La transformación digital de Europa

Europa está en los albores de una transformación tecnológica sin precedentes, a la que denomino “la Internet de Todo”: la penetración de la Web en la vida cotidiana. Tecnología de vestir que nos dirá si estamos durmiendo bien y cuándo necesitamos hacer ejercicio. Sensores callejeros que nos ayudarán a evitar atascos de tráfico y encontrar estacionamiento. Aplicaciones de telemedicina que permitirán a los médicos tratar pacientes a cientos de kilómetros de distancia.

Esta enorme transición modificará la interacción de los ciudadanos con sus gobiernos, revolucionará industrias enteras y cambiará nuestro modo de relacionarnos. En Europa, la Internet de Todo se presenta como la mejor esperanza de revitalizar una economía moribunda y encarar el pertinaz problema de desempleo. Por todo el continente, empresas, ciudades e incluso países enteros se posicionan como líderes en innovación, crecimiento y creación de puestos de trabajo.

El ejemplo más reciente es Francia. El mes pasado, el primer ministro Manuel Valls y yo anunciamos un ambicioso acuerdo de colaboración cuyo objetivo es promover una transformación digital de todo el país. El acuerdo, que incluye una inversión de cien millones de dólares de Cisco en start‑ups francesas, puede transformar la gestión de la energía, la atención de la salud y la educación, lo que impulsará la competitividad económica, la creación de empleo, el dinamismo y el crecimiento de Francia.

El programa francés es un enorme paso hacia una Europa digital, que se suma a la iniciativa Industrie 4.0 de la canciller alemana Angela Merkel y a los planes del Reino Unido de ampliar sus centros de innovación para fomentar avances tecnológicos y soluciones pioneras en energía, transporte, atención de la salud y educación.

Diversas ciudades también están haciendo suya la digitalización. Barcelona adoptó una estrategia Smart City que incluye la instalación de sensores de estacionamiento en las calles y un sistema de transporte público conectado. Niza ha creado un “bulevar conectado” con iluminación inteligente y monitoreo ambiental. Y el puerto de Hamburgo tiene un sistema digital que reduce la congestión del tráfico naval, ferroviario y terrestre.

Proyectos como estos se multiplican por todo el continente y generan valor por miles de millones de dólares en la forma de reducción de costos, mejor productividad y mayores ingresos. Por eso, además de oportunidades de crecimiento, la dirigencia europea ve la necesidad de no quedarse atrás.

Para crear una Europa verdaderamente digital se necesitan conexiones de banda ancha de alta velocidad y calidad, tanto alámbricas como inalámbricas. Los gobiernos europeos han adoptado una Agenda Digital que incluye el objetivo de conectar el 50% de los hogares europeos a servicios de banda ancha ultrarrápida (de 100 Mbps o más) de aquí a 2020, y que para entonces todas las casas tengan conexiones de al menos 30 Mbps. Estos objetivos merecen un compromiso firme. Los gobiernos no deben dejar de alentar inversiones importantes en banda ancha y en la infraestructura de la que dependen los dispositivos móviles que hoy son una herramienta habitual de nuestras vidas.

Europa también debe alentar a los emprendedores, lo cual demanda fomentar una cultura de asunción de riesgos, facilitar el acceso a capitales interesados en nuevos emprendimientos e invertir en instituciones educativas sólidas. Ya muchos países lo están haciendo, de modo que bien puede ocurrir que la próxima tecnología disruptiva no salga de Silicon Valley, sino de un laboratorio en París, Londres o Berlín.

A más largo plazo, Europa necesita una fuerza laboral capacitada para las carreras de la nueva economía digitalizada. Se estima que en Europa habrá un faltante de habilidades digitales, y que resolverlo permitiría la creación de 850 000 empleos en 2015 y el doble de eso en 2020. En un continente donde el desempleo juvenil supera el 50% en algunos países, no faltarán jóvenes y otras personas interesadas que puedan desempeñar esos empleos si se les da la formación necesaria.

Ese faltante no se puede resolver de un día para el otro, pero los países que no hagan nada al respecto corren el riesgo de quedar rezagados. Una provisión sostenida de talentos demandará un compromiso generacional con la enseñanza de la matemática y la ciencia, programas de capacitación técnica y dar a jóvenes de muy diversos intereses orientación acerca de la enorme variedad de posibilidades que ofrece una carrera tecnológica.

En la marcha de Europa hacia la transformación digital, las posibilidades de crecimiento son inmediatas y significativas. El continente ya es el principal bloque económico del mundo, con un PIB que en 2014 ascendió a más de 14 billones de euros (15,2 billones de dólares). Pero su crecimiento viene en bajada. La Comisión Europea estima (y creo que es una estimación conservadora) que la revolución digital puede estimular un “2,1% adicional de crecimiento del PIB sobre la línea de base”.

La Internet de Todo también será un motor clave de creación de empleo. Sólo los avances en computación en la nube pueden crear 2,5 millones de puestos adicionales en Europa de aquí a 2020. La transformación digital traerá oportunidades y nuevos tipos de trabajo: desarrolladores de sistemas, ingenieros de redes de transporte, consultores en dispositivos médicos, analistas de datos, ingenieros electricistas para redes de distribución inteligentes, etcétera.

En horas de delinear el rumbo económico de Europa para la década venidera, la dirigencia europea debe poner la transformación digital como base de su estrategia. Eso hará posible una Europa más fuerte, más veloz, más dinámica y, también, más digital.

John Chambers is Chairman and CEO of Cisco. Traducción: Esteban Flamini

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