La Unión Europea quiere tapar el sol con un dedo

¿Está más cerca la crisis del euro de llegar a una solución? Los líderes europeos han prometido elaborar para finales de este mes un paquete exhaustivo no solo para acabar con la crisis sino también para preservar la estabilidad del euro. Desafortunadamente, es poco probable que tengan éxito, porque la mayor parte de los elementos que se han dado a conocer hasta ahora abordan los síntomas de la crisis, no sus causas subyacentes.

La canciller alemana, Ángela Merkel, suele subrayar, con razón, que no debe hablarse de una "crisis del euro", sino de una "crisis de deuda". Si añadiera que esta es una crisis de deuda tanto soberana como bancaria, tendría aún más razón.

Pero un corolario inmediato de ese diagnóstico es que resolver esta crisis exige encontrar una solución al problema de la deuda – es decir, al problema de los soberanos sobreendeudados y los bancos insolventes. Lamentablemente, nada se está haciendo en ninguno de estos frentes cruciales.

Los nuevos y complejos mecanismos para la coordinación de la política económica que dominan la agenda de la Unión Europea podrían ser útiles para presionar a los países miembros de la eurozona a fin de que adopten políticas más sensatas para aumentar la competitividad de sus economías y fortalecer sus posiciones fiscales. Pero hay que recordar que, hasta hace poco, Irlanda, y en cierta medida España, se ponían como ejemplos brillantes de economías competitivas que habían creado una cantidad sin precedentes de empleos.

Así pues, es dudoso que una coordinación más estrecha de la política económica impida que se creen nuevas burbujas. Cuando surja un fuerte boom en otro sector, la tentación de decir que “esta vez es diferente” será irresistible una vez más.

En cualquier caso, a los mercados financieros no les importa mucho el futuro marco para la coordinación de las políticas en la eurozona. Necesitan saber cómo se abordará el exceso de deuda ahora.

Pero, ¿por qué tendría que ser tan importante para los mercados financieros un problema de deuda en las economías llamadas generalmente “periféricas”? Grecia, Irlanda y Portugal, que se tambalea actualmente al borde de la insolvencia, representan menos del 6% de la economía de la eurozona. Sus problemas no serían algo importante si el sistema financiero de Europa fuera robusto. Una crisis de deuda periférica se ha transformado en una crisis sistémica porque el sistema financiero de la eurozona está demasiado interconectado y es demasiado débil.

Dada esa interconexión de los mercados financieros en una zona con moneda común, una debilidad en un extremo se extiende a todo el sistema, que no puede estabilizarse hasta que se resuelvan todos los componentes de la debilidad. Sin embargo, Europa carece de un órgano común que tenga los recursos fiscales necesarios para estabilizar al sistema en su conjunto. Esos recursos existen a nivel nacional, pero su utilización generalmente está determinada por consideraciones e intereses puramente nacionales. Dicho de otro modo, Europa se enfrenta a un problema fundamental de acción colectiva.

La experiencia ha mostrado que solo una crisis aguda puede obligar a los líderes de Europa a actuar juntos en un esfuerzo concertado. No obstante, en el otoño de 2008, en el momento más álgido de la crisis financiera global, los jefes de Estado de la eurozona no consideraron la creación de un fondo común para rescates bancarios. En cambio, se conformaron con un paquete de medidas nacionales para estabilizar los sistemas bancarios nacionales uno por uno.

El total del compromiso global era impresionante, pues llegaba al 20% del PIB. No obstante, la muestra de unidad duró poco. La ejecución del paquete fue desigual y algunos países acabaron no haciendo nada. No se abordaron las áreas clave de debilidad de los mercados financieros europeos, incluyendo los bancos con capital insuficiente en los países del centro, y el sistema no pudo soportar la segunda oleada de la crisis, que se desencadenó por la pérdida de credibilidad de los países periféricos en los mercados financieros.

La Unión Europea hizo frente a las crisis de Grecia e Irlanda dando a ambos países nuevas líneas de crédito, pero se hizo muy poco para fortalecer la capacidad del sistema financiero de resistir un impago de cualquier magnitud significativa. El único intento que se hizo en ese sentido fue la publicación en julio de 2010 del resultado de las pruebas de resistencia que se hicieron a más de 90 de los bancos más grandes de la UE. Pero este episodio mostró una vez más lo que se puede esperar cuando no existe un órgano que vigile la estabilidad sistémica en toda la Unión. Cada supervisor nacional tiene un incentivo para concluir que “nuestros bancos son seguros”, aun cuando muchas instituciones tienen muy poca capitalización y por lo tanto debilitan a todo el sistema.

El grado en que esto se cumplía se reveló en noviembre de 2010, cuando se descubrió que básicamente todo el sistema bancario irlandés, que había sido declarado sano en junio, estaba en quiebra. El mercado decidió que tal vez ese fuera también el caso del gobierno irlandés, que tuvo que ser rescatado entonces por el Mecanismo europeo de estabilización financiera (EFSF, por sus siglas en inglés).

La “crisis del Euro” solo terminará cuando los problemas de deuda de la periferia de Europa ya no puedan amenazar la estabilidad general del sistema financiero de la eurozona. Esto requerirá una gama de medidas tales como requisitos de capital más altos para la deuda soberana, pruebas de resistencia reales de los bancos y la ampliación del mandato del EFSF de modo que también pueda recapitalizar bancos y no solo rescatar países.

Asegurar la estabilidad financiera sistémica es lo que se debe hacer ahora. Eso, y no los mecanismos elaborados de coordinación de la política económica o los ambiciosos proyectos para la competitividad, es lo que debería estar en primer lugar de la agenda del Consejo Europeo.

Daniel Gros, director del Centro de Estudios de Política Europea. Traducción de Kena Nequiz.

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