La única alternativa al sanchismo

Háganse a la idea los estrategas del espacio liberal-conservador: al sanchismo solo lo podrá desalojar del poder, llegado el día, la suma poselectoral del PP y Vox. Que a algunos no les guste tal alianza no altera el hecho de que sea la única posible, y no merece la pena detenerse a argumentar lo obvio. Sí la merece comprender que se trata de partidos con coincidencias profundas y diferencias marcadas. Y que uno se nutre básicamente de exvotantes del otro porque el rajoyismo les defraudó, ya fuese por su falta de visión en Cataluña, ya por su renuncia a reformas urgentes cuando tuvo mayoría absoluta para abordarlas, ya por su negativa a dar la batalla cultural. O por todo ello a la vez. No es menos cierto que aquel PP no es este, que Pablo Casado no ha tenido todavía ocasión de demostrar quién es como gobernante y que la vieja cúpula ya no decide nada. A Casado, de momento, se le debe juzgar como líder de la oposición. Pero este no es el tema, sino la naturalidad con que PP y Vox habrán de competir en el terreno de las propuestas.

Como es lógico, ellos subrayarán sus diferencias. Pero hacer la relación imposible sería una locura, toda vez que tras las generales, cuando sea que se celebren, tendrán que llamarse los dos líderes de la derecha y concertar un encuentro inmediato para negociar. Visto que Sánchez y sus muchas rémoras no aciertan ni por casualidad, la izquierda tendrá que conformarse con su voto más fiel, se pongan como se pongan sus propagandistas y los del sedicioso nacionalismo periférico. A condición, claro, de que el PP no aparezca como una formación dividida, en cuyo caso sería responsable de la continuidad del sanchismo y de las inimaginables consecuencias que provocarían cuatro años más de privilegios para el separatismo, de concesiones al populismo antisistema, y de Otegui como decisor.

Hoy, la principal obligación de la derecha es mantenerse en el realismo. En el mundo paralelo de Tezanos, el PSOE va tan sobrado que la alternativa no existe o no tiene sentido planteársela. Pero Tezanos es un activista dedicado a crear estados de opinión con dinero público. Con todo, tiene un problema: su desparpajo e inventiva han ido demasiado lejos, y ha dejado de resultar eficaz. Fuera de las más alucinadas agrupaciones de su partido, nadie le compra la moto. Sus informes trucados merecen ocupar una sección de humor en los diarios, o correremos el riesgo de que los titulares con que se los recibe sean los únicos que no se cree ningún lector (el militante ‘hooligan’ de provincias adentro no lee la prensa escrita).

Dejemos que vuele la imaginación del presidente del CIS, y sigámosla en todo caso de reojo para poder organizar un baile de disfraces el día que le augure a Sánchez 203 diputados, batiendo por uno en sus fantasías el récord de Felipe González que Alfonso Guerra clavó. Aquel sí que sabía. Mientras, en el mundo real, céntrense en las fuerzas presentes los que no quieran engañarse. A un lado, el sanchismo, que es el PSOE más todos los que desean volar o desvirtuar el sistema del 78, tan denostado; ese que enmarca el más largo periodo de libertades y prosperidad de nuestra historia. Al otro lado, su alternativa: la suma de los diputados que obtengan PP y Vox por separado. A la UPN se la da por supuesta y cabe conceptuarla como parte del espacio PP. También está la cosa aquella canaria, que ya se sabe que apoyará al que pueda formar mayoría y que no envenenará la legislatura, pues ni quiere ni puede. Más allá de eso, confiar en el escaño o dos que vayan a aportar Teruel Existe y Ciudadanos es absurdo; ni se puede hilar tan fino ni son formaciones fiables. Pueden desaparecer, pueden pactar con cualquiera que pague un sobreprecio político por su apoyo. Y, en el más probable de los casos, son uno o dos, insisto. Olvídenlo. No las incorporen a ninguna hipótesis de trabajo.

Ser alternativa al sanchismo no significa solo suceder a Sánchez en el poder. Ojalá fuera así, porque significaría que el Gobierno socialpodemita (con ascendiente golpista separatista, como en el horóscopo) no ha minado el sistema. Pero es que sí lo ha minado. El sanchismo no es solo el Gobierno de Sánchez; es la desnaturalización de la división de poderes, el abuso de las normas de excepcionalidad, la normalización de la arbitrariedad, la presión brutal sobre la Justicia, la instrumentalización impúdica de la Fiscalía, el fortalecimiento de los enemigos activos de la unidad de España, el establecimiento e institucionalización de diálogos sobre asuntos no negociables, el estiramiento de las leyes a conveniencia merced a la doctrina del uso alternativo del Derecho, el aislamiento internacional, la orgullosa vulneración de la ley «cuando haga falta» (Gali), la macrocefalia del Ejecutivo, la sedación del Legislativo, el escaqueo del control parlamentario, la neutralización del Judicial recurriendo al extremo de indultos injustificables: el de irredentos anunciando reincidencia. Y una ominosa obra de demolición intelectual, crítica, de valores, cultural e histórica.

Ser alternativa al sanchismo significa disponerse a corregir lo anterior. Y en ese ambicioso programa de enderezamiento no deberían existir grandes problemas de entendimiento entre las dos formaciones de la derecha. Además, está por ver que Santiago Abascal desee siquiera incorporar ministros suyos a un gobierno de Casado. Dadas las experiencias de los gobiernos de coalición, no sería descabellado que el líder de Vox prefiriera condicionar al gobierno desde la oposición. Pero aunque no fuera así, lo urgente es reparar los desperfectos.

Juan Carlos Girauta

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