La UE debe crear su propio banco de desarrollo

La UE debe crear su propio banco de desarrollo

En un momento de resurgimiento de tendencias nacionalistas en todo el mundo, Europa puede y debe asumir un papel de liderazgo en cuestiones esenciales. En ámbitos que van de la promoción del comercio internacional y de los derechos humanos hasta la lucha contra enfermedades y el cambio climático, Europa puede ser un faro mundial que fomente un modelo de multilateralismo como el que sirve de base a la Unión Europea.

Como señaló el presidente francés Emmanuel Macron en la Asamblea General de las Naciones Unidas en septiembre, Europa debe asumir la tarea de «crear soluciones nuevas, puesto que no estamos colectivamente condenados a asistir a una rivalidad bilateral que, en cierto sentido, nos reduciría a ser tristes espectadores de la impotencia colectiva».

La asunción de un papel mundial de liderazgo exige a la UE una política de desarrollo coherente. La crisis de la COVID‑19 ha trastocado la búsqueda de los objetivos mundiales de desarrollo, y el Banco Mundial calcula que puede arrojar a otros 100 millones de personas a la pobreza extrema. Que Europa haga oír su voz en el área del desarrollo es pues un imperativo moral.

Hacerlo redundará también en el interés de Europa. Mientras los países en desarrollo combaten las consecuencias sanitarias y económicas de la pandemia, las amenazas previas contra su seguridad y otros problemas no han desaparecido. Ya hay indicios de un aumento de la violencia en regiones frágiles o conflictivas como el Sahel e Irak.

Otro motivo que demanda fortalecer el papel internacional de Europa es el impacto devastador del cambio climático sobre los países en desarrollo. Sabemos que ninguna acción europea por sí sola cambiará la trayectoria del calentamiento global; al fin y al cabo, Europa emite menos de la tercera parte del dióxido de carbono que emite Asia. La lucha contra el cambio climático exige actuar más allá de las fronteras, aprender lecciones, compartir experiencias y cooperar con fuentes de financiación verde en todo el mundo. Una estrategia europea eficaz para el desarrollo debe tener como componente esencial una estrategia coherente para el clima.

Para ello es necesario que Europa «piense a lo grande», trascendiendo sus cuatro modalidades actuales de financiación del desarrollo. Estas son: la participación del bloque en organizaciones internacionales como el Banco Mundial; en entidades de carácter regional como el Banco Africano de Desarrollo y el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo; la financiación bilateral del desarrollo a través del Banco Europeo de Inversiones (BEI); e iniciativas nacionales a través de instituciones como la Agence Française de Développement.

Europa debe seguir activa en estos cuatro ámbitos; pero en un momento de creciente divergencia entre los intereses nacionales, la UE también debe fortalecer su autonomía estratégica para promover sus prioridades y valores en la escena internacional. En cuestiones estratégicas como el cambio climático, los derechos humanos, la transformación de las cadenas de valor globales o las migraciones, no podemos quedarnos sentados esperando que Estados Unidos, China o Rusia actúen. Y acciones unilaterales de los países miembros de la UE por separado serán insuficientes, ineficientes e incluso contraproducentes para Europa.

La UE necesita hablar con voz clara, como ya lo están haciendo otras potencias globales. En el caso de China, además de crear el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, hubo un masivo incremento de los recursos y compromisos de la institución bilateral china para el desarrollo (el Banco Chino de Desarrollo) dentro de la Iniciativa de la Franja y la Ruta que promueve el presidente Xi Jinping. Pero es preocupante que mientras Beijing impuso restricciones a la inversión en combustibles fósiles dentro de China, las inversiones chinas en el extranjero muestran una visible tendencia a financiar proyectos en gas y carbón. Así pues, China abre mercados para sus empresas mientras se relega a proveedores internacionales de soluciones tecnológicas limpias.

Por su parte, Estados Unidos, que durante la presidencia de Donald Trump siguió una política endocéntrica («Estados Unidos primero»), está reuniendo diversas instituciones en el marco de la Corporación Financiera Internacional para el Desarrollo (DFC) como modo de fortalecer sus actividades de desarrollo bilaterales. Si la UE quiere emparejar el campo de juego (y evitar que el acuerdo climático de París 2015 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU pierdan relevancia en la agenda internacional) tendrá que reforzar sus actividades de financiación del desarrollo.

Muchos consideran hace tiempo que la creación de un banco europeo de desarrollo es un paso necesario y adecuado para fortalecer la actuación internacional del bloque. Ya es hora de que los estados miembros den ese paso y establezcan una institución de esa naturaleza, usando como marco el BEI, de modo de aprovechar un activo que ya han construido juntos.

Un banco de desarrollo de la UE tendrá un impacto inmediato, significativo y eficiente en cuanto al uso de recursos. Poniendo a los ministros de desarrollo de los países del bloque al timón, y con supervisión general de los ministros de finanzas, la nueva institución creará el muy necesario mecanismo coordinado, transparente y europeo de financiación del desarrollo que hasta ahora no ha existido. Además, la asignación de una función decisiva de gobernanza a la Comisión Europea y al Servicio Europeo de Acción Externa garantizará desde el primer día que la estrategia del banco y todos sus proyectos individuales estén al servicio de los objetivos de la política de desarrollo de la UE.

La creación de la nueva institución no implica poner fin a la participación europea en bancos multilaterales de nivel global y regional, ni debilitar el sólido y variado conjunto de las instituciones de desarrollo nacionales. Se trata más bien de dar a la UE una voz más clara en cuestiones que importan a todos los estados miembros y que no reciben adecuada expresión en el nivel global y el regional, por ejemplo el aumento de la resiliencia social en países frágiles y la promoción de la lucha contra el cambio climático.

Para un pleno aprovechamiento de todo lo que Europa ya está haciendo en materia de desarrollo, debería darse a todos los organismos y bancos de desarrollo nacionales la opción de participar en la nueva institución; por supuesto, sin que esto atente contra su autonomía, los mandatos nacionales o el acceso a instrumentos de financiación de la UE. Así será finalmente posible vincular las actividades de financiación del desarrollo en los niveles paneuropeo y nacional y asegurar una división transparente de tareas.

Además, para aquellas actividades que sean financiadas en forma conjunta por el nuevo banco de desarrollo de la UE y por las instituciones de desarrollo nacionales se podría crear un procedimiento de aprobación acelerado en lo que se refiere a los mandatos de mutualización de riesgos (como ya sucede con algunos mandatos del bloque). Esto aumentará considerablemente la efectividad (sin necesidad de recursos adicionales) al reducir requisitos burocráticos y demoras en la asignación de fondos.

La UE tiene que abrir nuevos caminos en materia de desarrollo y enviar una señal clara de que Europa está lista para asumir su lugar en el mundo. Es lo que demandan nuestra historia y nuestros principios y aspiraciones.

Werner Hoyer is President of the European Investment Bank. Traducción: Esteban Flamini.

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