistemas para impedir la entrada de portaaviones estadounidenses en el estrecho o presiona a Washington para que descarte nuevas ventas de armas a la isla.

Las negociaciones del acuerdo se iniciarán de inmediato. Mientras, desde el continente se multiplican los gestos para seducir a los sectores empresariales con irresistibles propuestas. En el curso del último año se han firmado varios acuerdos para blindar la cooperación bilateral, reforzada con donaciones y misiones de compra como la protagonizada por empresas de Jiangsu (integrada por unas 3.000 personas y con adquisiciones por valor de 4.130 millones de dólares). El último acuerdo se refiere a la gestión y supervisión bancaria, que permitirá el establecimiento respectivo de sucursales. Por otra parte, China ha formalizado un ingente pedido de productos agrícolas a Taiwán (1.250 millones de dólares hasta finales de 2010). Las autoridades de Fujian, enfrente de la isla, impulsarán una zona económica que servirá de plataforma de cooperación para ambos lados del estrecho.

El acercamiento incluye otros campos. El Ministerio de Educación estudia reconocer los diplomas emitidos por 41 universidades chinas, además de abrir las puertas de las universidades de Taiwán a los estudiantes del continente. Otros sugieren una alianza con los Institutos Confucio para aumentar la influencia cultural y aprovechar un mercado en auge (desde el primer instituto abierto en Seúl en 2005 se cuentan más de 250 en todo el mundo). En el turismo, habrá representaciones estables a cada lado. Las restricciones a los medios de comunicación se relajan. Los vuelos directos entre ambos lados, iniciados en 2008, suman 270 semanales.

En las elecciones locales de hoy, la oposición ha pedido un voto de castigo contra el KMT. Pero sea cual sea el resultado, el acercamiento en lo económico no sufrirá cambio alguno. En Taipei se separan economía y política, pero la frontera no está clara. La creciente influencia de China en la región y el reforzamiento de los lazos económicos pueden influir en las posibilidades de mantenimiento del estatu quo. De no rebajar la tensión política, el aislamiento promovido por China puede malograr sus oportunidades económicas, afectando a su progreso y estabilidad. Pero integrarse demasiado con el continente puede comprometer su viabilidad política. Entre la espada y la pared, la adecuada gestión de tan difícil equilibrio será una de las claves del futuro en Asia-Pacífico.

Xulio Ríos, director del Observatorio de la Política China.