La trampa de la deuda

Como saben, porque probablemente muchos han tenido la desgracia de sufrir sus efectos en sus propias carnes, nuestros gobiernos están empeñados en una cruzada de recortes del gasto social. Unos recortes que no responden a un plan pensado y racional, sino a impulsos movidos por el objetivo de reducir rápida y drásticamente el déficit y la deuda.

A la vez, impulsan una política de disminución generalizada de los salarios con el objetivo de mejorar la competitividad y las exportaciones. A estas reducciones salariales los economistas las llaman «devaluaciones internas», por similitud con la devaluación de la moneda, cosa que ahora no se puede hacer al estar en el euro.

Esta estrategia de recortes y devaluaciones internas tiene un doble efecto negativo. Uno económico, consistente en la reducción del consumo público y privado, cosa que hunde a la economía en la recesión y el paro. Otro de naturaleza social, consistente en un empobrecimiento creciente y un malestar social que poco a poco va empapando a la mayoría de la población.

A pesar de estos efectos perversos, nuestros gobiernos insisten en proseguir con su cruzada de austeridad.

¿Podemos hablar de gobiernos sádicos? Ellos lo niegan. Dicen que no actúan por el deseo o placer de provocar dolor, sino que ese dolor es inevitable. Se justifican diciendo que la reducción de la deuda es un objetivo de valor superior a ese coste económico y social.

Esta valoración moral es cuestionable. Pero permítanme que deje de lado esta importante cuestión para analizar en qué medida esta estrategia de austeridad es eficaz en sus propios términos. Es decir, en qué medida los recortes y devaluaciones salariales son una estrategia eficaz para reducir la deuda.

Aun reconociéndoles buena fe en esa creencia, lo que no saben nuestros gobernantes y las autoridades europeas es que esa creencia es lo que los ingleses llaman «wishfull thinking», una ilusión sin fundamento real.

Por si no fuese suficiente la información y conocimiento que ya teníamos sobre esta falta de eficacia, el informe Perspectivas económicas internacionales publicado la semana pasada por el Fondo Monetario Internacional deja las cosas absolutamente claras. El capítulo tres analiza la experiencia de los últimos cien años de lucha contra el excesivo endeudamiento. Identifica 26 países en los que la deuda superó el 100% del PIB y analiza las políticas y los resultados obtenidos en cada caso. Las enseñanzas que extrae son de extraordinario interés para los países que hoy luchan para reducir sus elevados niveles de deuda. En lo que ahora me interesa, la conclusión es que el efecto de interacción de las políticas de recortes y devaluaciones internas sobre la dinámica de la deuda es letal para las economías y sociedades que las aplican.

El motivo de que los recortes y las devaluaciones internas no consigan reducir la deuda sino que además la incrementen es lo que podríamos llamar la trampa de la deuda. Un ejemplo sencillo nos ayudará a comprender cómo opera.

Imaginen que en el año cero el importe de la deuda es de 800 y el PIB es de 1.000. Si dividimos 800 entre 1.000 y multiplicamos por 100 vemos que la deuda es el 80% del PIB. Ahora imaginen que el año siguiente la deuda se mantiene en 800 pero que el PIB se reduce de 1.000 a 800 como consecuencia de los recortes, la recesión y el paro. Si volvemos a hacer la operación vemos que ahora la deuda es el 100% del PIB. Es decir, los recortes, al provocar recesión aumentan la deuda, lo contrario de lo esperado.

Los mercados, es decir, los prestamistas, al ver que el peso de la deuda crece comenzarán a temer que el país no sea capaz de pagar. Para cubrirse de esa posibilidad exigirán una rentabilidad más elevada para refinanciar esa deuda de 800. Este sobrecoste eleva el monto de la deuda, imaginemos, hasta 960. Si volvemos a hacer la misma división vemos que la deuda ahora es del 120 % del PIB.

Cuanto más rápidos e intensos sean los recortes y las devaluaciones internas, más intensa será la recesión y el paro y, por tanto, más aumentará la deuda. Una trampa de la deuda. En términos coloquiales es como esas carreras de galgos con un conejo mecánico en las que cuanto más rápido corren los perros más se aleja la liebre.

Las enseñanzas del informe del FMI son muy relevantes para la situación que están viviendo países como España e Italia. Tanto, que vale la pena que en otra ocasión le dediquemos más atención. Pero, de momento, su lectura debería ser obligatoria para nuestros gobernantes y autoridades europeas. A partir de ahora, cuando oigan a un presidente, ministro o conseller defender esta política pregúntenles si han leído el informe del FMI.

Antón Costas, catedrático de Política Económica (UB).

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