La verdad como estorbo

Digo que Zapatero mintió durante la campaña electoral. Digo que mintió y no sólo entonces, y así sitúo el embuste en una dimensión temporal más ajustada a la realidad, ese arcano para el argumentario oficial. En definitiva, sostengo que, cuando llegó la campaña electoral, Zapatero llevaba tiempo mintiendo, ya que hacía tiempo que sabía que la crisis económica había empezado en España. Porque la impostura a la que se abonó el presidente en marzo, con su natural gracejo, no fue un sarpullido espontáneo propio del énfasis primaveral. Nada de eso: cuando compareció en campaña, ya venía mentido de casa.

La mentira de Zapatero no empezó exactamente donde comenzó el falseamiento de la realidad, sino mucho antes. Y cuando me refiero a que los síntomas de la crisis ya estaban ahí mucho antes, no estoy hablando de indicios sutiles o rastros menores cuya gravedad y consecuencias pudieran escapar al común de los mortales. Estoy hablando, por ejemplo, de las notificaciones de impago a Hacienda, es decir, del problema de liquidez que hoy explica, en gran parte, la situación de recesión económica, pero que en 2007 ya era algo más que tibio anticipo.

La gangrena que hoy amputa pequeñas y medianas empresas desde El Ferrol a Tarifa no es cosa de hace días. El pasado 29 de octubre, el Boletín Oficial de Estado publicó un suplemento de casi 900 páginas con las notificaciones de impago de Hacienda. Este dato, que no admite paños calientes, se queda pequeño si tenemos en cuenta que en el año 2006 eran seis los BOE que se dedicaba a este asunto, en 2007 se pasó a 47 y en 2008 se va a llegar al medio centenar. Es decir, que este año, marcado ya como el epicentro de la crisis, apenas se van a hacer tres boletines oficiales más de los que se imprimieron al efecto tan lejos como el año pasado.

O sea que cuando, en 2007, se preparaba un presupuesto con previsiones de crecimiento ¡al 3%! para 2008, y se redactaba un programa electoral prometiendo el pleno empleo, el BOE ya estaba retratando la situación de cientos de empresas y miles de ciudadanos que habían dejado de pagar sus obligaciones con la Agencia Tributaria para poder tapar otros agujeros. Si, además, echamos la vista atrás, el número de notificaciones por edictos ha pasado de dos millones en 2004 a cuatro millones en 2007, se ha doblado la cifra en tres años y se prevé superar los 4.300.000 durante este año.

Pero muchos de los agujeros que las empresas se afanan por tapar están provocados por la política de Zapatero de la culpa la tienen otros. La demonización constante del sector inmobiliario aumentó el desanimo de la inversión y aceleró el huracán del derrumbe de multitud de empresas. Los cientos de miles de víctimas del paro de este sector han pagado caro esta política de criminalización del ladrillo.

Cuando se vio acorralado por la crisis de la economía real, Zapatero pasó a culpar de nuestros problemas a la crisis financiera internacional. Pero no puede decir que la gripe española forma parte de la pandemia europea porque mientras 17 países de la UE son capaces de generar empleo, en España vemos cómo cada día 10.000 españoles pasan a engrosar las colas del INEM.

La gangrena de las pymes se traduce en el paro. Y, por el momento, el problema más grave de España se llama paro y la única medicina para curarla se llama empleo. Pero hasta que el Gobierno no reconozca sus fallos en el diagnóstico de la enfermedad, se deje ayudar y empiece a trabajar, no volverá a generase empleo en España. Y esperemos que ya no sea demasiado tarde para miles de españoles.

Porque Zapatero no ha entendido que, sin política económica, no puede haber política social. Todo el mundo entiende que para repartir riqueza antes hay que generarla. Y los que la generan son los autónomos, los pequeños empresarios, los trabajadores.

Ya hemos perdido la cuenta de las semanas que hace que Zapatero no pisa una calle española. Ya se nos ha olvidado la última vez que su agenda incluyó la visita a una fábrica, la inauguración de una plaza o la visita a un municipio. Zapatero tiene miedo de salir a la España real y es preocupante que un presidente no se atreva a pisar la calle porque puede no ser el presidente simpático al que todos aplauden o quieren fotografiarse con él.

Zapatero se esconde en La Moncloa porque los ciudadanos no entendemos cómo el Gobierno nos sube la luz, el gas y los impuestos para darle nuestro dinero a una banca que ha ganado este año 22.400 millones de euros, un 3% más que el año pasado. Los españoles estamos dispuestos a arrimar el hombro e incluso a apretarnos el cinturón, pero a lo que no estamos dispuestos es a hacerlo con los ojos cerrados.

Puede que para Zapatero la verdad sea en política lo que el freno de mano en un coche de Fórmula 1: puro estorbo. El problema es que esta carrera la estamos corriendo todos y no sólo el que se empeña en tomar las curvas cerradas como si fueran rectas. La pericia siempre ha sido una confianza personal e intransferible más propia de aventureros que de políticos, y nunca ha sido una herramienta útil para el interés general. Y lo que les interesa a los españoles es una confianza general de verdad y, lo que es más importante, la verdad para poder empezar a tener confianza.

Esteban González Pons, vicesecretario general de Comunicación del PP.