La UE necesita más inmigrantes

La inmigración ocupa un lugar destacado en la agenda política de muchos de los estados de la Unión Europea debido, en gran medida, al creciente apoyo que movimientos populistas y partidos de extrema derecha están consiguiendo en la UE. Las opiniones contrarias a los inmigrantes han aumentado en los últimos años, alentadas por acusaciones de que quitan empleos a los trabajadores nacionales y son una carga para los sistemas nacionales de protección social.

Pero ¿qué hay de cierto en esto? ¿Podemos permitirnos ignorar el papel que desempeña la inmigración en nuestras sociedades europeas y el que puede desempeñar en la Europa de mañana?

No hay duda de que Europa se enfrenta a un desafío demográfico: la población en edad activa disminuye y el número de personas mayores dependientes aumenta. La mano de obra de la UE se reducirá en unos 50 millones de aquí al 2060. En el 2010 había 3,5 personas en edad de trabajar por cada persona de 65 años o más; en el 2060 se estima que esta proporción será de 1,7 a 1. Estas tendencias demográficas plantean un desafío a nuestras sociedades y, si queremos seguir siendo competitivos y mantener nuestros sistemas europeos de bienestar, hemos de considerar varias opciones, entre las que se encuentra el papel que podría desempeñar la inmigración.

La inmigración por razones laborales se está convirtiendo en un asunto delicado y hay algunas ideas erróneas que se han generalizado. Los responsables políticos tenemos el deber de abordar la materia con toda la información necesaria, con datos y con una visión a largo plazo. Contrariamente a lo que defienden las opiniones erróneas existentes, los inmigrantes no perjudican a los mercados laborales nacionales en lo que se refiere a la reducción de los salarios o al aumento del desempleo entre los trabajadores nacionales. Al contrario, la competencia directa de los inmigrantes con los trabajadores nacionales es relativamente escasa, ya que los aquellos ocupan puestos de trabajo que requieren poca cualificación o trabajan en sectores en los que los nacionales no quieren trabajar. Los inmigrantes contribuyen también al crecimiento de la productividad: en España, un 30% del crecimiento del PIB en los últimos 15 años se ha debido a los inmigrantes.

En cuanto a los mercados de trabajo, tenemos que mejorar la formación y la empleabilidad de nuestros ciudadanos, pero esto no será suficiente dada la gravedad del desafío demográfico que afronta Europa. Algunos sectores se verán afectados por una grave escasez de mano de obra. Por poner un ejemplo muy ilustrativo, relativo a la demanda futura de cuidadores de ancianos: según nuestras estimaciones, en el 2020 habrá un déficit de un millón de profesionales en el sector de la salud, déficit que ascenderá a los dos millones si se tienen en cuenta las profesiones auxiliares de este sector. ¿Quién ocupará esos puestos de trabajo?

La respuesta es, al menos en parte, que necesitamos trabajadores de fuera de Europa. El aumento de la inmigración laboral es uno de los instrumentos que podemos utilizar para prevenir la escasez de mano de obra a corto y largo plazo. Pero ¿cómo podemos saber a quiénes vamos a necesitar y cómo pueden estos trabajadores desarrollar todo su potencial? Está claro que tenemos que mirar más al futuro para prever mejor dónde se producirá falta de mano de obra. Por ejemplo, será un problema darnos cuenta, de repente, de que en una región faltan ingenieros, puesto que para formar profesionales locales se necesitan años y la contratación fuera de la UE de trabajadores con el perfil adecuado también puede llevar tiempo.

Todo ello suponiendo que la región en cuestión pueda atraer a personal cualificado en número suficiente, ya que en otras zonas del mundo han de hacer frente también a problemas demográficos y tendrán, como nosotros, que buscar talentos. No podemos dar por hecho que la gente quiere venir a Europa: necesitamos que sea un destino atractivo. Una de nuestras bazas es el nuevo sistema europeo de tarjeta azul, que facilita la contratación y movilidad de trabajadores altamente cualificados. Debemos también mejorar nuestro sistema de reconocimiento de cualificaciones profesionales obtenidas fuera de la UE. Es un desperdicio de talento y de recursos que alguien con un título de médico obtenido en Indonesia, por ejemplo, trabaje en un servicio de limpieza porque no puede obtener el reconocimiento de su diploma en la UE.

Por todo ello, esta es una materia en la que la UE y sus estados deben avanzar. A una necesidad común hemos de dar una respuesta común: la de una política de inmigración aplicable en toda la UE. La Comisión tiene previsto el año próximo abrir un amplio debate sobre la escasez de mano de obra y la migración, para escuchar las opiniones de todos los interesados. Es un paso fundamental para promover el desarrollo de un sistema común e inteligente de inmigración, que responda a los desafíos que Europa afronta hoy y seguirá afrontando en el futuro.

Cecilia Malmström, comisaria europea de Asuntos de Interior.

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