La utopía del mercado perfecto

Hace unas semanas publiqué en estas páginas un artículo con un título inusual -1, 2, 4, 8, 16, 32...- en el que intentaba explicar el poder de las funciones exponenciales como ejemplo del potencial de la nueva economía digital. Decía que actualmente está emergiendo un nuevo sistema productivo basado en unas reglas y en unos valores diferentes de los de la sociedad industrial tradicional en la que aún estamos viviendo. Una de las características de este nuevo modelo productivo es la economía exponencial. Este concepto incluye las partes de la economía que evolucionan siguiendo tasas de crecimiento muy elevadas y sostenidas, como las computadoras, las redes o los contenidos digitales, entre otros. No es fácil entender los mecanismos que actúan en estas actividades. Lo intentaremos analizando un ejemplo concreto, como el caso de eBay.

Cuando una empresa vende un producto o servicio obtiene unos ingresos por la venta y tiene unos gastos directos relacionados con la fabricación y distribución del producto, como materias primas, salarios, transporte, energía, etcétera. El resultado es un margen bruto, que, deducidos los costes de estructura (dirección, costes financieros, etcétera), nos dará el beneficio.

Si los gastos directos son próximos a cero, el margen bruto será igual al ingreso y los beneficios serán un porcentaje enorme de los ingresos. Eso es lo que ha conseguido la empresa eBay aprovechando las funciones exponenciales de las redes. Este objetivo, imposible de alcanzar en una economía tradicional (fabricar una mesa siempre tendrá un coste directo significativo: la madera, el trabajo de los operarios, la energía, etcétera), es hoy posible en la economía en red.

Pierre Omidyar, emprendedor de AuctionWeb (nombre originario de eBay), quería crear un «mercado perfecto» en el que compradores y vendedores pudiesen actuar libremente. Los compradores tendrían acceso a toda la información y todos los vendedores tendrían las mismas oportunidades de vender sus productos. No habría posiciones dominantes ni monopolios. Internet permitiría llegar a la vieja utopía de un mercado perfecto.

En 1995, Omidyar desarrolló una pequeña web de subastas, AuctionWeb, que permitía a los usuarios hacer listas y ofertas sobre los artículos sin cargo, a un precio mínimo determinado, y donde la competencia entre ofertas establecía el precio final o precio de mercado. A finales de 1995 había recibido 10.000 ofertas. Poco a poco, Omidyar fue mejorando su plan de negocio, cobrando de los vendedores si la venta se producía (obtenían un beneficio) y dejando el servicio gratis para los compradores (sin ellos no había negocio). La tarifa final a los vendedores era un porcentaje sobre el precio de venta. Posteriormente introdujo una pequeña comisión para publicar el artículo por la venta.

Parece que un elemento clave del éxito fue que no se intervenía ni en el objeto ni en el pago entre comprador y vendedor. La entrega del producto y el pago correspondían totalmente a los agentes de la transacción, vendedor y comprador.

A finales de 1996, AuctionWeb ingresó 350.000 dólares con unos gastos mínimos, los de la gestión de la web. El margen bruto superaba el 80% de los ingresos. En esa época, la empresa Onsale intentaba un negocio similar, pero solo generaba un margen bruto inferior al 10%. La diferencia era que Onsale actuaba de forma tradicional, adquiriendo los productos, controlando su calidad y enviándolos al cliente. Así aseguraba la calidad de la transacción, pero tenía unos costes directos muy superiores y no aprovechaba el potencial de internet.

En 1997, a partir de la experiencia inicial de AuctionWeb, se creó eBay, que experimentó un fuerte crecimiento y pasó a facturar tres millones de dólares en el primer trimestre de 1998. Por entonces pasó a cotizar en bolsa, con un valor de 2.000 millones de dólares. Y en 1999 ya ocupaba a 1.500 personas y permitía unas transacciones de unos 5.000 millones de dólares. Hay que tener en cuenta que, por ejemplo, Microsoft tardó unos 19 años en generar la misma actividad económica con un margen bruto muy inferior. Internet, pues, permite modelos de negocio con costes directos mínimos, como se ha visto también en el caso de Google, Ryanair, Skype o Cisco, entre otros.

¿Es posible repetir este fenómeno en España? La respuesta es sí, y casos como Infojobs, Privalia, Softonic o BuyVIP, entre otros, nos lo confirman. Solo -¿solo?- es preciso entender la lógica de la red y aplicar nuevas formas de dar servicio a usuarios y clientes. En definitiva, es preciso innovar aprovechando el potencial de internet. Es la revolución digital.

Con esta revolución ya nada volverá a ser igual, es una ola imparable. Nos guste o no, tenemos que adaptarnos a ella y tener la capacidad individual y colectiva de saber aprovechar su enorme potencial. Solo depende de nosotros.

Miquel Barceló, ingeniero y presidente de la Fundació Btec.