La UE y la investigación militar

Los programas para financiar la investigación que gestiona la Comisión Europea han ido adquiriendo una importancia creciente. Dentro de los presupuesto comunitarios, los fondos de investigación son los terceros en volumen, tras los de la política agraria común y los fondos regionales. El conjunto de los fondos que los países europeos dedican a la investigación no son muy elevados en volumen, tal vez un 5%, pero tienen un efecto muy significativo para aquellos que los disfrutan, sobre todo en países como el nuestro, donde la financiación propia es escasa ya menudo mal administrada. Hasta ahora los programas plurianuales de investigación de la UE no habían incluido proyectos de investigación con objetivos abiertamente militares. A partir del 2021 las cosas pueden cambiar.

La razón de que la Comisión se plantee por primera vez financiar investigación con fines militares es que hasta ahora la actividad de defensa era exclusiva de los estados miembros. En el presupuesto español, por ejemplo, ha aparecido a menudo esta partida. En la política que se plantea la UE, sobre todo después de la anunciada salida del Reino Unido, las actividades militares podrán ser objeto de la misma Unión, y además Europa es uno de los primeros productores mundiales de armas. En este contexto, la Comisión considera que tiene sentido plantearse financiar la investigación militar. De hecho, ya se han publicado los primeros estudios en este sentido, hay un par de proyectos piloto y se habla de un presupuesto de mil millones de euros para investigación militar a partir del 2021. Según las reflexiones que se hacen, habría necesidad de homogeneizar los sistemas de armas y de financiar los costes de búsqueda de nuevo armamento como drones o robots y los nuevos aviones o barcos de combate que utilizan una enorme cantidad de tecnología, que puede ser electrónica pero también de nuevos materiales, por ejemplo.

Históricamente la investigación militar ha sido uno de los motores de la investigación científica, empezando por Arquímedes y sus máquinas, hasta los proyectos de la segunda guerra mundial que llevaron a la bomba atómica o el desarrollo del radar. Tal como hizo Galileo Galilei 400 años antes, los instrumentos que se usaban para detectar los movimientos del enemigo apuntaron hacia el cielo y permitieron la aparición de la radioastronomía. Y en países como Estados Unidos, el Departamento de Defensa financia un número importante de proyectos de investigación. Ha contribuido, por ejemplo, a desarrollar nuevas vacunas para enfermedades tropicales con el objetivo de proteger a sus soldados en el extranjero.

Pero también es cierto que hay voces que argumentan que nunca la búsqueda de nuevos conocimientos debería ir en contra de las propias sociedades humanas, y por eso ha habido declaraciones de científicos y organizaciones de investigación y universidades contrarias a la investigación con fines militares . Ha habido también declaraciones en contra de que la ciencia se aplique a la guerra biológica o los robots autónomos. La UE, que proclama su deseo de una ciencia abierta en una sociedad abierta, no lo tendrá fácil para seguir las reglas de discreción que impone la investigación militar. Y si se quiere limitar la publicación de investigación que puede tener, aunque sea lateralmente, un uso militar o terrorista, como se hace en EEUU, será necesario definir reglas que pueden chocar con la tradición de la ciencia de poner al alcance de todos sus resultados mediante publicaciones. Por lo tanto, es muy probable que estos fondos de investigación militar deban estar bien diferenciados de los actuales que financian la investigación en general.

En el fondo, sin embargo, hablamos de si nuestras sociedades desean mantener ejércitos. Casi todos los estados del mundo tienen políticas definidas de defensa. Un pequeño país como Costa Rica es citado a menudo como la excepción por tener una Constitución aprobada en 1949 en la que se abolió el ejército. En la misma época se constituía la ONU con la pretensión utópica de que su Consejo de Seguridad fuera la única instancia mundial que podía aprobar una acción armada. La realidad es que en Europa mismo ha habido conflictos armados en la extinta Yugoslavia o en Ucrania, y otros muy cercanos en el norte de África o Siria, sin hablar del terrorismo que ha afectado de forma tan directa a nuestro país. Si un país, o la UE, decide dotarse de un ejército, es coherente que desarrolle su propia política de investigación militar, respetando la objeción de conciencia de que individuos u organizaciones decidan proclamó.

Pere Puigdomènech, investigador.

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