La verdad sobre el TLCAN

Mientras el presidente estadounidense Donald Trump recibe ofertas para construir su supuesto "hermoso muro" a lo largo de la frontera con México, su administración también se dispone a construir algunos muros figurativos con su vecino del sur, renegociando el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Antes de que los funcionarios estadounidenses den más pasos, harían bien en reconocer algunos hechos básicos.

Trump ha calificado al TLCAN como el "peor acuerdo de comercio" jamás aprobado por los Estados Unidos, alegando que ha generado "terribles pérdidas" de empleos y producción manufacturera. Sin embargo, nada de eso se basa en la evidencia. Incluso los escépticos del TLCAN han llegado a la conclusión de que sus efectos negativos sobre el empleo neto de la industria manufacturera en los Estados Unidos han sido pequeños o inexistentes.

Trump puede preferir no centrarse en hechos, pero es útil comenzar con unos pocos. El comercio bilateral entre EE.UU. y México asciende a más de $ 500 mil millones por año. Estados Unidos es, con mucho, el mayor socio comercial de México en materia de mercaderías, mientras que México es su tercer mayor socio comercial (después de Canadá y China).

Después de la aprobación del TLCAN en 1994, el comercio entre Estados Unidos y México creció rápidamente. La balanza comercial de mercancías entre ambos países pasó de un pequeño superávit a un déficit que alcanzó su punto máximo en 2007, con 74.000 millones de dólares, y se estima que llegó a unos 60.000 millones de dólares en 2016. Pero incluso si el déficit comercial estadounidense con México ha aumentado en términos nominales, se ha reducido en relación con el comercio total de Estados Unidos y como proporción del PIB estadounidense (desde un máximo del 1,2% en 1986 a menos del 0,2% en 2015).

Tal vez lo más importante sea el hecho de que Estados Unidos y México no solo intercambian productos terminados. Más bien, gran parte de su comercio bilateral se produce dentro de las cadenas de suministro, en que empresas en cada país añaden valor en diferentes puntos del proceso de producción. Estados Unidos y México no sólo se dedican a intercambiar bienes entre sí, sino que producen bienes entre sí.

En 2014, México importó 136 mil millones de dólares de bienes intermedios de Estados Unidos, y estos importaron 132 mil millones de dólares de bienes intermedios de México. Más de dos tercios de las importaciones estadounidenses procedentes de México fueron insumos destinados a un procesamiento ulterior, eficientes en función de los costes que aumentan la producción y el empleo de Estados Unidos y aumentan la competitividad de las empresas estadounidenses en los mercados mundiales. A menudo las mercancías cruzan repetidamente la frontera entre México y Estados Unidos antes de que estén listas para su venta final en México, Estados Unidos u otro lugar.

Cuando los flujos comerciales transfronterizos se producen en gran medida dentro de las cadenas de suministro, las estadísticas tradicionales de exportaciones e importaciones se vuelven engañosas. La industria del automóvil ilustra este punto. Los automóviles son la mayor exportación de México a Estados Unidos, tan grande que, de hecho, si se excluye el comercio en este sector, desaparecería el déficit comercial de Estados Unidos con México.

Pero las cifras comerciales estándar atribuyen a México el valor total de un automóvil exportado a los Estados Unidos, incluso si ese valor tiene componentes producidos en los Estados Unidos y exportados a México. Según una estimación reciente, el 40% del valor agregado a los bienes finales de las importaciones estadounidenses con origen en México proviene de Estados Unidos. México aporta del 30 al 40% de ese valor y el resto lo proporcionan proveedores extranjeros.

Si se toma en cuenta el desglose del valor añadido, la balanza comercial de México y Estados Unidos cambia drásticamente. Según los cálculos de la OCDE y de la Organización Mundial del Comercio, el déficit comercial del valor añadido de Estados Unidos con México en 2009 fue solo la mitad del déficit comercial medido por los métodos convencionales.

Trump afirma que la aplicación de altos aranceles a las importaciones procedentes de México alentaría a las empresas estadounidenses a mantener la producción y el empleo en Estados Unidos. Pero esos aranceles, por no mencionar el impuesto de ajuste fronterizo que está considerando el Congreso, perturbarían las cadenas de suministro transfronterizas, reduciendo tanto las exportaciones estadounidenses de productos intermedios a México como las exportaciones mexicanas -que contienen un nivel importante de valor añadido- a Estados Unidos y otros mercados .

Eso aumentaría los precios de los productos que dependen de los insumos de México, afectando la competitividad de las compañías estadounidenses. Incluso si las cadenas de suministro se reconfiguraran por completo, Estados Unidos y México incurrirían en grandes costes (tanto en la producción como en el empleo) durante el período de transición.

Las importaciones procedentes de México apoyan el empleo de los Estados Unidos de tres maneras: creando un mercado para las exportaciones de ese país, proporcionando insumos a precios competitivos para la producción estadounidense y bajando los precios de los bienes para los consumidores estadounidenses, quienes luego pueden gastar más en otros bienes y servicios producidos localmente. Un estudio reciente estima que casi cinco millones de empleos de EE.UU. dependen del comercio con México.

Teniendo en cuenta todo esto, es una buena noticia que Trump últimamente haya atenuado las amenazas de retirar a los Estados Unidos del TLCAN e imponer grandes aranceles unilaterales a las importaciones mexicanas (su posición sobre el impuesto de ajuste fronterizo no está clara). En cambio, en un borrador de propuesta al Congreso, sus funcionarios de comercio piden flexibilidad dentro del TLCAN para restablecer los aranceles como mecanismos temporales de "salvaguardia" para proteger a la industria estadounidense ante los aumentos repentinos de las importaciones.

El gobierno de Trump también quiere fortalecer las normas de origen del TLCAN. Por ejemplo, las reglas actuales dictaminan que solo el 62,5% del contenido de un automóvil debe originarse dentro de un país del TLCAN para calificar para un arancel cero. Esto ha convertido a México en un lugar atractivo para el montaje de partes producidas en Asia y convertirlas en productos manufacturados finales para la venta en Estados Unidos o Canadá.

Si la administración Trump logra aumentar la proporción de contenido que debe producirse dentro del TLCAN para calificar para aranceles cero, tanto Estados Unidos como México podrían "recuperar" partes de la cadena de suministro de fabricación que se han perdido ante los proveedores extranjeros. Asimismo, aplicar reglas de origen más estrictas también podría impulsar la inversión de estos proveedores en producción y empleo, tanto en México como en Estados Unidos.

El borrador de propuesta de la administración Trump para la renegociación del TLCAN también establece objetivos de estándares laborales y ambientales más exigentes, importantes prioridades para los demócratas del Congreso que comparten la oposición del presidente al actual acuerdo. Unas normas más estrictas podrían beneficiar a todos los socios del TLCAN, pero en momentos en que la administración Trump se encuentra desmantelando activamente las salvaguardas laborales y ambientales del país, parece inverosímil un esfuerzo liderado por Estados Unidos para fortalecerlos dentro del TLCAN de manera significativa. Tal vez Canadá tome la iniciativa.

La incertidumbre sobre el destino del TLCAN ya ha afectado a la economía mexicana. También ha debilitado la posición del presidente reformista y promercado Enrique Peña Nieto, poco más de un año antes de las elecciones generales en México. Esto puede ayudar al ascenso de los populistas de derecha que se suban a la ola del nacionalismo anti-Trump.

Claramente, a Estados Unidos le interesa que México cuente con una economía fuerte y estable, encabezada por un gobierno comprometido a colaborar con su vecino del norte. Trump haría bien en dar pasos rápidos para asegurarse que las renegociaciones del TLCAN que ha exigido generen este resultado.

Laura Tyson, a former chair of the US President's Council of Economic Advisers, is a professor at the Haas School of Business at the University of California, Berkeley, a senior adviser at the Rock Creek Group, and a member of the World Economic Forum Global Agenda Council on Gender Parity. Traducido del inglés por David Meléndez Tormen.

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